Una anciana busca a su hijo perdido junto a un político en horas bajas en la nueva producción de Stephen Frears. Una historia luminosa aunque un tanto sentimentaloide.
En 2002, Peter Mullan dirigió «Las hermanas de la Magdalena», un drama que narraba las barbaridades cometidas en el nombre de Dios en una suerte de reformatorio que recogía muchachas, por decirlo de alguna manera, que no habían tomado el camino recto. «Philomena», la nueva película del prolífico Stephen Frears, podría entenderse como una continuación, a nivel temático, de la anterior.
Si en la de Mullan las protagonistas eran adolescentes de familias ultracatólicas y conservadoras, en la de Frears la acción se desarrolla también en Irlanda pero unas cuantas décadas después. La protagonista -interpretada por una espléndida Judi Dench-, es una entrañable septuagenaria que, tal y como explican los flashbacks iniciales, se ve obligada a entregar a su hijo en adopción mientras trabaja sin descanso para las despiadadas monjas. Sin embargo, la acción se centra, a la road-movie, en la incansable búsqueda del pariente perdido.
La diferencia principal con la película de Mullan es que «Philomena» se despoja de cualquier asomo de sordidez. Evita los planos cerrados y la fotografía gris que hacían de «Las hermanas de la Magdalena» una obra opresiva para instalarse en la calidez del personaje principal y su cínico acompañante. La campiña irlandesa despliega todo su esplendor en contraste con la oscuridad de las escenas rodadas en el convento y el director elimina todo resquicio de rencor -que no de sentimentalismo, de este hay mucho en Philomena- con la intención de ofrecer una visión luminosa del asunto.
Así, el ácido sentido del humor, provocado en su mayor parte por el choque generacional que representa la propia Philomena y el personaje de Steve Coogan, los matizados diálogos y las emotivas situaciones que tienen lugar en EE.UU sirven para completar un producto compacto, del gusto del público y la crítica, que viene sin embargo impelido por una extraña fuerza que no le permite profundizar dramáticamente. Una película que trata un tema incómodo de una manera almibarada – en este sentido podría recordar a «El lado bueno de las cosas»– que obliga al espectador a deambular entre diferentes estadios emocionales: de la lágrima a la risa, de la indignación a la catársis, hasta llegar a esa agradable sensación que acompaña a uno cuando una película entrega recompensas sin necesidad de esfuerzos.
Frases destacadas de «Philomena»:
– Philomena: «¡No abandoné a mi hijo, me lo quitaron!»
– Philomena: «Te perdono porque no quiero permanecer enfadada».