El cine como modo de enfrentarse a una realidad nauseabunda. O como vehículo para mostrar a una sociedad que hace del patetismo su mejor virtud. Con marcado acento hollywoodiense, Peter Weir ya intento explorar en el “El show de Truman” los límites de la televisión, una historia que parecía alejarse de la realidad pero que inspiró a los que usaron el nombre del todopoderoso vigilante de la novela “1984” de George Orwell para diseñar un magnificado estercolero televisivo, solo soportable para estómagos con pocos escrúpulos. Las carcajadas provocadas por la estupenda “Pequeña Miss Sunshine” también mostraban a esa sociedad obsesionada con el éxito, sin conocer sus causas y consecuencias y en la que el fin siempre justifica los medios.
Los directores italianos siempre han sabido buscar la inspiración en las miserias que les rodeaban. “El ladrón de bicicletas”, “Roma, ciudad abierta” o la imprescindible “Umberto D” mostraban la devastación producida por una guerra cruenta, con unos personajes desesperados para los que la supervivencia era el único objetivo de su devenir diario. Después Europa se repuso del cataclismo mundial y poco a poco directores como Luccino Visconti o Federico Fellini abandonaron el neorrealismo y buscaron nuevas identidades.
A caballo entre esa obsesión por lo perceptible y las visiones de la infancia que Fellini retrató en “Amarcord” es donde encuentra su origen la última película de Matteo Garrone, Reality. En una boda aparecen personajes de un pequeño pueblo napolitano que rememora a aquella Rímini de mujeres orondas y escotadas y pintorescas situaciones. La sencillez de sus avatares se rompe cuando un pescadero decide presentarse a las pruebas del Gran Hermano italiano impelido por el éxito de uno de esos pobres hombres que, al igual que le ocurre al personaje de Roberto Beningni en la irregular “A Roma con amor” de Woody Allen, se ha convertido en el foco de atención de medio mundo sin poder entender muy bien el por qué. El interés en el fresco costumbrista con frágiles acentos cómicos se va desplazando hacia el descenso moral del protagonista, algo quizá demasiado reducido para los cuatro guionistas que se han encargado del libreto.
La cámara de Garrone vuelve a ser volátil, la fotografía cruda y el plano corto, como ya ocurriera en su anterior Gomorra. Es lo único que tienen en común las dos cintas. Y también que los protagonistas son mafiosos, pero en el caso de “Reality”, en la vida real. Aniello Arena, que soporta todo el peso de la película, lleva casi dos décadas en la cárcel de Volterra por haber sido uno de los matones a sueldo de la Camorra. Es la misma prisión que sirvió a los hermanos Taviani para rodar su “César debe morir” con el que lograron el Oso de Oro en el festival de Berlín. El todavía preso ha aprovechado su falta de libertad para poder encarnar con veracidad en su debut a un personaje muy alejado de su pasado real, ensimismado con el vacuo porvenir que le ofrece transformarse en un gran bufón.
La historia de Luciano no es pretenciosa ni tiene grandes alardes dramáticos pero, más por culpa del libreto que de una estupenda interpretación, tampoco emociona en exceso. El encanto de las vidas humildes contrasta con el sonrojo producido por la televisión de las masas, el símbolo de una época decadente con esos sujetos que copan las audiencias durante pesados días y peores noches. En el festival de Cannes logró la mención especial del Jurado. Pero lo cierto es que Reality nunca se convertirá en ese juguete roto arrojado en una miserable esquina y al que ya nadie mira cuando ha dejado de ser la gallina de los huevos de oro.
Ivan Granatino Ft. Franco Ricciardi “A storia e Maria”
Frases destacadas:
Enzo: “Seguid siempre vuestros sueños”
Luciano: “Les he dicho cosas que no le había contado ni a mi padre”
María: “¿Crees que en la televisión van a perder el tiempo con un idiota como tú?”
Michele: “A todos nos vigilan, a todos nos observan”
Calificación: 6