Los personajes de la infancia de varias generaciones llegan ahora convertidos en una mediocre superproducción.
Ahora que en nuestras carteleras tenemos un revival noventero con títulos como “La bella y la bestia” (Bill Condon, 2017) o “Ghost in the Shell” (Rupert Sanders, 2017), llega la adaptación de un producto que todos aquellos que crecimos hace dos décadas seguro que recordamos con cariño. “Power Rangers” no ha sido nunca una producción televisiva prestigiosa, es más, vista en la actualidad es evidente la “cutrez” de la que hacía gala, aunque hoy en día eso sea haga que pueda ser vista aún con más cariño, acentuando así más sus influencias japonesas, con artes marciales, monstruos y robots gigantes. De hecho, en origen era una serie de televisión japonesa llamada “Super Sentai”, sobre la que se regrabaron numerosas escenas para americanizarla, con un reparto totalmente nuevo. A día de hoy, la serie sigue emitiéndose tras pasar por infinidad de arcos argumentales y cambios de protagonistas.
Ahora, expertos en aprovechar cualquier tipo de filón, por pequeño o antiguo que sea, Hollywood nos los trae actualizados y aceptables para una audiencia moderna. En principio esto no parece una mala idea, la estética y la mitología de la obra original con unos efectos especiales de primer nivel tenía posibilidades de dar pie a algo espectacular y entretenido. Así pues, aterriza al fin en nuestras pantallas sin demasiados nombres en su equipo sobre los que entusiasmarse. Sin ir más lejos, el encargado de ponerse tras las cámaras no es otro que Dean Israelite, responsable de la lamentable “Project Almanac” (2015). ¿Nos encontramos así ante una película que valga la pena?
Un rayo de esperanza
Para dar una respuesta a la pregunta, podemos contestar de manera concisa que no nos encontramos ante una buena película. La cinta hace gala de algunos de los defectos más criticables a un blockbuster de estar características: el guion es vago y tontorrón, la acción videoclipera y en general un tono de “modernez” impostado en la búsqueda de una complicidad con las masas. Dicho esto, lo normal sería la espantada general de los lectores ante este panorama, y sin embargo, también hay que añadir que la cinta funciona dentro de sus desperfectos como un entretenimiento descerebrado, gracias sobre todo a los personajes, el único apartado en el que podemos encontrar una interesante novedad respecto a la serie original.
No es que la descripción ni la actuación de los cinco protagonistas sea digna de pasar a la historia, pero se nota un esfuerzo en ambos casos de aportar una profundidad y diferencia que difieren con lo generalmente visto y que sin duda ayudan a mantener el interés. Tampoco es normal ver en películas de estas características personajes con autismo u homosexuales, algo que no se esperaría de una adaptación de este estilo, y más tratado con cierta clase y sutileza. El tema racial también es interesante a priori, pero puede resultar más polémico (cinco jovenes de cinco etnias diferentes de los que el blanco rubio es el líder). A lo bueno hay que sumarle la participación virtual de Bill Hader y Brian Cranston, que solo con su mera presencia aumentan el nivel de la película. Peor lo tiene Elizabeth Banks como villana de la función, cuyo arco argumental es lamentablemente nulo, quedándose solo en muecas e histrionismo desfasado.
Muy tarde, muy poco
Tampoco encontraremos nada demasiado interesante en el plano de la acción, dejando el grueso espectacular para el acto final, sin que apenas antes hayamos podido disfrutar de nada demasiado interesante en este sentido. No termina de desencajar tratándose de una historia de orígenes, pero resulta decepcionante que tarden tantísimo en pelear físicamente con los trajes puestos, y lo hagan durante tan poco tiempo. Los fans tampoco se sentirán demasiado contentos con algunos cambios, como el Goldar de la película que nada tiene que ver con el gracioso secundario de la serie. El hecho de dar superpoderes a los personajes incluso sin el traje o ese origen tan incierto del Mega-Zord. El diseño de producción resulta aparatoso, pero interesante, con esa apariencia claramente extraterrestre que le han dado a todo.
Podríamos estar ante el inicio de una saga interesante sobre estos personajes, para lo que será necesario trabajar muchísimo más las tramas y la mitología. Como película de orígenes se queda a medias, entre la presentación interesante y una trama que hace aguas por todos lados. Recuerda demasiado en su propia estupidez a otros intentos de reflotar sagas como “Ninja Turtles” (Jonathan Liebesman, 2017), y de hecho extraña no ver entre sus productores a Michael Bay.
Frases de la película
- «¿Somos más como Iron Man, o como Spiderman?»
- «Ya no hecho tanto de menos a mi padre»
- «Ya he matado rangers antes»