Cinta de ciencia ficción donde Mateo Gil demuestra su versativilidad genérica en la dirección
El director español Mateo Gil está demostrando ser ante todo un cineasta ambivalente. Eso es lo que se aprecia en su escasa filmografía, configurada por «Nadie conoce a nadie» (1999), un thriller español de lo más noventero en tanto a temática como a estética, la exquista «Blackthorn. Sin destino» (2011), un western con aromas visuales a la crudeza del spaguetti, y la película que hoy nos atañe, «Proyecto Lázaro», una aproximación a la ciencia ficción que bien podría rememorarnos en sus intenciones al Charlie Brooker de «Black Mirror» (2011 – actualidad). Más si cabe destacar que su próximo trabajo, «Las leyes de la termodinámica», esperada para 2017, se trata de una comedia romántica.
«Proyecto Lázaro», como bien hemos señalado, nos retrotae a la distopía de un futuro no muy lejano. Un éxito de la tecnología que acaba por tambalear los principios más básicos de nuestra existencia. La cinta aborda, haciendo una referencia bíblica en su título, al anhelo intrínsecamente humano de la inmortalidad. Una exploración a las razones que llevan a un ser humano a criogenizarse esperando con esperanza ser sanado de una enfermedad en el futuro. Dentro de estas motivaciones, nos encontramos con el panorama donde la ciencia ha logrado lo imposible, volver a reanimar a una persona que abandonó la vida años atrás. Se abren pues diversas bifurcaciones morales sobre las que la cinta invita a reflexionar. La inmortalidad, mostrada como hecho, nos deja entrever las connotaciones que ella trae. Un engramado moral donde juegan un interesante papel tanto la ciencia como la filosofía, así como el impacto emocional de una persona desarraigada tanto de su pasado como de su cuerpo. Un debate que se articula sobre la referencia literaria de Frankenstein o el moderno Prometeo (1818) de Mary Shelley. El creador y el monstruo, el dinero y el amor, todo ello forma parte de un mundo complejo donde el vaciado del propio ser le invita a meditar sobre el sentido de su misma existencia o resurrección.
No obstante, cabe destacar algunas decisiones temáticas mejorables, como la incursión de un personaje vacío y casi cosificado como el de la enfermera, que podría haber sido mejor desarrollado sin lugar a dudas, o la facilidad con la que el protagonista de la cinta accede a información o lugares restringidos con tal de hacer avanzar la trama.
Visualizando el futuro
Gil no solamente aborda nuevas historias restringiéndose a sus guiones, sino que trata de fusionar la forma con el contenido en cada uno de ellos. Quizás ahí radique las contradicciones a las que se enfrenta en este nuevo trabajo. Y es que la dirección de la cinta se antoja eficaz, trazando líneas que casan a la perfección por la presión sentida por su personaje. No obstante, las referencias que toma el director se respiran demasiado obvias y carentes de originalidad. La fragmentación de la memoria juega un papel crucial en la configuración del protagonista, un viaje constante entre el pasado y el presente, la lucha incesante por no olvidar sus orígenes. Esto se traduce en una decisión formal algo forzada. La irrupción de un aparato de almacenamiento de recuerdos aparece de manera harto caprichosa, justificando la aproximación del director al terreno, siendo un mero pretexto para el lucimiento del cineasta. Y es que Mateo Gil se deja contagiar en demasía del cine reciente de Terrence Malick, coleccionando momentos de una vida de manera sincopada, ahondando en la belleza visual de éstas buscando el contraste entre lo hermoso y lo violento, las dualidades de una vida. Todo ello acompañado de una voz en off que articula una meditación existencial innecesaria de acompañar mediante palabras. Algo que degrada los aciertos del filme, las escenas más profundas o dolorosas que se logran mediante el reposo de las imágenes y el desarrollo emocional y físico de las decisiones más complejas a las que se ven obligados a recurrir sus protagonistas.
Frases destacadas:
- Doctor: «La inmortalidad es cuestión de tiempo»
- Mark: «Ya habrán personas a las que querer, y que me amen»