Agnieszka Holland firma un thriller muy personal que se pierde al omitir recursos genéricos básicos del género.
Habiendo participado en la dirección de producciones como «The Wire», cabría esperar que el nuevo thriller de Agnieszka Holland hubiera sido una obra destacable dentro del género. Pero no es el caso, «Spoor» es uno de esos filmes de suspense que parte de una buena base pero que acaba perdiendo el rumbo al desviarse con la inclusión de elementos irrelevantes que eclipsan las virtudes de las que parte la narración. Un largometraje, en definitiva, con un punto de partida interesante que, a medida que avanza el relato, puede generar cierto desinterés en el espectador.
Ambientado en los parajes de Los Sudetes, «Spoor» cuenta la historia de Janina Duszejko, una mujer atormentada por la crueldad del ser humano respecto a los animales que lucha por defender unos sólidos principios respecto a la relación con el mundo. La desaparición de sus dos perros, sumada a los extraños asesinatos sucedidos en la zona, llevará a la protagonista a verse inmersa en una odisea cargada de misterio y cuestiones ético políticas, en una sociedad que, tal y como trata de denunciar el filme, ha perdido cualquier noción sobre moralidad.
Tal y como se mencionaba, «Spoor» tiene un punto de partida interesante: una atmósfera fría y oscura, una puesta en escena que juega con una constante sensación de amenaza, un planteamiento que apunta hacia el suspense absoluto; un conjunto de elementos, en resumen, que dan al filme un carácter serio e intrigante, consiguiendo que el espectador se interese por la trama con facilidad durante su arranque. El problema surge cuando, hacia la mitad del metraje, la aparición y acumulación de determinados –y singulares– personajes propician la generación de situaciones de carácter cómico (o que, al menos, denotan cierta falta de seriedad), con la particularidad de tratar con un humor que, por desgracia, resta efectividad a la tonalidad severa con la que se iniciaba el relato. Así, la sensación de amenazante misterio que se palpaba durante la primera parte acaba desembocando, más que en un thriller, en el retrato de un personaje cuya psicología ha impregnado el relato hasta el punto de importunar la comprensión de la realidad que se nos expone. La atmósfera que intimidaba al espectador se desvanece, provocando dudas acerca de si realmente hay algo que temer y por lo que preocuparse o si, más bien, el filme se está convirtiendo en algún tipo de divagación procedente de la hilaridad que desprende una figura protagonista que, más que heroína que se enfrenta al suspense, deviene un obstáculo en la trama.
Por suerte o por desgracia, Holland relega al final del filme la resolución de una trama algo dispersa y de carácter ambiguo, consiguiendo que el relato sea cerrado de una forma decente y lógica aunque, no obstante, siga provocando cierto anhelo por la seriedad de la que partía y que, además, apuntaba hacia una trama interesante. Los múltiples elementos que construyen el entramado de «Spoor» convergen, finalmente, en un thriller de carácter simpático (si bien ese es un adjetivo válido para describir de qué forma se define el género) que deja a un lado una puesta en escena amenazante al centrarse en unos personajes singulares que, mediante las situaciones que propician, reflejan y denuncian una sociedad que ha perdido valores básicos respecto a la ética y la moral. No obstante, la ausencia de seriedad que, poco a poco, se va haciendo palpable provoca que incluso la autoridad que debería tener el trasfondo reflexivo del largometraje pase a un segundo plano, poniendo de relieve una sensación de desconcierto proveniente de la realidad ficcional con la que trabaja el filme, que puede provocar que el espectador no sepa del todo cierto cómo recibir el discurso. Una forma de construir el suspense, en definitiva, muy personal pero, a su vez, arriesgada a la hora de sacar partido a las virtudes del género.