Cuatro años después de su debut en el largometraje y tras una reconocida labor de cortometrajista y, especialmente, como montador, Fernando Franco vuelve con “Morir”
De nuevo con Marián Álvarez como protagonista (ambos ganaron el Goya –Mejor director novel y Mejor actriz principal- por “La Herida” -2013-), esta vez formando pareja con Andrés Gertrudix, Franco escribe y dirige el proceso que sufre esta pareja cuando su componente masculino es diagnosticado con un cáncer terminal.
«Morir» cuenta con un planteamiento formal similar a «La herida» (tanto Santiago Racaj como Miguel Ángel Rebollo repiten en sus labores de dirección de fotografía y de arte respectivamente), donde la cámara en mano y el plano secuencia se orquestan alrededor del movimiento de su protagonista y donde el paneo entre los personajes sustituye al plano-contraplano. Un dispositivo formal donde el ritmo se marca al compás de unos cortes de montaje que nunca interrumpen una escena y que, entre secuencias, dejan paso a unos segundos de pantalla en negro para producir una elipsis temporal en la historia. Situada en la costa norte de España, el clima lluvioso acompaña a una imagen llena de tonalidades frías tanto en el hogar de los protagonistas como, más evidentemente, en el hospital. Todo para contar una historia sin movimientos hacia el lado, atrás o adelante, una historia que nos lleva de forma cronológica, dotando de la misma velocidad, espacio y atención a todo el proceso que sucede entre dos personas desde que ambos saben que uno va a morir hasta el mismo instante en que ese “ambos” deja de existir.
Pese a que las similitudes con “La Herida” son tan evidentes como lógicas es en los pequeños detalles y variantes donde Franco demuestra su adaptación a un nuevo personaje. Si en “La Herida” Marian Álvarez era todo un personaje Borderline que parecía aguantar la continua tensión de una bomba con la mecha encendida y consumiendose, en “Morir” no hay nada desequilibrante en su interior. Es precisamente este equilibrio el que se verá puesto a prueba desde fuera, por la situación de su pareja. En consonancia, la cámara aquí se mantiene más lejana a su cuerpo, con menos movimiento y más “plano fijo” (la cámara en mano, aún sin desplazarse, siempre se mueve). El encierro urbano de “La Herida” se veía invadido por numerosos seres cercanos (el compañero de trabajo en la ambulancia o la madre en su piso) que aquí desaparecen dejando a la protagonista absolutamente sola, aislada en ese trance únicamente con su pareja pero abierta en el espacio natural. Un paisaje que ocupa a la carrera y acaba con un baño en las frías aguas del cantábrico y que, pese a sentirse como una vía de escape, la vuelta a casa (a la ducha, a cambiarse tras el mar) vuelve a producir ese encierro como si lo que hemos visto, ese idílico momento anti estrés fuese una mera ilusión. En consecuencia, si en “La Herida” la protagonista se siente sola por dentro pese a no estarlo por fuera, en “Morir” esa soledad es el objetivo inconfesable, la respiración momentánea antes de volver a capuzarse en una realidad compartida hacia la muerte.
De forma drástica y sin concesiones, el proceso de principio a fin se materializa a través de dos actores que, armados tanto de talento como de un dispositivo formal propicio, son capaces de ahondar en los detalles, insistir en ellos y, sin caer nunca en el sentimentalismo, contar este camino de forma realista, cercana y detallista. Los cambios de humor, el falso optimismo o el amor con forzada fecha de caducidad aparecen como detalles a lo largo de este proceso que nunca mira hacia fuera. En consecuencia, a “Morir” no se le puede negar una coherencia absoluta y rotunda en su planeamiento pero tampoco una rigidez que acaba provocando cierta falta de aire que sorprenda o cree cierto misterio (recordamos, por ejemplo, las dudas sobre el pasado de la protagonista de “La herida” y su relación con su padre) más allá de la premisa y de un camino que vislumbramos tal y como exactamente es desde un principio. No obstante, el uso y la atención en los sonidos y el juego de estos con el silencio, sutiles detalles sonoros explorados en todo el metraje, sirve para cerrar de forma sutil, bella y, como no, áspera y seca, una película sobre la soledad en pareja.
Frases destacadas de «Morir»
- Luis: ¿Te acuerdas de las pruebas que me hice?
- Luis: No quiero pasar el tiempo que me quede en un hospital.
- Luis: Nadie te ha pedido que te quedes.
- Luis: Prueba a comer tu dos días está mierda y a ver qué dices.
- Luis: ¿Dónde estabas?
- Marta: Corriendo.
- Luis: ¿tanto tiempo?
- Marta: luego me he dado un baño, voy a cambiarme.
- Marta: he salido tan corriendo de casa que ni lo he cogido.
- Luis: No has pasado por casa, llevas la misma ropa que ayer.
- Marta: ¿tienes fuego?
- Marta: Te dejo hasta los bidones, pero prométeme que ahí paras.
- Luis: Lo siento.