Mar. Mar 19th, 2024

La ópera prima de Didio Pestana, vista en Sevilla y antes en Locarno, es un «carta-diario» rodado en glorioso Super 8 que no nos ha dejado indiferentes

Sobre tudo sobre nada” de Didio Pestana (1978), se ha proyectado en el XV Festival de cine de Sevilla (sección “Revoluciones permanentes”). Se trata de la ópera prima de este director portugués, que se mudó a Berlín en 2006, donde ha trabajado desde entonces como ingeniero de sonido y músico, bien en diferentes bandas o creando bandas sonoras de películas. Este filme tuvo su estreno mundial en la última edición del Festival de Locarno (sección “Sings of Life”).

Se trata de una película rodada a lo largo de ocho años, entre 2010 y 2018, en numerosos países como Portugal, Alemania, Dinamarca, Suiza, Italia, Guinea-Bissau, Argentina, Bolivia, Perú y Chile. En el inicio del proyecto Pestana desconocía cómo sería. Apenas tenía claro que quería algo personal, hablar de su padre y de la relación con su familia. Esta pequeña idea inicial desembocó, poco a poco, en otra de mayor envergadura, configurándose este filme que abarca mucho más, relaciones, amistades, trabajo.

Utilizando una hibridación que une el uso de diferentes formas del “yo”, Pestana filma unas memorias en presente durante ocho años, y a través de su propia voz en off, flirtea con un género que podríamos denominar “carta-diario”. Carta por dirigirse en cada momento a quien necesita transmitir algo, y esa forma de diario personal, por la propia estructura de la película, en la que la voz en off nos guía a través de momentos en los que rebosa la espontaneidad, y donde aparecen amigos sentados en el césped, paseos en barco, un despertar. Pestana filma y expone la más pura y estricta intimidad. En este sentido, la labor de organización y selección de los momentos que utilizaría fue muy cuidadosa, mediando un proceso de reflexión, conocedor de que había aspectos que no debía incluir. Además, las palabras usadas debían tener un peso en medio de toda esta intimidad. Había que tener cuidado con las personas que se mostrasen y el modo en que se hiciese. Para Pestana fue un trabajo instintivo, que llevó a cabo después de crear el texto y el sonido que acompañarían las imágenes. De este modo, Pestana firma un ejercicio libre de desposesión, en el que todo su entorno, familia, amigos, pareja, compañeros de trabajo, queda retratado bajo un halo de entrañable ternura.

Conviene saber en este punto, que de la colaboración mantenida con una persona fundamental para él como es Gonçalo Tocha, en “It´s the earth not the moon” (“É na Terra não é na Lua”, 2011), mención especial en el Festival de Locarno de 2011, surgen aspectos determinantes. Primero, aquello fue esencial para comenzar a dar forma a la película y, segundo, le sirvió para obtener imágenes que muestra en el filme sobre su asistencia al festival suizo aquel año. Esto le valió para empezar a articular su obra.

Sobre tudo sobre nada” se plantea como un ciclo basado en el uso de determinados espacios físicos y su asistencia a los mismos como inicio y fin de cada uno. Así, el inicio y el fin corresponden a planos rodados desde el mismo lugar, la playa de Guincho. Aquí acude Pestana a recordar a su padre, a tomar conciencia de su ausencia. Los recuerdos de las conversaciones que llegó a mantener con su padre dan paso a otros momentos en que el director portugués propone un juego espacio – temporal, a partir de la idea de ciclo antes descrita. Se trata de tres planos seguidos, rodados desde el mismo punto y en diferentes épocas del año, que muestran la misma calle. A través de estos planos, Pestana ofrece un hermoso retrato de las estaciones y genera la idea de transición y de paso del tiempo en un bonito ejercicio de síntesis.

Entre el plano inicial y el plano final del filme, asistimos a la ruptura que sufre Pestana con su primera pareja, así como al comienzo de una nueva relación. La película se encuentra en continua transición, como si Pestana nos quisiera decir que la metamorfosis permanente de la realidad no le impedirá saldar una deuda que parece tener, no con su pasado, sino con su presente. El filme se revela como un ejercicio de exorcismo, que desemboca en un encuentro consigo mismo, un acto de reconocimiento en el que un espacio físico, un parque, una habitación, la playa, un puerto o un barco, le sirve a Pestana para tomar conciencia de sí mismo y reconocerse.

Uno de los aspectos que hacen de “Sobre tudo sobre nada” una obra de gran belleza, es haberla rodado en Super 8. En medio quedan el dolor de la escritura y un proceso de introspección hasta articular todo el trabajo, pero el acto de filmarla así nos devuelve la idea de materialidad del cine, en una época en la que todo es digital. La textura de la imagen, con independencia del momento de su rodaje, remite, en este luminoso diario íntimo, a otro tiempo y nos hace pensar que los recuerdos deben ser muy parecidos a ese glorioso Super 8.

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