La más alocada y salvaje de las cuatro entregas sobre los tornados de tiburones que asolan Estados Unidos
Tras la irrupción del primero sharknado en Los Ángeles y la aparición de más anomalías meteorológicas en Nueva York y Washington e incluso en el espacio como vimos en las tres entregas anteriores, “Sharknado: Que la 4ª te acompañe” se sitúa cinco años después de su precuela dejándonos ver un mundo libre de sharknados durante un periodo de cinco años. Un multimillonario ha desarrollado una tecnología capaz de combatir el fenómeno y de liberar al padre de Fin, interpretado por David Hasselhof, quien se quedó perdido en la Luna la última vez que lo vimos. Ahora Fin y su madre viven en un rancho de Kansas donde cuidan de su hijo, quien no ha podido conocer a su progenitora y a quien confunde con un tiburón por las trágicas circunstancias en las que dio a luz en “Sharknado 3”. Un contexto de paz que dura bien poco al desplazarse Fin y Géminis a Las Vegas a conocer a la que será la esposa del primogénito de la familia Shepard. Será en ese momento en el que aparecerá una tormenta de arena con tiburones que dará el pistoletazo de salida a un sinfín de locuras cutres y salchicheras y por supuesto absurdas que nos entregarán un prólogo que superará todas las expectativas puestas en la continuación de esta saga.
No será capaces de…
Cuando en 2013 alucinamos con la primera entrega de “Sharknado”, una idea nos rondaba la cabeza continuamente. El sinsentido de sus diálogos o el desarrollo de las ideas, nos invitaban a plantearnos si un guionista en su sano juicio solucionaría los conflictos de la manera que lo hace la película. Y en esta interacción mental con el telefilme, siempre salíamos sorprendidos. “Sharknado” triunfó por ser capaz de ir más allá de lo que pudiéramos imaginarnos, de dotar de una libertad salvaje que viola todos los códigos predeterminados y cuyo triunfo reside en impregnar de esa esencia a todas y cada una de sus ocurrencias. Algo que se materializa de manera icónica en el mítico final en el que Fin salvaba a Nova del interior de un tiburón gigante. Y es esta marca la que salvó “Sharknado 3” del descarrilamiento, regalándonos un tramo final en el que el nacimiento del hijo de los Shepard consagró la habilidad de la saga por sorprendernos en sus delirios una vez más. Y en esta nueva historia sentiremos todo ello elevado a la máxima potencia. En un sinfín de guiños cinéfilos como “El mago de Oz”, experimentaremos acontecimientos tan extremos como el desplazamiento de una casa movida por un Sharknado desplazándola desde Kansas a Chicago. Y es que en esta ocasión, los protagonistas de la película no solo se enfrentarán a sharknados, sino que se las verán para combatir con piedranados, lavanados, vacanados o incluso un nuclearnado. Para ello andarán bien equipados y encontraremos referencias a cintas de acción como “Iron Man”.
La ironía
Sharknado siempre ha parodiado esas cintas de acción cargadas de piruetas inverosímiles que se desarrollan satisfactoriamente buscando el aplauso del respetable. Y con sus medios marcados por un CGI vergonzante y un uso de los cromas continuado, busca emular estas aventuras haciendo énfasis en lo realmente absurdas que son, invitándonos a reflexionar sobre la edificación del cine escapista de aventuras que consumimos sin filtros en multitud de ocasiones. Algo que también se aprecia en la construcción de los valores de los personajes, el carácter heroico de los protagonistas y los clichés más estirados que hemos sufrido en multitud de filmes.
Frases destacadas de “Sharknado 4”:
- «No es mi madre. Mi madre es un tiburón, no un robot»
- «Soy un Shepard»