La primera película de Ángel Sala, director del festival de cine de Sitges, no es que no funcione; es que directamente no tiene nada que contar.
#Littlesecretfilm tiene esta dualidad que a la vez es su virtud: lo mismo encuentras una maravilla que algo intragable. En esta ocasión, en la segunda película de #littlesecretfilm + Calle13, ha ocurrido lo segundo. El primer acercamiento de Ángel Sala al mundo de detrás de las cámaras no sólo es insatisfactorio, sino torpe e (intuyo) pretencioso. Y resulta curioso que alguien que tenga tanto conocimiento de cine, viéndolo, analizándolo y criticándolo no sepa ver que su creación no funciona, no tiene sentido ni objetivo. Posiblemente se trata de la mejor demostración de que saber de cine no implica saber hacer cine.
Nunca he estado en Poughkeepsie se trata de una película que no sabe lo que quiere contar, algo que se debe, creo yo, a que no tiene nada que contar. Si no fuera porque se ve claro que no es el caso, cualquiera diría que por puesta en escena, interpretación y diálogo (sólo tiene uno malísimo en toda la película) se trata de una parodia. Pero no, no es una parodia. No buscada. Ángel Sala parece querer referenciar constantemente y de forma muy leve a las cosas que le gustan, las películas que ama, pero su intento de hacerlo (o eso es lo que asumo, porque de verdad, aquí sólo puedo hacer intentos de justificar las acciones de Sala, pues no creo que haya hecho esta pieza sólo por hacer algo sin sentido) no llega a un espectador que no comprende qué ocurre (en el peor sentido).
Ángel Sala desde un inicio se pone pretencioso, trata de hacer un Terrence Malik durante gran parte de su película, sin embargo no tiene la belleza visual del americano y sus offs no están tan bien escritos. Ni mucho menos. De hecho aburren bastante y pierdes el hilo de lo que dicen porque simplemente no interesan. Y aquí viene mi cuestión: ¿Cuánto de esto es improvisado? Porque una historia en la que sólo hay un diálogo, en la que no hay historia de verdad y en la que toda la poca palabra se basa en offs añadidos después… bueno, quizá es lo contrario, quizá es la mala improvisación. Quizá #littlesecretfilm trata de demostrar eso: por un lado cómo se puede improvisar bien y sacar una gran historia como ocurría en #Realmovie y cómo se puede improvisar y que te salga mal la jugada, siendo el caso el que nos ocupa ahora.
Ángel Sala no comprende, o por lo menos no lo demuestra aquí, el lenguaje cinematográfico. Está claro que trata la película como si de un ejercicio experimental se tratase, pero no creo que el propio ejercicio sepa en sí mismo de que va el tema, no creo que sepa lo que quiere contar o demostrar.
Nunca he estado en Poughkeepsie es una chica en un campo de un anuncio de Evax, un chico con una camiseta de USA perdido por todos lados y un asiático tratando de hacerse el duro y el gracioso. Y un cartel de ultramarinos (único bueno de la película, pero que se extiende demasiado).
Sala no comprendió lo que le pedía Calle 13. Se supone que esto era, sí un ejercicio de clase y puesta cinematográfica, pero temáticamente suspense, acción, misterio. Aquí no hay nada de ello. Simplemente hay falsa pretensión que se podrá decir que se debe a que el espectador no lo ha comprendido, pero no, si nadie lo comprende el problema es otro.
Me duele decir esto, casi nunca lo digo, pero aquí va: no veáis Nunca he estado en Poughkeepsie al menos que queráis perder una hora de vuestra vida y sufrir una tortura visual en ella. Aún así, si os apetece, podréis verla en la web de Calle 13 a partir del 2 de Septiembre.