Mar. Mar 19th, 2024

Se estrena en nuestras salas la adaptación cinematográfica de la novela de la escritor belga Ni de Eva ni de Adán.

 

Amélie Nothomb

Extravagante. Quizás este sea el adjetivo que mejor defina la personalidad de una escritora excepcional por las rarezas que acompañan a su literatura. Una mujer que se mueve entre dos tierras literarias, la novela corta que nos perturba por sus relaciones de dominación y su doble juego entre el amor y el asesinato, y sus obras estrictamente autobiográficas. Este es el caso de Ni de Eva ni de Adán (2007), donde Amélie Nothomb narra sus desventuras amorosas en Tokio, un enriquecedor relato lleno de anécdotas que complementa Estupor y temblores (1999), donde se centra en su alocada actividad laboral en el país nipón y su desasosiego emocional respecto a este ritmo de vida.

 

Romance en Tokio, hablado en francés

La película del belga Stefan Liberski es ante todo una muestra de la dualidad que existe entre el contraste de dos culturas muy diferenciadas. Una historia literariamente acontecida en los años noventa pero que resulta totalmente transportable a nuestros tiempos, como bien se aprecia en el filme. Por un lado tenemos una joven belga (Amélie) cuyo objetivo es ser japonesa. Una mujer que nació en Japón cuando su padre diplomático residía allí, algo que los que hayan leído sus novelas conocerán, al igual que su pasado marcado por el alcoholismo infantil dentro de este espacio insular. Por el otro, un tokiota (Rinri) que desea aprender francés. Y a partir de aquí vivimos el intenso deseo de comprender lo que realmente proyectan el uno en el otro, la sed de conocimiento de la cultura a la que admiran pero no acaban de asimilar. Así pues, el humor de la cinta llevado de la mano de su protagonista se moverá a través de la ignorancia de ciertas costumbres o la dificultad insoldable de adaptarse a un ritmo de vida totalmente desquiciante. Estará pues muy cuidada la interacción entre dos mundos. A modo de ejemplo, una de las secuencias iniciales nos muestra el modo en que saluda a un nipón recién conocido y por el otro como lo hacen dos occidentales. Otra escena que nos brinda esta información sobre el choque cultural es todavía más iniciática, cuando apreciamos el amago de la chica en mantener un inocente contacto físico con su estudiante y éste se aparta por el movimiento inesperado. Además viviremos la reiteración necesaria en las citas que necesita una persona nipona para abrir su corazón y dejarse embriagar por el amor.

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Más simpática resultará su relación con la familia japonesa de Rinri, con unos progenitores que encarnan los estereotipos marcados por la costumbre japonesa, resaltando la solemnidad patriarcal del suegro y los fríos reproches de una suegra que odia que su hijo de junte con quien hace peligrar los valores tradicionales de la familia. Todo ello aún más evidenciado en la acalorada discusión que estos tienen en cuanto abandonan la sala, demostrando una vez más que los nipones tienen interiorizado el guardar las apariencias, mientras que lo que sienten se mantiene escondidos a ojos del interesado. Resultará interesante también, la interesante relación que hace de dicha familia con los géneros cinematográficos japoneses más internacionales como son las películas de samuráis y de yakuzas.

El machismo asimilado también es una de las tónicas reinante en el país asiático y que podemos apreciar en la escena donde Amélie acaba por convertirse involuntariamente e impulsada por su Rinri en una geisha moderna, es decir, en una “habladora” que debe prescindir de sus deseos con tal de contentar a los hombres. A su vez, sentimos su presión ante la necesidad del matrimonio, algo que hace peligrar sus deseos de independencia personal.

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Gominola

“Romance en Tokio”, la cual nos habla de todo lo comentado anteriormente, resulta ante todo una propuesta amable, un acercamiento light a la esencia de la escritora del relato original que se hace muy llevadero para el espectador, manteniendo un ritmo constante y un trato afable con él. Es por ello que sentimos un constante colorido que va desde el diseño de vestuario a los decorados. A su vez, nos acompañan incontables representaciones mentales de los sentimientos de su personaje principal, jugando con la metáfora visual. Y todo ello envuelto de unas notas musicales alegres que tratan de sumergirnos de buen agrado en una cinta romántica abierta a un público bastante generalista.

 

Frases destacadas:

  • Amélie: “Mi objetivo: ser japonesa
  • Rinri: “Mi mayor deseo es que mi muerte moleste al mínimo de personas posibles”.
  • Amélie: “La tradición belga dice que el hombre se marche antes del alba”.
  • Rinri: “¿La tradición belga deja que volvamos a vernos?”
  • Amélie: “Sin duda me devolvió la vida el esplendor del Monte Fuji”.
  • Amélie: “Para él yo soy Francia y para mí él es Japón

 

Tráiler de “Romance en Tokio”:

Por Luis Suñer

Graduado en Humanidades, crítico de cine y muerto de hambre en general.

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