Gracias a la pequeña distribuidora VerCine el gran público podrá disfrutar de esta excepcional película ganadora de cinco premios de la Academia francesa.
Las órdenes son órdenes
Marruecos, noviembre de 1920, a la gendarmería llega Albert Maillard, un contable de 48 años. El objetivo del gendarme es averiguar quién y cómo se perpetró una estafa a gran escala en París vendiendo monumentos funerarios a los caídos en la guerra. Por ese motivo comienza a preguntarle por Edouard Péricourt, un brillante ilustrador desaparecido en la Primera Guerra Mundial. El actor y director Albert Dupontel adapta el libro «Au Revoir Là-Haut» firmado por Pierre Lemaitre. Durante dos horas el espectador irá descubriendo poco a poco la compleja historia que une a los dos personajes. Todo comienza el 9 de noviembre de 1918 en el frente alemán, el rumor sobre un armisticio planea en el aire de las trincheras. Para el teniente Pradelle, la guerra es lo suyo y le da igual todo, y a pesar de que le ordenan el cese de las hostilidades, este ordena mandar al soldado más viejo y más joven a plena luz del día a reconocer el terreno enemigo. Esto desencadena una batalla en la que Edouard saldrá herido y perderá la mitad del rostro, por ese motivo le mandan de nuevo a casa. A partir de este momento, una serie de decisiones acabarán por atraparles en cierto modo a los tres personajes en el frente de guerra.
Valor y sufrimiento
Brillantes son los doce primeros minutos del metraje donde el cineasta francés se deja influenciar por un maestro del cine de la talla de Stanley Kubrick. El uso de grúas, travellings y panorámicas hacen que espectador obtenga una intensa experiencia inmersiva en el frente franco-alemán, siguiendo al dedillo los dictados de “Senderos de gloria”. Así veremos el valor de los soldados franceses que eran enviados a una carnicería sin cuartel. Dupontel sólo precisa de estos doce minutos para presentar a los tres personajes y atrapar al espectador en este cuento para adultos que rebosa belleza y ternura.
A partir de aquí el relato torna y los paralelismos con “El fantasma de la ópera” o “Los crímenes del museo de cera” son más que evidentes, aunque la mirada del director galo sobre sus criaturas sigue siendo ágil y jovial. Edouard Péricourt sufre en sus carnes los horrores de la guerra, cincelando su rostro y su personalidad. Las raíces de este personaje se deben buscar en precedentes como el profesor Henry Jarrod o Erik. Todos tienen en común su sed de venganza. No hay nada peor que una persona herida, y ellos tienen heridas tanto en el cuerpo como en el alma. De la misma manera que Jarrod o Erik se refugian en sus figuras de cera o en la composición de arias, Péricourt empieza por entregarse a la morfina para superar su trauma, pero acaba dándose cuenta que no es la solución y por ese motivo se refugia en su pasión en el noble arte de la ilustración.
A medida que nos adentramos en los locos años de la Belle Epoque, Edouard buscará vengarse, al igual que sus precedentes, en este caso estafando a la sociedad y a su padre, porque si no fuera por ellos, él nunca se hubiera alistado para ir al frente. De una manera sutil, el director y guionista sienta las bases dramatúrgicas del relato. Por un lado, la crítica social encarnadas en Pradelle y Marcel Péricourt, padre de Edouard, que representan al poder que no duda en masacrar y machacar a la clase humilde y trabajadora. Y por otro, el espectador será testigo de la dramática y tortuosa relación un padre lleno de remordimientos y un hijo abandonado e incomprendido.
Este largometraje es un deleite visual. Es un bella tragicomedia perfectamente planificada que posee una estructura circular argumental y narrativa, porque todo empieza y acaba en Marruecos con un travelling vertical que nos sumerge y despide de la narración de tres personajes atrapados por su paso en el frente de guerra. Albert Dupontel se nos revela como todo un esteta, que dirige con mano férrea a sus actores, para obtener lo mejor de ellos, sobre todo del trío protagonista integrado por Nahuel Pérez Biscayart, Albert Dupontel y Laurent Lafitte, que dan vida respectivamente a Edouard, Albert y Pradelle. Aunque la labor de Biscayart merece una especial atención al conseguir superar las máscaras para mostrarnos una gran amalgama de sentimientos mediante la gestualidad y el uso de la voz, por ese motivo les recomendamos el visionado en versión original ante la duda.
Frases destacadas
- Albert Maillard: “Morir el último es aún más absurdo que morir el primero”
- Teniente Pradelle: “Para respetar la memoria de los muertos, les propongo que esto se quede entre nosotros”
- Teniente Pradelle: “Hablamos de beneficios, no de ética”
- Edouard Péricourt: “Banal, feo y caro, igual a éxito”
- Albert Maillard: “Robar al Estado es un sacrilegio”
- Albert Maillard: “Dedujo que ya no necesitaba la realidad, bastaba con las emociones. Por eso Eduoard se pasó al arte abstracto.”
- Marcel Péricourt: “Solo una basura puede encontrar una basura”