Mar. Mar 19th, 2024

Paolo Sorrentino presentó en la Sección Oficial del Festival Internacional de Cine de Toronto su nuevo trabajo que pasó sin pena ni gloria, y estos son los motivos.

El rey del castillo

Tras su incursión televisiva con la estupenda y muy recomendable The Young Pope, este particular realizador italiano ha regresado al celuloide para analizar a una de las figuras políticas más controvertidas de la política italiana, nos referimos a Silvio Berlusconi. En su oscarizada cinta La gran belleza apuntaba maneras cargando las tintas en el subtexto político y social, de tal forma que todos los cinéfilos apreciamos una dura crítica a «Il Cavaliere». Por ese motivo consideramos que Paolo Sorrentino era el director ideal para explorar este fenómeno político que es «la Nueva Italia».

A través de la cinematografía italiana podemos recorrer su historia contemporánea con títulos como “El gatopardo” de Luchino Visconti o “Novecento” de Bernardo Bertolluci. Con “Silvio (y los otros)” podríamos elaborar un tríptico un tanto especial en el podríamos ver la caída de la burguesía, el ascenso del fascio, la irrupción del movimiento comunista, para entrar en los años del bienestar y finalmente, el auge de este empresario arribista. A través de estos tres títulos el espectador puede apreciar como ha ido cambiando la sociedad italiana. “Silvio (y los otros)” nos cuenta como tras ser expulsado de la vida política tras sus escándalos de corrupción, Berlusconi lucha por regresar a la primera línea con la compra de seis senadores. Para ello se servirá de un singular personaje llamado Sergio Morra. Es el hijo de un influyente político de provincias que considera que todo el mundo tiene un precio.

Sorrentino construye su relato en torno a dos personajes. Por un lado, tenemos a Sergio Morra, el arribista que deja su pueblo natal para trasladarse a Roma con el fin de establecer sus turbios negocios. Y por otro tenemos al gran Berlusconi. Morra ve en el político italiano una oportunidad para expandir los horizontes de sus corruptelas e incluso llegar al parlamento europeo.  Este hecho le sirve a este singular autor italiano para hacer un retrato personal y un análisis del qué fue y lo que le sustentó tantos años en el poder. Su actor fetiche, Toni Servillo, se luce y brilla al interpretar al controvertido político. Le ayuda Riccardo Scamarcio, que da vida a Sergio, el curioso trepa.

Yo soy el obstáculo

Sin perder un ápice de su personalidad, Sorrentino saca a pasear toda su vena vitriólica y surrealista para hacer un demoledor retrato del famoso político donde la realidad y la ficción se mezclan para generar un discurso dominado por la crítica audaz. En el lado opuesto de la balanza encontramos que sus dos horas y media se quedan cortas para todo lo que nos quiere contar. En un intento de ser sintético, su discurso se torna farragoso, carente de la fuerza a la que nos tiene acostumbrados, salvo en momentos aislados como la fiesta en la piscina, que transporta al cinéfilo a la fiesta del ático en “La gran belleza”, solo que esta tiene un gran componente lisérgico. Es más, personalmente, tengo claro que este autor italiano es un esteta en el mejor de los sentidos. El problema es que en este filme le falla el guion. “Silvio (y los otros)” debería haber sido una serie de televisión, como producto cinematográfico no acaba de funcionar, aunque interés tiene.

Frases destacadas:

  • Padre de Sergio: “Yo no he pagado una concesión en mi vida
  • Kira: “Es dura la vida cuando no sabes hacer una mierda
  • Kira: “Deberían estar siempre todos así
  • Silvio: “El mundo que sueño es un mundo sin cárceles
  • Silvio: “Un 25% de mí es gay, pero soy lesbiana
  • Silvio: “La política es el arte de la venta del sueño del futuro
  • Silvio: “Yo no me ofendo nunca
  • Silvio: «Yo conozco el guion de la vida«

Tráiler oficial de “Silvio (y los otros)”

Por Alfredo Manteca

Periodismo UCM. Cinéfilo y cinefago compulsivo. Crecí con Kubrick, Hitchcock y Cronenberg.

Un comentario en «“Silvio (Y los otros)”: vendiendo sueños»
  1. Entre el ascenso del comunismo en Italia y la irrupción del bienestar, hay un largo espacio que cubre «La mejor juventud» (Marco Tullio Giordana, 2003 ). Imprescindible para conocer la historia de Italia entre finales de los 60 y principios de los 80, cuando toda esperanza fue absorvida por el arribismo que permitió la llegada de Brellusconis o Marios Conde

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