No es una simple película de Godzilla, es una cinta de Hideaki Anno
Más allá del Kaiju eiga
En 1954 dio el pistoletazo de salida del género japonés kaiju-eiga (cine de monstruos) el más importante director de este tipo de cintas, Isihiro Honda. Con «Gojira», implantó en el imaginario colectivo nipón la figura de un gigantesco ser capaz de arruinar una ciudad completa. Un éxito sin precedentes de taquilla cuya respuesta fui un sinfín de secuelas capaces de alcanzar el absurdo enfrentando a la criatura contra King Kong o robots del espacio. No obstante, en la cinta original, se respira algo más que la espectacularidad de la acción de un momento. Y es que existe una clara mirada crítica hacia el uso de la bomba atómica por parte de USA contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki nueve años antes. Tras la retirada de la ocupación norteamericana en 1952, siendo liberada la industria cinematográfica tanto del fascismo anterior como de la censura estadounidense, se levantaron voces propias que criticaron ambos regimenes. En el caso de «Gojira», el punto de vista crítico se encuentra en la condena de la experimentación atómica por parte del invasor cerca de tierras niponas. Así pues, la temible criatura es la manifestación física del horror atómico. Consigue pues Honda, de manera inteligente, metaforizar desde el entretenimiento de masas, elaborar un mensaje político de lo más reciente en el momento. Y es esta idea política, consciente del estado internacional de la postura americana y de la experimentación atómica, donde se centra esta nueva entrega de Godzilla, más familiarizada con el humor mordaz y la sátira de la coreana «The Host» (Boon John hoo, 2006) que la vacua destrucción sin personalidad que se aprecia en las adaptaciones estadounidenses de las últimas decadas.
Hideaki Anno
Hay dos directores detrás de esta superproducción aunque claramente uno brilla por encima del otro. Shinji Iguchi nos ha dejado cortos como el decepcionante «Giant God Warrior Appear in Tokyo» (2012) o el doble live action de «Ataque a los titanes» (2015). Estas últimas vapuleadas por los seguidores de la saga animada y acusada de ofrecer un muy pobre uso del CGI reservando las escenas más decentes únicamente para el tráiler. Un director pues habituado a presentar enormes monstruos que causan el caos entre las ciudades humanas. Por el otro lado, el gran reclamo de esta nueva adaptación de Godzilla. Hideaki Anno. Mundialmente famoso por ser el artífice del anime «Neon Genesis Evangelion» (1995). Una serie capaz de dar la vuelta al mundo y cuyo impacto sigue vigente a día de hoy, pues su director ya ofreció tres estupendas películas iniciando un nuevo reboot y cuya finalización en una cuarta se vio truncada por su incoporación en el trabajo que hoy estamos tratando. Y es que es imposible hablar de una cinta de Anno sin referirnos a la serie que lo lanzó a la fama. Pues su personalidad se respira en todo aquello en lo que lanza. «Neon Genesis Evangelion», no se trata de un mecha (robots gigantes que luchan contra enemigos del mismo tamaño) al uso. Existe en ella una metafísica compleja, un entramado muy críptico de la esencia humana, el surgimiento de la personalidad en la adolescencia, el peso del abandono y el miedo a asumir responsabilidades. Un reflejo nihilista de una sociedad que en ocasiones no acaba de comprender por qué se resiste a no ser aniquilada o absorvida y llevada a un nuevo plano de la existencia. Y es este reflejo del comportamiento adolescente nipón, con su lenguaje visual característico, el primer plano contrapicado, la espera del tren que debe cruzar, la estancia en soledad en el vagón, la huída del mundanal ruido desde el reproductor de música personal o la perversión del universo adulto sobre los niños; el que ha sabido llevar a la perfección en cintas de acción real como «Love & Pop» (1998) o «Ritual» (2000).
No es una cinta al uso de Godzilla
El lenguaje y la visión de Hideaki Anno en «Evangelion» no se limita tan solo a la introspección. Es bien sabida la fuerza con la que muestra la espectacularidad de las batallas, la destrucción de la ciudad, la incontrolable fuerza del enemigo a batir. Pero a su vez, la cadena de mando que existe debajo de la ciudad y que se encarga de trazar el plan más óptimo para lograr la victoria. Y es en estos dos aspectos donde «Shin Godzilla» se erige como una película impreganada de la personalidad incofundible de su autor. Cabe destacar entonces que la cinta decepcionará a quien espere un filme de catástrofes comercial al uso. Y es que la cinta es ante todo un producto de lo más inteligente. Celebrábamos al inicio del texto la crítica que se respira en la original de Isihiro Honda. En esta ocasión, Anno, guionista de solitario del filme, va mucho más allá, pues su primera víctima es el mismo entramado burocrático nipón. Desde sus inicios, «Shin Godzilla» se desarrolla excepto en sus escenas de acción en innumerables despachos y espacios gubernamentales. La presentación de lugares y protagonistas es rápida, ajetreada, con un recursos propio de las cintas niponas de finales de los sesenta y principios de los setenta donde hay una descripción escrita de cada personaje que se sucede a la misma velocidad de sus palabras. Un montaje alocado que se corresponde a la perfección con la incertiduble y la necesidad de actuar con suma rapidez que vive el gobierno nipón. Todo ello lleva a logradas secuencias humorísticas, contrastando las informaciones que van recibiendo con las decisiones tomadas anteriormente al conocimiento de las mismas. El absurdo en la cadena de poder, la manera de reaccionar y el intento de calmar a la sociedad, acaba por ofrecer una mirada sarcástica e inutil del poder. No obstante, lejos del pesimismo que se respira normalmente en la fimografía del director, en esta ocasión, quien sabe si por exigencias tras el gran presupuesto que ha acarreado un proyecto de tales características, se vislumbra optimismo, unos personajes cuyos propósitos son loables, algo que quizás se subraye en demasía en un epílogo que se desmarca hacia cierto nacionalismo. Algo que podría ser escusable en la actitud de sus protagonistas, quien son conscientes del mal funcionamiento de los aparatos gubernamentales y la esperanza de lograr cambiar ciertos males que han acaerrado las desgracias provocadas por Godzilla. En cuanto al plano internacional, se dibuja una interesante reflexión en el poder de los mercados, la relaciones diplomáticas y, sobre todo, la más que visible crítica al uso de la fuerza atómica. En esta ocasión, repitiendo el mismo dogma que se defiende tras el uso de las dos bombas en 1945, la necesidad de su lanamiento con tal de evitar un mal mayor.
En su aspecto más espectacular, la cinta también respira la tensión que se vivía en los mastodónticos combates de «Evangelion». La ciudad vuelve a ser el espacio en el que una criatura llega a crear el caos entre los humanos. Una amenaza con la que es imposible comunicarse y tan solo queda el camino de la violencia con tal de combatirlo. El uso trepidante de la música y la inteligencia en la manera de rodar estas escenas logran una inmersión total del espectador. A su vez, consigue secuencias de lo más poéticas, como la evolución de Gojira, el uso de una música que cambia totalmente el registro y el uso de las luces en el momento en el que el monstruo entra en modo bersek, clara reminiscencia de algunas de las más dramáticas imágenes del anime.
Frases destacadas:
- «No creo que sea una tontería lo que ha dicho Yaguchi»
- «Casi nadie querría ser primer ministro en un momento como este»