En el Zinemaldia 2018 se ha visto este filme con un reparto integrado por actores profesionales y no profesionales en paisajes y lugares reales y no intervenidos.
Sutil contraste de paisajes
Koldo Almandoz (1973) atesora una prolífica trayectoria en el mundo del cortometraje, un período de diecisiete años que abarca desde 1997 hasta 2014. En el mismo, sus películas fueron proyectadas en La Semana de la Crítica de Cannes, Rotterdam o Gijón, por citar tan solo algunos de los festivales más relevantes. En 2016 dio el salto al largometraje, con el estreno en el Festival de Rotterdam de su ópera prima, el documental «Sipo Phantasma», que también fue proyectado en BAFICI o ZINEBI. Ahora, llega de nuevo al Festival de cine de San Sebastián, territorio bien conocido por este director vasco, que puede considerarse una figura habitual de este certamen. En el Festival de San Sebastián ha estrenado cortometrajes en la sección Zabaltegui, en la cual, sin ir más lejos, también fue proyectada su ópera prima hace dos años, «Sipo Phantasma». «Oreina (Ciervo)» es la primera incursión del director vasco en el género de la ficción y ha sido proyectada en la sección Nuevos Directores de la presente edición del Festival de cine de San Sebastián.
Khalil (Laulad Ahmed Saleh) vive en la periferia de la ciudad y se busca la vida junto a un viejo furtivo (Patxi Bisquert), el cual comparte una casa en la orilla del río con su hermano (Ramón Agirre), a quien no habla desde hace años. Rodada durante seis semanas en el otoño de 2017 en localizaciones de Gipuzkoa (Aginaga, Usurbil, Orio, Donosti, Zubieta, Oiartzun) y Navarra (Elcano), estas tres relaciones son el punto de partida desde el que Almandoz construye, sobre todo en la primera mitad del filme, de una forma deliberada, un relato elíptico, donde el tiempo parece dilatarse más de lo real y cuyo tono se origina gracias a la falta de información ofrecida al espectador, por una parte, y haciendo uso de una cámara contemplativa que observa con distancia las acciones de los personajes. Estos elementos convierten la historia en un puzzle que, si bien adoptará una determinada forma al final, permite al espectador tomarse la libertad de completar, por sí mismo, algunos de los vacíos que inicialmente deja la historia. Almandoz sugiere, a partir de aquí, un sutil contraste de paisajes. Uno, el urbanístico que representa a través de una ría que colinda con un área industrial y, dos, el paisaje humano, al que dan forma los personajes que desfilan por el primero. Se trata de personajes en los que se intuye la ausencia, a los que parece les fue arrebatado algo.
Retrato de una venganza
Esta idea tiene que ver, precisamente, con uno de los principales temas de la película, el desarraigo, por medio del cual han sido definidos los personajes. Éstos, de una u otra forma, fueron víctimas en el pasado de algún hecho por el que se vieron obligados a abandonar su tierra natal, bien por un exilio, bien porque desde pequeños crecieron en esa tierra. El modo en que cada uno encaja esto, define los personajes y marca la diferencia entre ellos. Esta idea del desarraigo no es algo aislado en la película, todo lo contrario, se ha integrado en la mayoría de los personajes. Así, otro personaje llega a mostrar también su intención, en el interior de una discoteca, de abandonar el país y marcharse al Reino Unido.
Con todo esto, en realidad, lo que Almandoz ha hecho en «Oreina (Ciervo)», ha sido valerse de dicha idea, para poner de manifiesto la relación entre ambos paisajes, el humano y el urbanístico, de modo que el puente que los une adopta la forma de lo clandestino, de lo furtivo, ideas de gran fuerza que ponen de relieve las aristas de los personajes. El paisaje les dará cobijo y será, de algún modo, testigo mudo y cómplice, a la misma vez, de las acciones que realicen al margen de la ley. Una esquina, en la que una pareja se desea y se besa sin poder salir de ahí, o una marisma en la que está prohibido pescar, aunque lo que se intente evitar sea la venta posterior de la pesca.
En esta línea, el pasado de los dos hermanos apenas ha sido esbozado a través de una ligera pincelada, pero suficiente para vislumbrar el motivo del conflicto entre ambos como algo irresoluble. La película, con la idea de la amistad de fondo y con Khalil mostrándose más moldeable que ningún otro personaje, desembocará en un retrato sobre la venganza, ofreciendo una visión pesimista, sin apenas un resquicio de esperanza, igual que su director ya mostrase en el cortometraje «Columba Palumbus» (2007). Almandoz materializa un mundo frío, lleno de tonos grises, donde la desesperanza dará paso a una ácida y genuina reflexión sobre la verdadera importancia de lo material.