Amor es la primera entrega de la Trilogía del Paraíso, una serie de filmes con aires de totalidad que queman los manuales del buen hacer cinematográfico para alcanzar el título de mito en un futuro próximo.
Es difícil hablar de Amor sin considerarla una pieza más del artilugio Paraíso, disoluble de Fe y Esperanza pero imposible conformarse con tal explosión de sabores y sensaciones, después de verla, solo deseas continuar con las siguientes. Amor es un golpe bajo, seco y sudoroso al estómago insensible de la conciencia europea. Varios autores son expertos en encontrarle las cosquillas: Michael Houellebecq o Haneke son parte esencial de esa catarsis que solo la libertad de expresión amparada en el éxito comercial permiten. Ulrich Seidl espera el mismo trato mediático para justificar tal cantidad de astutos agravios hacia nuestra exportable sociedad de consumo. El realizador austriaco desnuda en Amor el ansia de cariño y deseo al precio del codiciado Euro en tierras keniatas. En nuestro protegido Schengen la mujer arrugada es mujer depreciada. Ser deseada de nuevo -objetivada como lo es la adolescente, la joven, la púber- aunque sea en tierra lejana, con extraños y pagando.
Teresa es una mujer a las puertas de la vejez, pasados los cincuenta años, separada y desechada sexualmente por la sociedad que difícilmente readmite a una fémina de pechos descolgados, arrugas y personalidad. Pero es una mujer con deseos y pasión que decide pasar las vacaciones en Kenia, centro de turismo sexual para europeas que buscan una buena dosis de carne negra y joven convirtiéndose en lo que se conoce como una sugar-mama.
Paraíso: Amor es una genialidad con secuelas: Fe y Esperanza
Amor es una película brutal, llena de humor y cinismo, que abusa de todo el elenco de actores y de la paciencia del orgullo europeo. Trata magistralmente los rincones más oscuros de una sociedad democrática y capitalista que rechaza la prostitución y penaliza la vejez pero que fomenta emocionalmente el goce hedonista a cambio de billetes frescos en un país subdesarrollado. Sin ambages ni adornos, Seidl recoge el testigo del realismo sucio en lo visual, de influencia compositiva de imagen fija que le dota de un primitivismo singular envolviendo los encuadres desde el punto central –forma compositiva arcaica y denostada por los académicos- en lo que los personajes parecen arrancados de las pinturas de Freud, con sus sobre pesos, sus sudores y su crudeza.
Frases destacadas de Paraíso: Amor
Teresa: “El problema de los africanos es que todos se parecen. Siempre creo ver al mismo”
Amiga de Teresa: “Se les distingue por el tamaño.”
Amiga de Teresa (regalo de cumpleaños): “Es todo tuyo, de la cabeza hasta el rabo”