Ben Stiller continúa con su labor educativa de hacer de los museos un mundo especial, lleno de magia y aventuras con “Noche en el museo: El secreto del faraón”
Dice el dicho: «No hay dos sin tres»
Hemos de empezar esta reseña recordando que la primera parte de la franquicia la localizó íntegramente en el prestigioso museo neoyorquino de Historia Natural, la segunda se trasladó al increíble Smithsonian, y con esta tercera parte bajo el título “Noche en el museo: El secreto del faraón”, uno a priori puede pensar que las aventuras pueden situarse en dos galerías muy famosas: la del Cairo o el British. En efecto, el vigilante Larry Daley y sus amigos acabarán viajando a Londres.
En esta nueva entrega vemos que Larry Daley ha sido ascendido a director de actividades nocturnas, y también nos enteraremos que realmente lo que da vida a las figuras es una tablilla egipcia encontrada accidentalmente en unas excavaciones por parte de Cecil, el vigilante jubilado, cuando era niño. El problema es que la tablilla ha empezado a deteriorarse por motivos desconocidos, eso lleva a las figuras a comportarse de manera errática y anómala. Para solventarlo, Larry en compañía de sus amigos e hijo viajarán a Londres porque es allí donde está la momia del faraón creador de la tablilla, que realmente es la única persona con conocimientos suficientes para solventar el problema.
Cuando lo importante es lo secundario
Una de las subtramas sobre la que se sustenta “Noche en el museo: El secreto del faraón” es en la idea de lo complicadas que pueden llegar a ser las relaciones paterno-filiales, lo difícil que es criar a un hijo. Teóricamente esto se debería ver reflejado en las relaciones entre Cecil y su padre, Larry y su hijo Nick que parece no tener un proyecto vital definido y lo sustenta en ideas locas como irse a Ibiza a ejercer de Dj, o en la integrada por Ahkmenrah y su padre el faraón Merenkahre. De tal forma que el arco de la relación de Larry y Nick evolucionará gracias a las otras dos relaciones. El problema es que todo este constructo realmente sirve para darle una pátina de emotiva al filme, porque en la realidad no profundiza en este aspecto de una manera racional ni un solo instante.
Stiller dedica la película a dos grandes estrellas del celuloide como eran Mickey Rooney y Robin Williams. Esta es la última vez que el espectador podrá ver en pantalla grande a ambos, porque Williams aunque tiene en postproducción “Absolutely Anything” (Terry Jones, 2015), en este proyecto pendiente de estreno comercial sólo le presta su voz al personaje de Dennis. Rooney aparece de una manera muy testimonial porque sólo dice una frase, frente al gran peso específico que posee Williams en el desarrollo de los acontecimientos. Es más, llega a darle una gran carga de emotividad al final de estas aventuras. Esta puede ser, posiblemente, la única razón que lleve a muchos a acudir a las salas a ver este arquetípico filme, y un servidor se encuentra entre ellos. Puede que hay radique parte del gancho del filme, la galería de secundarios: Owen Wilson, Steve Coogan, Ricky Gervais, Rebel Wilson, Ben Kingsley, Dick Van Dyke o Hugh Jackman. Es más algunos de ellos recaen los mejores momentos de esta “Noche en el museo: El secreto del faraón”, como puede ser la genial secuencia de tintes escherianos formidablemente resuelta o el gran momento Camelot, ambos marcados por el juego entre la realidad y ficción. La primera es espectacular y la segunda es delirante, máxime si se ve en versión original porque los guionistas hacen verdaderos juegos de palabras, a costa del señor Jackman, jugando con los sonidos y los significados de diversas palabras, y desconozco como lo habrán traducido al castellano, pero he de reconocer que en inglés es el momentazo del filme.
Una estructura muy conocida
Lo cierto es que momentos aislados no salvan una película, pero ayudan a que sea soportable por el adulto el visionado y no acabe siendo una experiencia tediosa, donde sólo se diviertan los pequeños de la casa. Hay que reconocer que esta cinta posee más situaciones cómicas dirigidas a los menores, y que un adulto puede valorar como ridículas. No ayuda que la estructura del guion sea en sí misma un cliché: vamos a Londres, ponemos las típicas imágenes de la City ilustradas por el manoseado y maravilloso tema de los Clash titulado “London calling”, todo por si a alguien le quedaba a lo mejor la menor duda de a dónde se había trasladado la acción del filme, y ponemos algún que otro chiste con las consabidas diferencias entre el viejo y nuevo mundo. Para finalizar ponemos el típico momento musical donde todos los personajes bailan alegremente, y todo vuelve a la rutina. Con esto no estoy haciendo ningún spoiler porque todos sabemos que esto no puede tener otro final.
Todo ello hace pensar que la idea está agotada y exprimida, que Stiller con esta entrega pondrá el punto y final a sus experiencias surrealistas a lo largo y ancho de las pinacotecas mundiales, aunque algunas célebres quedan, lo que nos lleva a pensar que dentro de un par de años acabemos en el Prado o en Louvre, ¿quién sabe?
Frases destacadas de “Noche en el museo: El secreto del faraón”
- Cecil: “The end will come. The locals warns us”.
- Larry Daley: “Do you want dippers again?”
- Larry Daley: “Do you want the truth? The tablet is actually alive”
- Nick Daley: “I want to be Dj in Ibiza”
- Larry Daley: “I’m always worried about you because I’m your father”
- Octavius: “We are not scare, we are going to be more comfortable”
- Teddy Roosevelt: “We have a different plan…Run!!!”
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- Sir Lancelot: “Sir Lancelot, at your service”.
- Teddy Roosevelt: “Theodore Roosevelt, President of the United States of America”.
- Sir Lancelot: “I have no idea what that means”.
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- Octavius: “We must never speak of what happend here today”
- Teddy Roosevelt: “Never run in front of a big cat, Larry”
- Alice Eve: “He is doing his wolverine thing”
- Teddy Roosevelt: “Smile my boy, it’s sunrise”