Llega a nuestros cines la esperada «Post Tenebras Lux», la película más críptica y temeraria de Carlos Reygadas.
En el prólogo arrollador de “Post Tenebras Lux” hallamos a una niña en medio de un vasto paraje natural rodeada de perros asilvestrados que persiguen a vacas y caballos. La pequeña es la propia hija del director: Rut Reygadas. Los efusivos gritos de Rut pronto se convierten en llantos aterradores cuando cae la noche. Si “Luz silenciosa”, el anterior largometraje de Carlos Reygadas, se iniciaba con tétricas imágenes sumadas en una penumbra que desaparecía progresivamente con los primeros rayos del amanecer, “Post Tenebras Lux” sufre el proceso inverso. En el primer film la disipación de la oscuridad revela un bucólico escenario rural que había permanecido oculto durante la noche. En cambio, en el último trabajo del cineasta mejicano, un paisaje idílico similar al de “Luz silenciosa” va perdiendo la luminosidad con la llegada del crepúsculo, la metáfora del advenimiento de una maldad indescriptible que ronda por los alrededores.
El advenimiento del Apocalipsis
La anticipatoria aparición del mal se augura a través las imágenes de la niña que capta una cámara con lente distorsionada. La iconografía del infante y el paisaje inabarcable posee ciertos elementos sombríos que remiten al imaginario del Apocalipsis. “Post Tenebras Lux” comparte con el “El caballo de Turín” de Béla Tarr la esencia apocalíptica que se esconde detrás de unos bellos fotogramas que retratan la paradisíaca cotidianidad de la vida rural. En el testamento fílmico del realizador húngaro el edén visualmente embaucador no ostenta su verdadera naturaleza perversa hasta el desenlace de la historia. Sin embargo “Post Tenebras Lux” pretende enseñar desde el comienzo la gestación de una infierno en la misma Tierra. Sin más alegorías, Carlos Reygadas nos sitúa frente a frente con las tinieblas a través de una figura que personifica al diablo. El demonio de rojo neón que se pasea por las habitaciones de los miembros de la familia campestre es una exhibición de cuestionable estética, imposible no asemejarla con los maravillosos espíritus velludos de penetrantes ojos rojos de “Tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas” de Apichatpong Weerasethakul.
El descenso a los infiernos de Juan
“Post Tenebras Lux” puede leerse como una perpetua ensoñación del patriarca de la familia atípica formada por Juan, Adolfo Jiménez y Natalia, Nathalia Acevedo. La percepción onírica se exhibe en dos niveles: el primero, el visual, a través del formato con el que se graba la pieza y, el segundo, pertenece a las cuestiones narrativas. El autor utiliza el 4:3 y una lente especial para la cámara que duplica los bordes de la imagen, óptica que obliga a fijar la mirada en las esquinas ilusorias usurpando el protagonismo tradicional del centro del plano. Las escenas que conforman “Post Tenebras Lux” están desprovistas de continuidad lineal. Al estilo de Tsai Ming-liang en la exquisita «Stray Dogs», el film de Reygadas altera la noción de tiempo y espacio para situar al espectador en un caos sensorial donde sólo se proyectan las fantasías, miedos y sueños del protagonista que van desde una explícita e imposible orgía con su frígida mujer a un asesinato en manos de su criado.
Frases destacadas de «Post Tenebras Lux»:
Juan: La riqueza, aquello por lo que más lucha el hombre, no vale más que el placer que se experimenta al abandonar».
Natalia: ¿Esta es la habitación Hegel? Nos hemos equivocado.
Una mujer a Natalia: «Tu cuerpo está hecho para esto».
Juan: «Podemos ser felices, sólo tenemos que trabajarlo».
Juan: Hoy me sentí como cuando era niño, sentí el pasto en mis pies, sentí cómo se metía entre mis dedos. Podía distinguir cada tallo».
Natalia: «¿Has pensado en levantar la denuncia?».
El Siete: ¡Rut! ¡Eleazar! ¿Qué hacéis sin vuestro papá?.