Jue. Mar 28th, 2024

Dos desafortunadas coincidencias condicionarán esta crítica a Omnívoros, el segundo título (también low cost) del cineasta Óscar Rojo galardonada con el Premio del Público en el Haapsalu Film Festival de Estonia. Por un lado, la que escribe estas líneas vio recientemente Ayer no termina nunca, la última película de Isabel Coixet considerada por la mayoría como su película más libre y radical. La propuesta, según opiniones, poseía una afectividad repulsiva para el espectador, dejándole imposible entrar al juego y sentir empatía. Parecía, en palabras de Boyero, que Coixet se había preocupado de trasmitirnos una «dolorida sensibilidad, una intensidad emocional» que nos dejase extenuados, hostiles con la narración allí expuesta. Por otro lado, se acaba de estrenar en el circuito de festivales Caníbal, con Manuel Martín Cuenca al aparato y a Antonio de la Torre frente al objetivo. La historia de un psicópata que lo lleva lo mejor que puede, y que, como él sabe, está loco; pero como a todo en esta vida uno se acostumbra, y la cotidianeidad de la que nos hace partícipes en los primeros minutos Martín Cuenca, sin recursos gratuitos, fuera efectos especiales ni tensiones deontológicas, sólo costumbrismo, hacían de ella la grata sorpresa que ya certificó la crítica.

Por un lado, Omnívoros parece partir de la idea de que la falta de autocrítica se puede salvar con mucha buena voluntad. Por el otro, de que el espectador es torpe y acomodaticio. Que a falta de un guión solvente buenos son desnudos e histeria moral, y que si no hay virtud es porque se trata de una obra «despreocupada» o «fresca». En Omnívoros un crítico gastronómico de gran renombre (y guapo, y afortunadísimo, un poco como los personajes de las novelas de Dan Brown) de años de experiencia verá en un plato algo delicado y original que le pongan trufas con caviar o carne de Kobe con setas («traídas de oriente a 1.500 euros el kilo») a lo que hará comentarios como «exquisito», «muy rico» o «creo que le sobraba un poco de caviar a la ensalada». Periodistas de investigación, ejecutivas de cuentas, herederas de alta alcurnia. Si la intención de que los personajes usaran todas esas rimbombantes e inverosímiles expresiones como «manjar salvaje» o «prestigioso crítico» fuese ridiculizar el esnobismo y el retintín sería el juego demasiado sutil, y no parece el caso. Las frases consiguen deslumbrarnos y atraernos, pero no para meternos en la historia, sino buscando algún tipo de justificación por la que estos personajes hablen, por algún motivo, como las voces dobladas de alguna producción extranjera. Mientras tanto, la banda sonora va mareando entre crescendos y diminuendos en los momentos más desconcertantes (desconcierto no de puntería artística, sino de romper con la tan necesaria armonía ausente en la práctica totalidad de la película).

Si la intención era hacer un filme reflexivo y autoral al margen de la perspectiva gore del tema, intentando buscar una metáfora sobre la sociedad hastiada y ávida de emociones a su vez más fuertes (obviando, finalmente, todo rastro de código ético o humano) la falta de solvencia evita su activación. Se nos quedan unos materiales a medio tejer  que sólo facilitan que el espectador atienda al dominio (o más bien el fracaso en el mismo) en el apartado técnico. El juicio se nos queda en la superficie, y cierra las puertas a lo anterior. Aparte, esta intensidad impostada y adoctrinamiento moral del más bajo nivel es tan evitable y tan contrario a las películas mencionada al principio de este texto que, sintiéndolo mucho, nos incapacitan para tolerar el resultado final. Habrá sido cosa de la producción. Pero la verdad es que hay otras formas de sufrir y de reflexionar en nuestro panorama cinematográfico. Las hay y no son tan cutres.

Nota Omnívoros: 1

Por Esther Miguel Trula

Periodismo Complutense. He visto y he leído. Si hay que elegir, soy más de Edgar Wright que de Robert Bresson. Por suerte no hay que elegir. Mientras vivo en el norte, en mí cabaña en el bosque, mantengo el blog que actualizo asiduamente gracias al poder omnisciente de Internet. La dirección es http://flamencastone.com/ My home, sweet, home

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