David Fincher, durante una entrevista, afirmó haber basado su carrera en un hecho tan controvertido como, en mi humilde opinión, acertado: «La gente es una pervertida».
A un experto en el arte de estimular la mente humana como es el director de ‘Seven’ no se le ha escapado la oscura relación entre el espectador cinematográfico y el morbo que genera la capacidad de atender al horror, la devastación y el sufrimiento desde la reconfortante distancia que ofrece el patio de butacas. El apabullante éxito comercial de subgéneros como el torture porn —con la saga ‘Saw’ como mayor estandarte— o el cine de catástrofes actual, heredero digital de la gloriosa explotación a la que se vio sometido durante la prolífica década de los setenta, confirma el poder del desastre como reclamo principal para alimentar al pequeño depravado que todo cinéfago lleva dentro. ‘San Andrés’, consciente de ello, eleva el nivel de todo lo visto hasta la fecha hasta una nueva y deliciosa categoría: La pornografía de la destrucción.
Leer la palabra “porno”, nos conduce inmediatamente a una asociación con elementos sexuales; a dos —o más— cuerpos desnudos fundiéndose de forma explicita frente a la lente de una cámara para provocar excitación en el público. En ‘San Andrés’, la carne, la piel y los fluidos se sustituyen por toneladas de cristal, metal y piedra colapsando, retorciéndose entre si y sesgando vidas en el show catastrófico por excelencia; en el más obsceno cataclismo que bien podría ser el sueño húmedo del mismísimo Roland Emmerich; en una oda a la hecatombe tan satisfactoria y estimulante como radicalmente simple e insustancial.
Los instintos primarios del niño que todos llevamos dentro, ávido de un espectáculo vacuo de aplauso fácil e inconsciente y carcajada cómplice con la maraña de tópicos, disparates y lugares comunes, quedan ampliamente complacidos gracias, en gran parte, a la —inesperada si atendemos a su filmografía— buena mano de Brad Peyton a la hora de planificar y deleitar al respetable con imágenes capaces de desencajar mandíbulas debido a la salvaje escala de la que hacen gala y a unos fastuosos efectos especiales de primerísima categoría; siendo el otro responsable del placer casi culpable que ofrece ‘San Andreas’ ese derroche de carisma y músculos llamado Dwayne Johnson, wrestler reconvertido en actor que está elevando hasta cotas insospechadas toda la fuerza y el magnetismo que ya exhibía durante su etapa en el cuadrilátero bajo el nombre de The Rock.
Un abrumador despliegue audiovisual
Como no podía ser de otro modo, todo este este gozo sin concesiones cuasi primitivo tiene un coste, y en este caso, las energías volcadas sobre el abrumador despliegue audiovisual parecen haber pasado factura a un guión de parvulario, previsible, minado de clichés —salvo honrosas excepciones—y subtramas ridículas que, de ser tolerantes y conscientes del tipo de producto que estamos consumiendo, transformarán el bochorno casi vergonzante de algunas situaciones en sonrisas partícipes del descerebrado y divertidísimo blockbuster que es ‘San Andrés’.
En muy contadas ocasiones se sale de una sala de cine con una mueca de satisfacción tan honesta, elemental y pueril. Es por esto que no puedo hacer más que agradecer a ‘San Andreas’ su capacidad para hacerte desconectar y sumergirte en su simplona pero efectiva oleada de destrucción sin cuartel, por hacerte vibrar a cada frase lapidaria de Dwayne Johnson, por dilatarte las pupilas cada vez que aparece Alexandra Daddario en pantalla, por traer de vuelta a ese crío de doce años que disfrutaba ojiplático de cintas como ‘Terremoto’ (Mark Robson, 1974) y, en definitiva, por alimentar a ese pervertido inherente a mi condición de espectador y dejarle más que satisfecho.
Frases destacadas de «San Andrés»:
- Emma: «You left my daughter? If you’re not already dead, I’m gonna fucking kill you«
- Lawrence Hayes: «Is not a matter of where. It’s a matter of when«
- Lawrence Hayes: «The Earth will literally crack and you will feel it on the East Coast«
- Ollie: «I can’t wait to be twenty«
- Ray: «This is not a normal day!«
- Emma: «You couldn’t save our daughter and nobody could do it«
- Ray: «I’ll bring her back. I promise«
- Ray: «Now, we rebuild«