No hay mejor contexto que el de la guerra para contar una historia de amistades extrañas. El terreno está abonado desde la realidad y Perdidos en la nieve no se corta en avisarnos de que está basada en un hecho no ficticio. Menos mal que esto no es Antena 3, ni la sobremesa, y la aventura de cinco soldados en Noruega durante la Segunda Guerra Mundial es más entretenida que las que sueltan en nuestra cadena amiga.
Una historia antibelicista
Es el mes de abril de 1940. Hace un tiempo espléndido en Noruega. Todo está cubierto de nieve y no hay día sin tormenta mortífera. Un par de aviones, uno alemán y otro británico, se derriban mutuamente. Los supervivientes de ambas tripulaciones acaban en una cabaña perdida en medio de la nada, y ahí empieza el juego. Kurt Vonnegut firmó un buen puñado de novelas antibelicistas; sin tener la profundidad de Matadero 5 (o los relatos de Kilgore Trout), Perdidos en la nieve está también de ese lado, reflejando el sinsentido del patriotismo o el deber en situaciones extremas.
Desde el principio, cuando se nos presentan los tres soldados nazis, sabemos que esto no va a ser una Hazaña Bélica de esas que requieren mayúsculas. Esto es más Enemigo mío que Los cañones de Navarone (o que Zombis Nazis, por aquello de los atuendos, Escandinavia y las cabañas en medio de la nada).
Cinco son multitud
¡Que bonito es Noruega! Desde el patio de butacas. El espacio donde se desarrolla la acción es un personaje más que condiciona a los cinco que tiene a su merced. El resto, los que llevan uniforme, son la pieza fundamental de la historia, pero nada pueden hacer frente a la potencia de los elementos.
Por un lado, tenemos a los alemanes, que son los primeros que conocemos en una estupenda secuencia que bien podría haber acabado como el principio de Colmillo Blanco (pero no lo hace) y de los que rápidamente sabemos rasgos que se definirán con mayor precisión a medida que avanza la historia.
Luego llegan los británicos, y la cosa se resiente un poco. El culpable es el personaje interpretado por Lachlan Nieboer, que es un capullo integral. Ya habíamos conseguido lo difícil, simpatizar con los nazis, y llegan los aliados y resulta que son arrogantes, faltones, chulos y poco colaboradores. Que yo entiendo que los otros son nazis y eso, pero si no te han disparado nada más verte y te abren la puerta de su refugio… qué menos que un poco de tacto. Por si se cansan de ti y te meten un balazo en la cabeza, más que nada, que es lo que se empieza a desear, y que hubiese sido una evolución lógica de los acontecimientos. A falta de Ciudadanos Americanos que Luchen por su Patria, tenemos a los anglos para hacer lo que mejor saben al otro lado del atlántico: ser Héroes de Acción. Por lo menos Rupert Grint está bastante bien.
Salvado este escollo, tenemos una película ligera pero entretenida, que sin ser la quintaesencia de la crítica a los conflictos armados ni tener el mejor guion de la historia es agradable, divertida y hasta emocionante.
Perdidos en la nieve es un contrapunto a tener en cuenta ante el bombardeo hollywoodiense de militronchos que salvan el mundo día sí, día también (militronchos y pseudomilitronchos y paramilitares y… bueno, ya sabéis, todos esos) a base de cepillarse al enemigo a tiro limpio. Se agradece de vez en cuando no encontrarse con el maniqueismo habitual. Y, además, sirve para conocer una de esas pequeñas historias tan interesantes que se pierden en la gran Historia.
Frases de Perdidos en la nieve
Schwarz: «¿No deberíamos matarlos?»
Schopis: «No. No somos unos salvajes»
Schopis: «Esto es la guerra, no un estúpido juego»
Davenport: «Vamos a morir aquí»