J.J. Abrams vuelve al universo Star Wars para dar un cierre muy digno a la trilogía que el mismo abrió hace 4 años.
Vivimos en una sociedad donde dar una opinión sobre cualquier cosa que esté en el candelero se ha vuelto una necesidad. Y las redes sociales, no solo sirven de megáfono popular, sino que ha corrompido al ser humano para sacar su lado más oscuro. Las opiniones se han polarizado, y si además tu opinión sobre cualquier producto, evento, suceso o comportamiento ajeno no es positiva, el odio que se puede llegar a verter haría estremecer al mismísimo emperador. Por ello, la llegada a las carteleras de un evento tan grande como es el fin de una saga tan importante (por no decir la más importante) como es Star Wars, es el blanco perfecto para recibir las más agrias represalias. Y nadie ha querido esperar. No se había estrenado todavía y Twitter ya estaba plagado de críticas tremendistas y sanguinarias cuyo fin no era otro que minar las ganas de verla para los que hemos tenido que esperar para verla (en mi caso 48 largas horas) tras su estreno oficial. Frente a tanta desazón popular donde fans y no fans se han llevado su encuentro con la película al terreno de lo personal y las redes sociales se han convertido en un campo de batalla en el que hay que elegir bando y, sobretodo, por tratarse de Star Wars, un universo por el que siento especial devoción desde niño, esta no podría ser una crítica al uso. A pesar de intentar siempre aproximarme a cualquier filme y su posterior análisis desde la mayor objetividad posible, en esta ocasión me es imposible. Las circunstancias me obligan a escoger bando. Y si bien “Star Wars: episodio VIII – Los últimos Jedi” (Rian Johnson, 2017) me hizo acercarme demasiado al lado oscuro, con el episodio IX he logrado la redención y abrazar la luz.
Hay que dejar claro desde un principio que, por supuesto, “Star Wars: episodio IX – El ascenso de Skywalker” está lejos de ser lo mejor de la saga, pero no pretende lograrlo. Tampoco intenta ser una película perfecta, ni narrativamente ni cinematográficamente. De hecho son muchos los errores que tiene. Es densa, no deja respirar ni al guion ni al espectador. Muchos datos importantes para el desarrollo de la trama no están bien asentados e impide su seguimiento con fluidez. Elipsis que hacen tropezar el avance orgánico de la película. Una batalla final que adolece de falta de épica y que se empequeñece más todavía si se compara (lo cual se torna irremediable) con “Rogue One: Una historia de Star Wars” (Gareth Edwards, 2016).
Y, finalmente, lo que el director ha evitado en todo momento y es donde más palos está recibiendo es que no innova nada. Es cierto que la trilogía original marcó un antes y un después en la historia del cine comercial. También es cierto que, en las precuelas, George Lucas introdujo el CGI en cantidades nunca vistas y que insufló una carga política tremenda en esta saga. Sin embargo las secuelas no van por ese camino, sino por el de la adoracion contemplativa y la nostalgia. Innovar no era el objetivo de Abrams, pero si lo fue para Johnson en el episodio VIII, y eso ha polarizado al fandom. Por lo tanto, cualquier crítica en este aspecto es totalmente lícita, pero sumarte a ella o no es completamente opcional y personal. Abrams vuelve a apostar, aparentemente, por el clasicismo sacrificando sus propios intereses e incluso su título de sucesor de Spielberg, para poder centrarse en otras hazañas mucho más loables aunque, según parece por el recibimiento del público en los primeros días, imperceptibles.
Un verdadero regalo para los fans
En “Star Wars: episodio IX – El ascenso de Skywalker”, J. J. Abrams tiene la difícil tarea de cerrar no solo esta trilogía que Rian Johnson había dejado patas arriba en la anterior entrega, sino de cerrar toda la saga. Y lo consigue aunque no sea a nivel microscópico. El realizador neoyorquino logra dar un último vuelco antes de poner el punto final a una historia contada a lo largo de 42 años y que parezca que todo estaba ahí desde el principio. Pero aquí no acaba su empresa, Abrams se juega todo por ir todavía más allá. La puerta que Johnson había abierto sobre el misticismo de la fuerza y el alcance metafísico que puede lograr, es abrazada por Abrams y eleva su importancia en la trama a su máximo exponente, sabiendo que a espectadores no muy involucrados en este universo puede sacar de la película. Ahora bien, para aquellos que si tenemos nociones de padawan, nos lleva a otro nivel. Además, sabe recurrir a allí donde lo hemos visto, en “Star Wars: La guerra de los clones” (Dave Filoni, 2008-presente) y “Rebels” (Dave Filoni, 2014-2018), como base visual de esta nueva entrega, unos mundos para algunos nuevos pero que para otros nos despierta una nostalgia por productos de Star Wars que desconocíamos que podríamos tener. Y ese es justamente otro de los grandes fuertes de este episodio, su potencia visual. Nunca antes se nos había acercado a la oscuridad con semejante sobriedad, minimalismo y contundencia. Exegol es ese escenario tan onírico y turbador gracias al ojo cinematográfico de Abrams que también recurre a bocetos originales de Ralph Mcquirrie, tan artífice de la imagenería Star Wars como George Lucas, para su concepción. Pero este es solo un punto final de un viaje trepidante por muchos paisajes salvajes, desérticos, nevados o acuáticos que resultan conocidos, pero a su vez son nuevos y excitantes.
En cuanto a los personajes, Rey vuelve a tener, afortunadamente, el peso que tuvo en el episodio VII y Daisy Ridley, la actriz que le interpreta, hace un trabajo formidable. Adam Driver y su Kylo Ren siguen siendo igual de magníficos y con una evolución del personaje en paralelo al de Rey que demuestra el minucioso trabajo de guion que hay detrás. El resto de personajes, tanto conocidos como nuevos de esta entrega, están a la altura de cualquier secundario de la saga, sabiendo estar en segundo plano apoyando a los principales y a la historia y enriqueciendo este maravilloso universo a golpe de estilo, gracia y carisma. Pero, obviamente, en este mismo saco no podemos meter a la Leia Organa de la tristemente desaparecida Carrie Fisher. Imponiendose, con todo el respeto del mundo hacia la actriz, la negativa a la reconstrucción digital del personaje, Abrams tiene que recurrir a descartes del episodio VII para darle el papel relevante que Leia merece en esta saga. Si bien es cierto que sus escenas y diálogos son visiblemente impostados y muy poco fluidos, el mimo con el que está hecho transciende la pantalla y su peso en la historia no pierde ni un solo gramo.
Si, “Star Wars: episodio IX – El ascenso de Skywalker” es fan service. Pero no solo eso, sino que está hecha expresamente para nosotros. Si bien la nostalgia del episodio VII venia de pequeños guiños hacia el fan curtido, aquí los famosos easter eggsestán en un plano secundario. Ahora el tributo al fan viene desde la historia que cuenta, de su trasfondo, que va mucho más allá de simplemente traer a Palpatine de vuelta. Abrams invitó a nuevos seguidores de la saga a entrar en este maravilloso universo en el episodio VII. Pero, si 4 años después no eres fan acérrimo y has hecho los deberes, el realizador no vuelve a llamarte en esta entrega. Ahora estás dentro o estas fuera. Un arma de doble filo. Un sacrificio que hace para llevarnos a los fans a un disfrute sublime, a ofrecernos una historia verdadera de Star Wars, con todas sus imperfecciones incluidas.
Que la fuerza os acompañe siempre.
Frases destacadas:
- Poe Dameron: “Ahora vuelan.”
- Emperador Palpatine: “Snoke te ha entrenado bien.”
- Kylo Ren: “Se lo que tengo que hacer, pero no sé si tendré la fuerza.”
- Finn: “Es una intuición, una sensación.”
- Rey:“Todos dicen que me conocen. No me conoce nadie.”
- C3-PO: “Echar un último vistazo, a mis amigos.”
- D-O: “Contento.”
- Luke: “La fuerza te acompañará siempre.”