Liviana representación de una caída a los infiernos como hilo conductor de una tesis sobre la ineptitud humana mal interpretada y la soledad.
¿Hasta qué punto podemos considerar que una serie de infortunios se deben a causas azarosas y no como consecuencia de una serie de decisiones erróneas? ¿Cuán perniciosa es la necesidad de demostrar un éxito aparente cuando lo que necesitas es ayuda urgente? ¿Cuál es el precio de la soberbia? Todas estas preguntas y otros temas más tangibles como el desamor, la inmigración, la integración, la fama o el anonimato son tratadas en “Nadie nos mira”, el tercer largometraje de ficción de la directora argentina Julia Solomonoff. Tal densidad de temas tratados en profundidad solo se podría digerir gracias a la increíble capacidad de síntesis que tiene la realizadora, hasta tal punto que aparenta ser engañosamente sencilla.
En “Nadie nos mira” somos testigos de la caída en desgracia de Nico (Guillermo Pfening), un conocido actor de telenovelas argentino que ha dejado la serie que le encumbró debido a la ruptura de la relación secreta que tenía con su jefe. Con el fin de rehacer su vida, Nico se va a Nueva York con la promesa de rodar una película. Sin embargo, una serie de infortunios y malas decisiones le alejarán cada vez más de sus objetivos. Solomonoff lleva a su protagonista hasta el límite para poner a prueba su encomiable positivismo y su ego indestructible al igual que Satanás probó la fe de Job en Dios pero, en esta ocasión, con un final más sádico y cruel por el desprecio y ninguneo que desprende la realizadora hacia el personaje de Nico. Pero, a pesar de ello, una mirada benevolente y maternal subyacente hace que como espectador empaticemos con el protagonista, sintamos en nuestra piel las tragedias que sufre y que impotentes asistamos a su caída irremediable. Es ese equilibrio entre cariño y tiricia donde Solomonoff logra posicionar a su personaje, en un punto aislado del resto del mundo y que, a pesar de estar siempre rodeado de gente, sintamos su completa soledad.
La soledad como refugio y como castigo
Esta caída a los infiernos recuerda a cintas como “Un día de furia” (Joel Schumacher, 1993) o “¡Jo, qué noche!” (Martin Scorsese, 1985) más por oposición que por similitud (quizá para encontrar una mirada más parecida a esta película, tengamos que irnos a la música con el tema “Jo colega/ mala suerte”de El Chojin). El salvajismo testosterónico e histrionismo de estos clásicos del séptimo arte se tornan en pausada harmonía austera, fría y cruel cuyo toque femenino crea una mayor profundidad en sus personajes sin llegar a ser, en ningún momento, una cinta sensiblera, sino todo lo contrario. La falta de dramatismo y fuerza del filme argentino lo torna mucho más consciente y desgarrador. Al final, solo comparte con estas cintas el objetivo de maltratar al protagonista para ver cómo trabaja frente a tanto infortunio es idéntico.
Sin embargo, ver como Nico se desenvuelve frente a la adversidad no es el objetivo final de la película. Realmente, y como bien nos transmite el título de la película, el tema central es la soledad. Para ello, Solomonoff decide, inicialmente, exiliar drásticamente a su personaje apartándolo de su tierra natal y sin compañero de aventuras. Una vez aislado, irónicamente, en una ciudad tan bulliciosa y claustrofóbica como Nueva York, es a través de pequeños detalles, como la distancia retórica en la que posiciona a Nico entre su historia y amigos y nosotros como comentábamos al principio, la manera en la que la realizadora nos sumerge en el asfixiante mundo de la soledad. Esas pequeñas perlas cuasi imperceptibles son las que generan en el inconsciente del espectador la sensación de desamparo y desazón. E ir descubriéndolas a lo largo del metraje es una de las delicias del filme.
Otro muy destacable acierto de la película de Solomonoff es la magistral actuación de Guillermo Pfening que sabe perfectamente cuando debe estar contenido y cuando sainetesco. El actor sabe darle veracidad a un personaje poco común sin juzgarlo y sin apiadarse de él. Lo hace suyo desde el primer momento y sabe cómo llevarlo y hacerlo vagar sobre esa fina línea entre la compasión y el patetismo. Y tan acertada es la selección de casting como el retrato que hace Solomonoff de Nueva York. Para no ser de allí, la realizadora se desenvuelve como Allen o Scorsese, como si hubiese vivido en la gran manzana toda la vida. Estéticamente recuerda al retrato que hace “Girls” (Lena Dunham, 2012-2017) de la ciudad, pero dejándola respirar mucho más y acercándonos más todavía al día a día de sus calles.
“Nadie nos mira” es una cinta notable sobre la soledad y la fama, sobre la mala suerte y las malas decisiones, sobre el amor y el ego. Un filme con muchos rincones donde pararse a meditar dirigidos con una fluidez y sencillez abrumadora que eleva a su directora, Julia Solomonoff, a la categoría de autora.
Frases destacadas:
- Pascal: “¿Puedes dejar eso fuera? No queremos que entren pulgas.”
- Nico: “Si, claro que salgo. Y salgo fuerte.”
- Nico: “Despacio Martin, despacio.”
- Andrea: “Que no te puedes hacer cargo de tu fracaso. Que te refugias en nuestro hijo. Que juegas a ser su papa.”
Tráiler de “Nadie nos mira”: