«New World» recupera la mejor tradición del cine negro coreano. Soberbio thriller con una exquisita puesta en escena donde se impone la sobriedad a la violencia
«New World» premio en el Focus Asia de Sitges 2013
Ideada como primer capítulo de una trilogía, «New World» (Sin se ge 2013), segunda película de Park Hoon-Jung como director, después de «The Showdown» (Hyultoo 2011) y premiada en el Focus Asia del último festival de Sitges; es una soberbia muestra de buen cine negro, de ese que hace tanto tiempo que echamos de menos en Europa salvo contadas excepciones y que en Corea y en Japón sigue dando muestras de una excelente vitalidad. «New World», narra la clásica historia de un infiltrado policial en una empresa llamada Goldmoon, formada por la coalición de tres familias de la mafia. La muerte, en un extraño accidente de coche del presidente de la misma, desemboca una lucha entre familias por alzarse con el poder. El líder de una de estas tres familias es un policía infiltrado durante 8 años en la compañía y que ve como su posibilidad de alejarse de ese mundo, justo cuando su mujer acaba de quedarse embarazada, se aleja, tanto por las propias circunstancias de la investigación como por culpa de su superior, un policía duro e incorruptible a la par que sin escrúpulos a la hora de tomar decisiones drásticas, interpretado por un genial Choi Min Sik (al que muchos conocerán por «Encontré al Diablo» («I Saw the Devil» 2010), guionizada por el propio Park Hoon-Jung, o por la trilogía de la venganza formada por «Simpathy for Mr Vengeance» (2002), «Old Boy» (2003) y «Simpathy for Lady Vengeance» (2005)).
Un thriller sobrio con pequeñas dosis de violencia
Park Hoon-Jung apuesta por una narrativa sobria, contenida, en la que lo que importan son los silencios, lo que no se cuenta y el subtexto. Hay excelentes escenas de diálogo en la que todos se callan cosas y todos dicen menos de lo que deberían, fruto de una decisión narrativa cuya principal motivación es ponernos sobre la mesa las dificultades de estar en un trabajo de infiltración en un grupo mafioso en el que cualquier error hace que acabes en un cubo de cemento en el fondo del mar. Las pequeñas muestras de violencia, pequeñas por el número de veces que aparecen no por no ser explícitas y crueles, en relación con otras películas del mismo género dentro del cine asiático; hacen que estas, por contraste, sean más duras, crueles y excesivas, además de estar rodadas con una gran maestría tanto en las coreografías de lucha, como en las decisiones de donde situar el tiro de cámara. Una excelente muestra de ello es la escena de lucha en el ascensor que está a la altura de la mítica escena del hacha y el pasillo de «Old Boy», y que muestra un excelente dominio del espacio y el plano como concepto narrativo.
La película destila chulería, arrogancia, hombría, del mismo modo que las películas clásicas del Nikkatsu Noir, el Polar francés o el nuevo thriller norteamericano de los 70. Los personajes llevan ese aire de perdonavidas, siempre con un cigarrillo en los labios, tan característicos de ese estilo; pero también hay parte para el humor, un humor triste y duro, como el del líder de la división de Goldmoon en Shangai o el del trío de asesinos chinos. La película peca a veces de un excesivo hieratismo escénico en el que a veces parece que se recree en la exposición de planos cuando la escena ya está toda dicha y de una excesiva duración, sobre todo en el tramo final, pero se agradece esa vuelta de tuerca y esa escena final, que anticipa hacia donde irá la trilogía. De todos modos es una gran película de género, tal vez no todo lo redonda que cabría esperar por el premio de Sitges, pero sí un muy buen ejercicio de cine negro en el que se saben articular de manera redonda los clichés del mismo sin que en ningún momento suenen a caducos, mascados y paródicos.
Frases destacadas
Kang: Tengo una misión para ti.
Ja-Sung: Dijiste que me sacarías
Jung Chung: Ah, mi hermano, dijiste que seguirías mi consejo.