El debut de la matriarca del clan Coppola en el cine se produce con una historia básica que tiene como punto fuerte la química de su pareja protagonista.
Cuando en un lugar cualquiera sale a la palestra el apellido Coppola, obviamente se está hablando de una de las familias más influyentes de la meca del cine. El más conocido de todos obviamente es Francis Ford Coppola, quien ha dirigido obras maestras como las tres partes de “El Padrino” o “Apocalpyse Now” (1979). Por otro lado tenemos a la hija del clan, Sofía, quien aunque no ha tenido tanta relevancia como su padre hay que destacar de su trayectoria “Lost in Translation“ (2003) o “María Antonieta” (2006) así como su reciente premio a mejor directora en Cannes con «The Beguiled». Sin embargo, Eleanor Coppola tiene una carrera bastante menos extensa que su esposo e hija, y de su trabajo como directora únicamente hay que resaltar el documental “Corazones en tinieblas” (1991) o “Coda: 30 años más tarde” (2007). Así pues, “París puede esperar”, supone su debut en el campo del largometraje, y para ello ha contado con elenco de sobrado reconocimiento.
Un viaje inolvidable
La veterana directora escribe y dirige esta historia que nos presenta a un matrimonio compuesto por Michael (Alec Baldwin) y Anne (Diane Lane). Él es un productor de cine que vive completamente entregado a su trabajo, y esto provoca al mismo tiempo que ella se sienta desatendida. Pero esto cambia para Anne cuando le surge la oportunidad de ir a París con Jacques (Arnaud Viard), uno de los socios de su marido. Lo que en principio parece un viaje de acompañamiento a un hombre de negocios se transforma inesperadamente en una oportunidad para Anne de recuperar la ilusión por la vida.
Una química interesante
“Paris puede esperar” al principio da la impresión de que la historia se va a desarrollar en el núcleo de la esfera conyugal, pero Eleanor Coppola pone las cartas sobre la mesa focalizando su atención en Anne y Jacques. A su vez, descubrimos que el personaje interpretado por Arnaud Viard es un tanto sibarita y culto. Es en ese momento cuando surge la química entre ambos actores, atrapando la atención del espectador. En el plano argumental, la guionista en ese momento juega con las aficiones de ambos personajes. En el caso de ella se trata de la fotografía y en el caso de él el buen gusto por la comida y la bebida. De tal forma que Coppola explota en exceso estos tres elementos, lastrando un desarrollo argumental de por sí poco profundo y bastante visto en la pantalla grande. Además, hay partes de la trama que resultan ser totalmente innecesarias, alargando en exceso el metraje, resultado a la postre un tanto indigesto. Eso sí, a lo largo de la hora y media la realizadora nos demuestra su buen oficio al hacer que esta simple historia sea entretenida. Es de ley destacar la forma en que rentabiliza los bellos paisajes de la Provenza francesa. “París puede esperar” es un filme que poseía un gran potencial que no acaba de verse en la pantalla grande, y además nos demuestra que se mueve peor en la ficción que en el campo documental, donde nos ha probado en varias ocasiones tener sobrada soltura.
Frases destacadas de “París puede esperar”:
- Michael: “Te compraría mil millones de hamburguesas pero sabes que no me gustan los derroches”
- Jacques: “Jacques es la mejor forma de viajar”
- Jacques: “No todo el mundo tiene que tener esposa para ser feliz”
- Anne: “Michael, tomémonos vacaciones de verdad. Solos tú y yo”
- Jacques: “París puede esperar”
- Jacques: “¿Por qué no te muestras como eres al hombre con el que llevas 20 años de matrimonio?”