Céline Sciamma confecciona una cinta amorosa cargada de emoción y sentimiento
Céline Sciamma detrás de las cámaras, durante sus tres primeros filmes, ha sido sinónimo del descubrimiento sexual femenino. Un estudio sobre el deseo en la adolescencia, pero también del rol que quiere adoptar una persona en pleno desarrollo para mostrarse ante los demás. Siendo constante la homosexualidad y la transexualidad, sus películas han optado por enfoques más sutiles y realistas, véase «Tomboy» (2011) u otras más frías estilizadas, como pueden ser «Lirios de agua» (2006) o «Girlhood» (2011). Su último trabajo, la muy celebrada «Retrato de una mujer en llamas», mejor guion en el pasado Festival de Cannes, respeta la esencia de su autora, abordando aquellos instantes de voluntad reprimida a la hora de disfrutar la orientación sexual con la que se ha nacido. Pero lo hace dejando atrás la adolescencia para abrazar la vida adulta. Lo realiza también olvidándose de la realidad presente y llevando su visión emocional de las relaciones humanas al pasado. Un ejercicio de madurez narrativa que se materializa en la condición adulta de sus protagonistas.
El filme se abre en pleno estudio femenino, donde unas jóvenes aprendices dibujan a su maestra. Esta a su vez, mientras rectifica a sus alumnas, se fija en un cuadro que se puede ver, el retrato de una mujer en llamas. A partir de este recurso, nos inmiscuimos en un larguísimo flashback que nos narra la casi totalidad de la historia. En 1770, una pintora recibe un extraño encargo. Llegando hasta el apartado domicilio donde solicitan sus servicios viajando en barca, se encuentra con una realidad donde prima el engaño y la mentira. Una mujer le pide a esta artista que realice el retrato de su hija. Ésta acaba de salir del convento, pues tienen previsto casarla al haber fallecido su hermana mayor, desconocemos si por accidente o por suicidio. Heloïsse no tiene intención alguna de contentar a su madre, por lo que se niega a posar para ser pintada y que se le muestre su rostro al milanés a quien pretenden entregarla. La misión de nuestra protagonista será hacerse pasar por una dama de compañía, aprovechando sus pocos minutos con ella para fijarse en sus rasgos y plasmarlos a posterior en un lienzo.
A partir de este contexto, Sciamma confecciona un retrato, pero no en lienzo sino en movimiento. Lo hace hablando de dos mujeres,las cuales se mueven en ambiente lúgubre y melancólico. Una isla que representa aislamiento y ausencia de libertad. Los verdes parajes y el azul de cielo y el mar se funden en una mirada lacónica y fría. El color juega un papel importante a la hora de contrarrestar con la pasión interna del corazón de sus protagonistas. La directora francesa se basa en sus primeras escenas en una recreación naturalista de las escenas, enfrentando a sus personajes a la dura realidad de una situación que aceptan pero que realmente les supera. Es partir del incedente con las llamas, cuando el filme se torna también simbólico, estilizado, tomándose licencias artísticas a la hora de reflejar los sentimientos. Es también cuando por fin fluyen unas pasiones amorosas impensables en cualquier otro contexto. El amor y el deseo se ven también obligados a convivir con la constancia de que la felicidad tiene fecha de caducidad, que el mundo está organizado de tal manera que no es posible disfrutar de un amor que les ha sido arrebatado incluso antes de nacer. Se torna pues el filme un drama contenido, un muestrario de pasiones ocultas, intensas, vividas desde el disimulo y el silencio. Un dolor que se manifiesta violentamente en un bellísimo plano final, cargado de emoción oculta incapaz de contenerse, con un sonido atronador, una tormenta que golpea sin piedad al espectador dejándole estupefacto en su butaca. Un triunfo mayúsculo el de Sciamma quien firma una de las películas más bellas del año.
Frases destacadas:
- «Tu padre se mantiene en muy buena forma»
- «Es mío, está a su nombre para que lo expusieran»
- «Deberá pintarla sin que lo sepa»