Esta secuela tardía apela a códigos de las nuevas generaciones y hace más las veces de escaparate de las franquicias de Warner que de celebración de los Looney Tunes
Regreso predestinado
Sumergidos como estamos en la era de la retromodernidad parece ya inevitable que todo título medianamente popular rodeado de nostalgia o fenómeno de culto reciba una escuela tardía dedicada a revivir aquellos cálidos recuerdos. Las conversaciones generadas en foros de Internet o en redes sociales contribuyen a acelerar estos procesos, o decantan la balanza para que ejecutivos de los grandes productoras den una segunda oportunidad a un proyecto en el que puede vislumbrarse potencial económico. Pero en el caso que nos ocupa, por haber sido la primera clara hija de su tiempo, resulta anómalo volver a juntar a los Looney Tunes con una estrella de baloncesto. En primer lugar, porque ya no se hacen películas de hibridación de personas con animación 2D en la línea de Roger Rabbit. Y sobre todo, las estrellas de la NBA ya no aparecen en largometrajes para engrandecer su popularidad. Y sin embargo, llega como título a triunfar en taquillas este verano «Space Jam: Nuevas leyendas». Filme al que muchos le tenían ganas por prejuicio, y que una vez visionado confirmamos que no es una buena película, cómo tampoco lo era su predecesora con Michael Jordan. Pero el motivo por el que será defenestrada por la crítica de manera quizás exagerada no será por su calidad, sino por su manera de dialogar con los códigos generacionales de aquellos niños o adolescentes que ahora escriben las críticas.
Multiverso de Propiedades intelectuales
El filme expone sin rubor desde sus primeros compases su naturaleza de vehículo de promoción de Warner y sus buques insignia de ficción. Para activar el consabido partido de baloncesto que se debe ganar a toda costa, es necesario buscar a los Looneys en otros mundos, en universos de ficción en los que LeBron puede sumergirse para reclutar a su equipo. Y para navegar por este territorio opta el equipo creativo del filme por abrazar la filosofía virtual y las posibilidades estéticas del infinito de la red, situándonos en un entorno en las coordenadas de «Ready Player One» y apuntando una muesca mas en la moda de los multiversos que empieza a tejerse en el mainstream. A una ración de relato meta-fílmico (siguiendo la estela de la bastante superior «Looney Tunes: De nuevo en acción» de Joe Dante) en los estudios de la major sigue una ruta por etapas en el interior de grandes servidores con homenajes a grandes momentos del séptimo arte con el aderezo de los Looneys. Y es en esta sucesión de guiños y tributos, ninguno de ellos tampoco especialmente creativos ni rompedores, donde el filme vuela mas alto.
Por esto mismo, tanto los propios Looneys (a los que se cambia puntualmente de apariencia visual en una decisión errada) como el partido de baloncesto (el cual se presenta fútilmente explosivo) quedan relegados a un segundo plano. Y el mayor atractivo de la anterior entrega, su cualidad de cápsula de la esencia de los noventa, desaparece aquí, en una entrega que no se puede encontrar más alejada en lo que a banda sonora se refiere y que funciona mucho menos en un plano lúdico. Lo que mas sentido tenía en esta película era la nostalgia, y se integra de manera muy leve. En contraste con aquella, no acaba de tener personalidad propia, y si bien intenta apelar mas a los nuevas generaciones con su línea estética y su fondo musical, estos guiños resultan superficiales. Intenta contentar en todos los frentes y no cala en ninguno de ellos. Como cápsula de los 2020 será sin duda superada, y la tal vez mayor antipatía de estos tiempos conllevará el rechazo infantil de los niños grandes con barba y familia a su cargo.
Losa familiar
Si bien Michael Jordan distaba de saber interpretar, tenía un carisma inexistente en los esfuerzos de un anodino LeBron que atraviesa la película sin saber bien porqué está allí. El personaje del villano, si bien presenta una naturaleza ingeniosa, presenta unas motivaciones y diálogos demenciales. Pero donde mas patina la película es en su carga dramática, en su sobada y aleccionadora trama de conflicto paternofilial. En el dilema en la realización a través del esfuerzo físico o a través de la expresión virtual, de ser tu mejor versión a través del entrenamiento o mediante implementaciones digitales. Un discurso plomizo, moralinesco, melifluo, predecible y artificial hasta la médula, forzado en el desarrollo de un filme innecesariamente largo de maneras que basculan entre el cansancio y el sonrojo. Disponer para esto de un niño actor de escaso talento tampoco ayuda a hacer digerible para cerebros medianamente desarrollados estereotipos tan bobos y rancios.
En suma, un pasatiempo familiar que seguramente funcione bien en taquilla y sirva para el disfrute de los más pequeños. Pero poco que pueda maravillar o interesar en un producto rutinario y endeble con escasa vinculación con su momento cultural y poca esencia para levantar pasiones o permanecer en memoria alguna.
Frases destacadas:
- “Los Looneys no se retiran cuando falta medio tiempo”
Coincido más o menos con la crítica (de hecho ya lo puse en la mia: https://chacalx.blogspot.com/2021/07/space-jam-nuevas-leyendas-la-tienda.html) que esto es más bien un escaparate de franquicias que una película como tal, si bien yo la encontré muy floja pero tampoco horrible del todo.