Mar. Mar 19th, 2024

La última y tan demorada entrega del mítico agente británico es, ante todo, una despedida-homenaje a Daniel Craig y, bajo la superficie, un drama romántico.

Todos tenemos secretos

Este largo y funesto año de pandemia vírica ha forzado a grandes franquicias y superproducciones audiovisuales a esperar pacientemente para salir a la luz. En el caso de la nueva entrega de la franquicia continuada más longeva de la Historia del Cine, parecía que rondaba sobre sus implicados una maldición: la producción se demoró muchos meses debido a múltiples cambios del equipo técnico y creativo durante el proceso (los guionistas, compositores de la banda sonora o incluso el propio director entraban y salían sobre la marcha), y llegado el momento del estreno el proyecto intentó cuatro fechas distintas, cada una con sus respectivas campañas de promoción. Resulta difícil de creer que al fin esté aquí, pero no podía ser de otra manera, pues el engranaje bondiano de opulencia y exotismo sólo puede entenderse en la gran pantalla. Y ahora que la tenemos en salas, podemos confirmar que nos hallamos ante un gran espectáculo con muchos elementos para dejarse llevar, y que toma una serie de decisiones narrativas que no dejarán indiferente a los aficionados del espía.

Un largometraje que remata con honestidad el objetivo de la última etapa de la franquicia: hacer de los filmes de Craig una serie continuada, una narración conectada con foco y ambiciones dramáticas que extiende conflictos entre ellas y sigue ampliando vías abiertas en sus primeros títulos. Cinco títulos que funcionan como un relato propio, un meandro independiente, que bebe de lo andado sea cual fuere la recepción que hubiera tenido y mantiene una unidad narrativa pese a probar aspectos diferentes en cada proyecto. Por lo pronto, el aspecto más rico y sorprendente del metraje rodado por Fukunaga es su ruptura tonal con el díptico de Mendes. Si bien es secuela directa de «Spectre«, cambia su solemnidad ampulosa por un enfoque mas liviano, mas aventurero, abrazando elementos fantásticos en su trama pero sin abandonar por ello su seriedad y fuerte carga dramática. Un largometraje con comedia y acción, pero, ante todo, radicado en lo emocional, más entendible como cierre que como capítulo en sí mismo.

A favor del filme se encuentra su manera para legitimar y revalorizar ese capítulo de la franquicia. Continúa el argumento a partir de ella y recupera a sus personajes para dar su mejor versión. Marcado de por vida por la tragedia de Vesper Lynd el romance con Madeleine, el personaje de Seydoux, nunca tuvo resonancia en «Spectre»; seis años después, tenemos una película sobre ella y esta relación, una indagación en este vínculo. Dedicada a desentrañar el pasado y los secretos de ella, y captar en toda su potencia emocional las facetas mas oscuras de una pasión imposible.

Nada por lo que vivir

Considerando las complicaciones del proceso y todas las manos implicadas, es una grata noticia lo bien que funciona el guion. Muchos personajes y acciones que fluyen con claridad y sin atropellamiento, acción planificada con destreza y el correspondiente desfile por exóticas localizaciones. Las armas biológicas se utilizan de manera dinámica, y su trama de espionaje no busca ser rompedora, pero se desarrolla con elegancia, brío y sentido del entretenimiento, lo cual se había abandonado en dos entregas pasadas bañadas de ínfulas dramáticas trascendentes.

Como escapismo, el filme cumple en todas las áreas. Abre con una primera hora encomiable en montaje y engranaje argumental, con nuevas caras carismáticas (Ana de Armas y Lashana Lynch) y secuencias de acción a la altura de tantas set-pieces de la saga. Como ocurriese con los filmes de Mendes, en el apartado técnico la película es muy virtuoso: una fotografía de Lynus Sandgren elegante y de colores contrastados para realzar los escenarios, una puesta en escena limpia y estilizada de Fukunaga, capaz de esparcir por el metraje imágenes con resonancia y simbolismo, y un tradicional y afectado trabajo musical de Hans Zimmer, que sorprende con ecos y homenajes inesperados a melodías clásicas de la franquicia.

Pero la estrella real de la función es Daniel Craig. Siempre ha sido un estupendo actor con una sutileza dramática muy infravalorada, y el filme es una despedida y homenaje a su figura que le regala un amplio abanico de situaciones para exhibir sus dotes físicas, estilísticas e interpretativas. El leit-motiv de la película, en consonancia con entregas anteriores, es su incapacidad de hallar paz y descanso con aquellas personas que ama, que tarde o temprano sufren o son dañadas. Un hombre que las pocas veces que ha confiado en una mujer ha sido castigado por ello. Por lo tanto, habita estos días retirados de su vida con un hondo nihilismo.

Tienes todo el tiempo del mundo

Por todo esto, el filme funciona mejor como trágico melodrama que como episodio de 007. Y eso que es innegable que, en la suma de sus partes, es una portentosa entrega Bond. Pero si bien todo en ella rinde a buen nivel, ninguno de sus ingredientes por separado es icónico o memorable. Prolonga el imaginario, en concreto el de la etapa Connery de los 60, pero no lo enriquece.

Y en cuanto a la fuerza del conjunto, el largometraje más extenso de la franquicia va de más a menos. Si bien es una excusa presente para darle al filme los elementos necesarios para ser considerados una película Bond, su villano, por atractivo que sea su vínculo con Madeleine, resulta acartonado, típico y burdo. Su plan maligno es tan simple como decepcionante, lo que deriva a un clímax final tan grandioso como débil en tensión y sentido real de amenaza.

Trama aparte, el filme se entrega en sus últimos minutos a una fuerte apuesta dramática, y su ejecución, pese a su empeño, se siente mas dirigida y forzada que eminentemente natural. Es curioso que, pese a sus esfuerzos en alcanzar momentos de catarsis y epifanía trágica, el filme brilla mas cuando se limita a ser una aventura de espionaje al uso.

Una mas que lograda entrega Bond (en absoluto la mejor), y una despedida a la altura de Craig. Pero vista la excelencia de ese ya clásico llamado «Casino Royale«, es inevitable pensar que esta andanza de cinco filmes y quince años no mejoraron lo presentado en el trabajo de Martin Campbell.

Frases destacadas:

  • “James Bond…licencia para matar…enamorado de Madeleine Swann…podría estar hablando con mi propio reflejo”.

 Tráiler de «Sin Tiempo para morir»:

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