Segundo largometraje de Joachim Trier, pariente lejano del danés Lars, que explora con gran lirismo los intentos de un joven ex-drogadicto por reinsentarse en la dinámica ciudad de Oslo.
En una de las escenas más potentes de Oslo, 31 de agosto, el protagonista aparece taciturno en un café mientras es oyente involuntario de una serie de conversaciones solapadas entre las que sobresale la de dos adolescentes que preparan una lista de objetivos que cumplir antes de su muerte. Anders, un joven noruego atormentado que reside en un centro de rehabilitación para drogadictos, acaba de asistir a una entrevista de trabajo que, tras un sinfín de preguntas sobre su pasado laboral ha finalizado con la siguiente sentencia lapidaria: «También trapicheaba un poco, ¿debería ponerlo en mi currículum?«. El verano está a punto de acabar y, en palabras de Joachim Trier, director de la película: «la luz suele ser hermosa en esa melancólica época del año».
Contraposición con el desencanto vital de su protagonista
Es quizá en esa frase donde se encuentra la esencia de su segundo largometraje, en el amor a una ciudad que se presenta lírica y radiante en contraposición con el desencanto vital de su protagonista, testigo y partícipe de una juventud extraviada entre sustancias prohibidas. Hay también en la película algunos retazos de lo que acontece tras la crisis de los 30, no solo en el propio Anders, sino también en sus compañeros de generación. Uno de ellos disfruta de su anodina existencia lamentando las rutinas del matrimonio con hijos. Otra observa acomplejada los cuerpos de las veinteañeras que han asistido a su fiesta de cumpleaños mientras solloza precisamente por su imposibilidad de ser madre.
A todo ello contribuye una puesta en escena hiperrealista y la capacidad de Trier para presentar, gracias a un trabajo de dirección sin estridencias pero con algún que otro recurso efectivo fundamentado esencialmente en una luminosa fotografía y un excelente trabajo de sonido, a un drogadicto de clase media-alta y motivaciones literarias que nada tiene de arquetípico. Y tal vez por ello su redención resulte imposible.
Frases destacadas de Oslo, 31 de agosto:
Anders: Mira a mi vida, tengo 34 y años y no tengo nada…