Galardonada en el festival de Berlín «Si quiero silbar, silbo» es la última película rumana que traspasa fronteras y abre camino a sus compatriotas en el resto del continente.
Dirigida por el floreciente Florin Serban y co-escrita por él mismo y Catalin Mitulescu impacta la sobriedad de la propuesta y lo efectivo de la actuación de George Pistereanu. La cinta es una adaptación de la obra de teatro de Andreea Valean a la que, según palabras del propio director, se le han cambiado, rehecho y añadido muchos elementos y detalles.
La película sumerge al espectador en la historia de Silviu, un joven rumano recluido en un centro de menores del que no sabemos nada pero al que iremos conociendo poco a poco a medida que la trama avanza, lentamente, reconstruyendo su pasado y la realidad a la que se enfrenta. El espectador sigue a Silviu en su día a día y se encuentra tan prisionero como él: Serban muestra el mundo desde el punto de vista del prisionero con todas sus consecuencias reteniendo al espectador entre las vallas del complejo.
La historia es no solo un retrato de una realidad social su país sino que trasciende más allá de sus fronteras. La exclusión social, la delincuencia juvenil o los problemas familiares que se retratan en la cinta de Serban se dan cualquier otro país occidental, si bien la historia se ancla a Rumanía en con ciertos elementos propios. Lo importante, al fin y al cabo, no es el dónde, sino el qué.
Por encima de la sobriedad, la historia o cualquier otro elemento destaca el protagonista, Silviu, interpretado por George Pistereanu, una fuerza de la naturaleza que es capaz de transmitir sentimientos con una mirada, un gesto o una palabra. El ritmo lento de los dos primeros tercios de la historia se hacen llevaderos al dejarse el espectador guiar por los ojos de Pistereanu.
El último tercio del film, sin embargo, da un giro de ciento ochenta grados a la historia y convierte a Si quiero silbar, silbo en mucho más que una simple película de carácter social emparentándola, a un nivel muy básico, con, por citar un título más o menos reciente, nuestra «Celda 211».
En definitiva «Si quiero silbar, silbo» es en sus dos primeros tercios puro cine alternativo y social opuesto totalmente al comercial pero que, llegado a cierto punto, experimenta con la fusión de géneros sorprendiendo al espectador. Una propuesta diferente y sin concesiones.
Calificación: 7
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