Los personajes desamparados y sin recursos de «Pelo malo» van a la deriva en el marco de una ciudad sumamente hostil, donde tratarán de sobrevivir y salir a delante.
«Pelo malo»: el realismo como leit motiv
Tras su paso por la última edición de San Sebastián donde se alzó con la Concha de Oro y por el Festival de Gijón se estrena en nuestro país esta semana “Pelo Malo”. Hay películas que te llegan a lo más profundo de tu alma y te acaban impactando por su extrema sencillez o por su grado de realismo. Por eso son tan efectivos los dramas del británico Ken Loach.
«Pelo malo» se adentra en la vida de Marta, una joven venezolana que tiene dos hijos y busca desesperadamente un puesto de trabajo. Sobrevive limpiando casas y está endeudada hasta la médula. Su hijo mayor, Junior, está obsesionado con su pelo y con hacerse una fotografía como si fuera un gran cantante. Marta vive tan agobiada por su realidad que no ve los problemas en el horizonte a pesar de Carmen intenta ponerlos sobre el tapete.
Un poliédrico drama bolivariano
Es maravillosa la manera en que Mariana Rondón va componiendo este mosaico donde problemas de diversa índole como el machismo, la homosexualidad, la inocencia, la pobreza o la violencia poseen un gran protagonismo. Llega un momento en que como espectador sientes una enorme angustia por ver como el mundo de Marta se desmorona. Encima, como ves que ella está inmersa en su lucha sin cuartel por encontrar un puesto de trabajo, con el fin de pagar sus deudas acumuladas, es incapaz de ver la realidad que le rodea. Impresiona la franqueza y la claridad con la que su realizadora y guionista va trasvasando la violencia social que se vive en las calles de Caracas a la unidad familiar, impregnando de hostilidad las relaciones. Tanto la materno-filial, convirtiéndose en una secuencia realmente sobrecogedora en la que Marta cantando trata de humillar a Junior porque intuye que su posible homosexualidad; como las amistosas, estremece el momento en que Junior le canta a su amiga el famoso tema de Henry Stephen “Mi limón, mi limonero”. Nos pareció brutal. O las relaciones entre hermanos, llegando a ser ciertamente escalofriantes los momentos en los que el hermano pequeño queda al cargo de Junior, ahí es donde se aprecia la hostilidad sólo con el lenguaje no verbal, con un simple: te pongo los pantalones.
Henry Stephen – “Mi Limón, Mi Limonero”
Llama la atención la concienzuda mirada de Rondón a la realidad venezolana. La cuidada manera con la que trata temas tan interesantes como el síndrome del príncipe destronado, de la homosexualidad o el acoso laboral. La problemática es diversa pero fluye con suma naturalidad sobre los fotogramas de “Pelo malo”, no quedando atropellada ninguna línea argumental. Y lo mejor de todo es la franqueza de la realizadora al no dar ninguna pátina de sensiblería al relato. Esto es un drama duro y descarnado como lo debe ser la realidad bolivariana.
La pérdida de los valores y los modelos
No deja de ser curioso como Rondón plantea una métafora jugando con los modelos arquitectónicos. Como esa utopía planteada por Le Corbussier en los años 50, ese racionalismo, ese modelo ideal de convivencia social, se ha convertido en modelo de representación del auténtico infierno en el siglo XXI, esas colmenas despersonalizadas donde sobreviven nuestros protagonistas. En cierta medida, esto ya lo han explorado otros cineastas como Andrea Martínez Crowther en «Cosas insignificantes«, Ken Loach en «Ladybird, ladybird» o Pedro Almodóvar en “Qué hecho yo para hacer esto”, que como bien podrá recordar el lector arrancaba con los edificios racionalistas del barrio de la Concepción de Madrid. Sabemos que no es novedoso, pero están bellamente fotografiado por Micaela Cajahuaringa.
Frases destacadas de “Pelo Malo”:
Marta: “Junior déjate el pelo”
Junior: “No te levantes bebé que están disparando”
La niña: “Yo quiero una foto de Miss”
Carmen: “Piénsalo marta. Yo te doy plata y tu me das a junior”
Junior: “Lo importante es el pelo liso, pero liso con secador”
La niña: “¿Y si te disfrazas de militar para que tu mamá te quiera?”
Marta: “Él es raro, canta, se peina todo el día”
Marta: “Yo no sé si es mi culpa ¿Él va a sufrir?”
Carmen: “Tu no puedes hacer nada. Eso no se quita”
«Otra ronda»: una fábula (¿de amor?) sobre el alcoholismo
“La nube”: Mamá y sus bichos
«El rey de Zamunda»: el (sufrido) regreso de Murphy
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Gracias R.