Mar. Mar 19th, 2024

El triunfo de la sencillez: Hittman en la batuta y Sidney comiéndose la pantalla. 

NUNCA había oído hablar de la neoyorkina Eliza Hittman, la flamante directora de la película que nos ocupa, hasta que en el año 2017 presentó su segundo largometraje en el Festival de Sundance con excelentes críticas. Era «Beach Rats» y después de unos días donde se colocó como la potencial ganadora en el certamen, acabó ganando el premio a Mejor dirección en la sección Drama. La película consiguió además ser nominada a los Premios Gotham e Independent Spirit. Y después Netflix la adquirió y pudimos observar como la joven cineasta tenía una mirada particular, inquieta, personal, observadora, sutil y a la vez punzante, como si a través de pequeñas historias mínimas de jóvenes perdidos y excluidos, nos hablara casi como en un documental de los males del mundo. La película tiene el espíritu del auténtico cine independiente americano; pero muy alejado de los clichés y los convencionalismos del cine más accesibles que tanto impera. Es una mirada mucho más profunda cercana al cine de lo real, con un tacto y una sensibilidad que son las verdaderas puntas de lanza de la película.

CASI NUNCA los astros se alinean y conseguimos observar una progresión manifiesta en un cineasta emergente con tan sólo tres películas, su ópera prima «It felt like love» está inédita en España. El caso es que en esta cinta de título extraño alcanza la cima posiblemente de su cine con una película sublime que puede recordar quizás al cine de Dan Sallit pero con un estilo también particular. En este estilo sensible, Eliza bebe también del cine documental. Se muestra como una voyeur asistiendo al devenir de una adolescente, colándose en su huida hacia adelante, en esa especie de involuntario road trip tras la toma de una decisión trascendental. Se nota que siente lo que cuenta, que sabe como hacerlo, desconocemos si la película es autobiográfica o tiene partes que lo sean, pero lo cierto es que la naturalidad es tan apabullante que no nos extrañaría para nada que fuera enteramente basada en su vida.

A VECES lo mejor para recomendar ver una película es no hablar de ella. No voy a explicar por qué se llama como se llama, aunque la escena donde se destripa es una de las más perfectas de todo el metraje. Parece casi una broma que la joven protagonista de esta historia debute en la pantalla con esta película: Sidney Flanigan no es que se coma la pantalla es que precisamente no parece tener nada delante. Es como si alguien la observara, sin ella saberlo, se adentrara en los recovecos de sus propias inseguridades, en sus complejos, en sus determinantes y solitarias decisiones, en su fragilidad contenida tan difícil de conseguir en una actriz tan joven. En esa escena de la que hablamos, Sidney se quiebra. No lo hará en el resto del metraje pero en esa escena está toda su fuerza, toda la mirada femenina y empoderada de Sidney y está además contenida toda la historia.

SIEMPRE que vemos una buena película, buenas películas hay muchas; diría excelente, siempre que veo una película excelente, por muy pequeña que sea, y este es el caso, aunque detrás tenga a grandes estudios y distribuidoras; hablo de cine hecho con el corazón y las entrañas, muy alejado a los convencionalismos comerciales; algo cambia en mi vida. Acostumbro a decir que veo películas, para encontrarme algún tesoro como este, que consiga hacer que me replantée algo sobre mi propia existencia. Eliza y Sidney consiguen que vuelva a aquellos años, a mi adolescencia, a ese sentirnos únicos, pero solitarios, diferentes, a ese luchar contra todo y contra todos. A ese sentimiento en el que se cree que nadie nos escucha y que de repente nos sentimos escuchados por alguien al que no conocemos. Al abismo que suponia tomar decisiones determinantes o no, a enfrentarnos a los problemas en la más absoluta de las soledades, por mucho que nunca estuviéramos sólos. Y todo ello sin un atisbo de condescendencia, de exceso de dramatismo, con la sutileza y el buen hacer de la juventud y hablando desde el dolor y la contención de los recovecos que se nos presentan en la vida.

«Nunca, casi nunca, a veces, siempre» es el triunfo de la sencillez, la veracidad de la vida con sus aristas y su dureza puesta en pantalla por una sorprendente Eliza Hitman en la batuta y con una contenida y poderosa interpretación de su joven protagonista que se desnuda en su adolescente sinvivir. Desde la América más rancia y conservadora, más clasista, se nos permite contemplar la indefensión de la mujer actual ante un sistema injusto, patriarcal, que se olvida de los más indefensos y vulnerables negando sus derechos básicos en pleno Siglo XXI. Recordemos que ha ganado el Premio del Jurado en el pasado Festival de cine de Berlín, siendo nuevamente la favorita para la critica.

Si el guion parece fluir tras las poderosas manos de Eliza y de Sidney y con permiso también de la otra actriz de reparto que acompaña en el devenir a la muchacha; la dirección y la fotografía son fruto de ese buen hacer y aunan sin que sea fácil: naturalismo, cierto onirismo y poesía, destacando una preciosa y poderosa secuencia de unas manos que se unen en una estación. El vínculo que crean las dos protagonistas es tan veraz que desestabiliza, emociona y crea empatía; traspasa la pantalla y nos llega.

Disfruten porque la película lo merece. Aunque se digan que nunca o casi nunca van a ver este tipo de cine, a veces, por no decir siempre, agradecerán la recomendación.

Frases destacadas:

  • «Me tengo que asegurar de que estás bien».

Tráiler de «Nunca, casi nunca, a veces, siempre»:

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