Eran Riklis dirige “Mis hijos”, un retrato un tanto disperso sobre la adolescencia y la pérdida de la identidad en medio del conflicto palestino-israelí.
Eyad (Tawfeek Barhom) es un joven palestino nacido en la ciudad de Tira a mediados de los setenta. Es un estudiante brillante que ha sido becado en un prestigioso y exclusivo colegio judío en Jerusalén. Es el primer árabe que estudia allí, por lo que intenta por todos los medios encajar con sus compañeros y con la nueva sociedad. A pesar de su esfuerzo y de aguantar el constante acoso de sus compañeros, cuando se descubre que tiene una relación con Naomi (Daniel Kitsis), una joven judía, se verá obligado a abandonar la escuela. Cansado de no ser aceptado por sus orígenes y cegado por la ambición de ser admitido en sus nuevos círculos, Eyad comprende que tendrá que sacrificar su auténtica identidad para ser aceptado. Tendrá que tomar una decisión que puede cambiar su vida para siempre.
Extraño en tierra hostil
Son muchos los acercamientos cinematográficos al interminable conflicto entre Israel y Palestina. Por encima de todos ellos destacan los dos fantásticos documentales “Promises” y “5 cámaras rotas”, y la atrevida “Paradise Now”, entre otras muchas producciones. La primera pregunta obligada es, ¿qué aporta “Mis hijos” al conjunto de películas que narran las diferencias entre judíos y árabes? Difícil respuesta, ya que la película dirigida por Riklis utiliza dicho conflicto sólo como trasfondo. Lo que de verdad importa al director es hablar de la adolescencia, del proceso de maduración de Eyad en un entorno obsesionado con dividir a las personas en buenos y malos, y de la lucha de las personas que, por ser diferentes (sea uno árabe o paralítico), son excluidas por la sociedad y se ven obligadas a renunciar a su propia identidad con tal de ser aceptadas.
Eyad es un niño que destaca por su inteligencia. O eso es lo que nos quieren hacer entender en la película, ya que lo intuimos por lo que dicen el resto de los personajes y no tanto por lo que hace el niño (resolver un acertijo no muy complejo propuesto por un programa de televisión local). Es por eso por lo que su padre quiere mandarlo a estudiar a un selecto colegio de Jerusalén. Eyad coge sus maletas y se marcha de su pueblo natal para tratar de recorrer el camino que su padre apenas pudo empezar, y se convierte en el primer árabe que estudia entre los muros de esa escuela. El rechazo de los judíos, su costosa adaptación a un país al que tenía como enemigo, el amor y la frustración conviven con Eyad en su inevitable camino hacia la madurez. Sin duda, la confrontación entre religiones es una mera excusa para hablar del paso de la adolescencia a la vida adulta. Riklis se esfuerza en no reducir la historia a víctimas y verdugos, y su discurso vale para cualquier persona diferente que tenga que adaptarse en lugares nuevos y hostiles; y de la adolescencia como etapa fundamental en la construcción del ser. Por ello, la pregunta a plantear ahora es, ¿aporta algo nuevo “Mis hijos” a las películas sobre la adolescencia?
Dispersión y falta de concreción
Muchos son los temas que abarca “Mis hijos”: el primer amor, la historia de una amistad, la muerte, las relaciones paterno-filiales, la identidad y, obviamente, las diferencias religiosas. Todas estos temas podrían dar como resultado un retrato certero y conmovedor sobre la adolescencia. Pero las diferentes tramas de “Mis hijos” no terminan de unificar un discurso claro y coherente. Son muchos los caminos abiertos, pero todos se dispersan al llegar a un punto determinado. Y además hay una falta de concisión alarmante. En cada historia que vive Eyad hay una extraña sensación a inconclusión. Se echa en falta información sobre determinados personajes, y un desarrollo algo más paulatino y menos abrupto en algunas de sus tramas. En resumen: mucha cantidad de tramas y poca concreción.
“Mis hijos” es un largometraje sobre la adolescencia que no cuenta nada nuevo, y cuyo punto de diferenciación es precisamente aquello que el director se empeña en mostrar como un mero trasfondo. Donde sí triunfa el trabajo de Riklis es en el tratamiento de un tema tan delicado con una mirada alejada de prejuicios y aprensiones.
Frases destacadas de “Mis hijos”:
- Eyad: “Mi padre es terrorista”
- Salah: “Los chavales en Beirut y Tel al-Zaatar se manifiestan en las calles gritando: ¡PLO! ¡Israel no! ¿Y no sabes lo que es un guerrero? ¿De verdad no lo sabes?»
- Naomí: “Pregunté a mi madre, ¿qué pasaría si te dijera que tengo un novio árabe? Tendrías que haberla visto gritarme: “Naomi, dime que eres lesbiana, que tomas drogas, que tienes cáncer…pero no se te ocurra decirme que tienes un novio árabe”.
- Eyad: “¿Hay algo peor para una judía que acostarse con un árabe? Solemos ser nosotros quienes las violamos salvajemente. Eso es lo que ocurre en las historias de Agnon. Para él, los árabes destruimos todo.»