Diez años después de la segunda parte de Men in Black nos llega el cierre de la saga en forma de vehículo de lucimiento para su indiscutible súperestrella protagonista, Will Smith, pero adolece de falta de todo lo que realmente puede hacer interesante a una película. Y el plan no era malo, en principio: al contexto conocido por todos se le daba una vuelta de tuerca metiendo en la ecuación un viaje en el tiempo donde conocemos a la versión de 1969 del personaje de Tommy Lee Jones (en forma de Josh Brolin) y, además, la película contaba con presupuesto abultado que vaticinaba al menos cierta calidad técnica.
Pero Brolin, que no está nada mal, es eclipsado, igual que Lee Jones, por el astro Smith, omnipresente durante todo el metraje. Tampoco hay rastro de una puesta en escena especialmente espectacular, o de unos efectos especiales fuera de serie. No hay chistes, gags o situaciones especialmente cómicas, y la acción es excesivamente escueta y nada frenética. Lo icónico del traje negro, tan poderoso visualmente, es desaprovechado y no hay visos de especial cuidado en ninguna otra faceta del apartado artístico. El guion es tan simplón y lleno de agujeros como cabe esperar de una superproducción que es al mismo tiempo tercera parte de una franquicia que nunca tuvo unos libretos especialmente brillantes.
Invitamos, eso sí, al seguidor hardcore de la ciencia ficción a ejercitar su ojo clínico con este guion y, cuadernillo de espiral en mano si así lo desea, señalar uno a uno todos los temas clásicos de la ciencia ficción por los que la película pasa de puntillas. Tenemos viajes en el tiempo, espectaculares en la forma pero poco cuidados en el fondo; hay un encontronazo entre dos yoes de distintas eras pero las prisas impiden desarrollar un diálogo interesante (Stanislaw Lem, yo te invoco); hay una invasión alienígena a escala planetaria pero apenas la disfrutamos más de un par de segundos en segundo plano; se hace referencia al concepto de multiverso pero su potencial queda reducido por las propias coordenadas del blockbuster. ¿Qué nos queda, entonces? Una suerte de buddy movie con algún marciano que otro explotando en moco verde muy de vez en cuando; un chiste sobre Obama bebiendo colacao; un cierre de saga que tira de lo emotivo pero ni por asomo trepidante o interesante; un producto que debe hacer reflexionar sobre las barbaridades que se han escrito sobre John Carter: 250 millones de dólares eran muchos pero los 375 dólares que ha costado esto, según publicaba Los Angeles Times, han sido aprovechados de una forma mucho más pobre.
O no, porque para pobre está el amigo Kitsch, que, claramente, no es Smith; y Smith sí tendrá alguna posibilidad de recuperar la inversión, sobre todo después de pasearse por medios nacionales e internacionales derrochando carisma; los mismos medios que aplastaron sistemáticamente John Carter a base de repetir mantras que ni siquiera habían reflexionado. Así están las cosas en la Meca del cine comercial, así están las cosas en los medios de comunicación de masas. Mientras tanto a Josh Brolin le baña la luz del trabajo bien hecho en el poquito tiempo que le han dejado en pantalla. Algo es algo.
Frases destacadas:
Agente K: «Hay cosas ahí fuera que es mejor que no conozcas»
Agente J: «Me estoy haciendo viejo para esto. Puedo imaginar cómo te sientes»
Griffin: «Este es mi momento favorito de la historia de la Humanidad»
Calificación: 4
Yo creo que el dinero que inviertieron en esta película sí lo aprovecharon muy bien, tiene muy buenos efectos y actores, Barry Sonnenfeld es un buen director, me gustó cómo lo hizo, creo que es la mejor de las 3 que han sacado.