Rian Johnson no logra dar una continuidad digna a “El despertar de la fuerza” ni mantener la grandeza de las leyendas de la trilogía original.
Como ya ocurriera hace 2 años en “Star Wars VII: El despertar de la fuerza” (J.J. Abbrams, 2015), el episodio VIII está polarizando a crítica y público. Y si bien fui un férreo defensor del inicio de esta tercera trilogía y más todavía de “Rogue One” (Gareth Edwards, 2016), el primer spin off de la saga galáctica estrenado el invierno pasado, ahora no tengo más remedio que posicionarme en el otro bando con “Star Wars: Los últimos Jedi” (Rian Johnson, 2017). Si bien la experiencia me hace ser bastante cauteloso frente a las altas expectativas en torno a un acontecimiento de semejante envergadura, ver a Rian Johnson, director de las excepcionales “Looper” (2012), “Brick” (2005) y de los mejores episodios de “Breaking bad” (2008-2013), a los mandos de esta nave (tanto en la dirección como en el guion), me daba la suficiente confianza como para bajar la guardia. Desgraciadamente, al director estadounidense se le queda grande un proyecto que hace aguas a pesar de su increíble potencial. Y es que son pequeñas, pero vitales, decisiones erróneas que acaban convirtiendo una gran historia cargada de épica en una sucesión de coitus interruptus. La lentitud de la evolución de la trama combinado con un montaje errático de las 3 historias que suceden en paralelo y el maltrato de la mayoría de sus personajes principales lastran una película donde solo se salva la belleza de la puesta en escena característica de Johnson.
Esta crítica es libre de spoilers, pero si su intención es un visionado completamente virgen, el análisis de la cinta quizá le induzca ciertas ideas sobre el argumento o la estructura que quiera evitar.
Tiempos de evolución
Ya sea una novela, una obra de teatro o un guion cinematográfico, la estructura de introducción, nudo y desenlace permanece inalterable. Si este principio lo aplicamos a una trilogía épica como Star Wars, los fuegos de artificio deben concentrarse en la primera y tercera parte mientras que su tramo medio se reserva para el desarrollo tanto de la trama como, sobretodo, de los personajes. Una idea que George Lucas tenía muy clara y que logró plasmar en la obra maestra “Star Wars V: El imperio contraataca” (Irvin Kershner, 1980). Pero mientras que George Lucas desconocía en el impacto que tendría “La guerra de las galaxias” (1977) posibilitándole el desarrollo de una segunda y tercera parte, y de ahí el carácter autoconclusivo del episodio IV, J.J Abrams sabía que su “Star Wars VII: El despertar de la fuerza” era la primera de 3 películas y abrió muchas incógnitas por resolver como buena cinta de introducción. De este modo, Abrams sirve en bandeja de plata un abanico de posibilidades a Rian Johnson, todas ellas exploradas por centenares de teorías realizadas por los fans en estos últimos 2 años y sustentadas en 5 nuevos personajes muy sólidos y carismáticos que han cautivado a toda una nueva generación de pequeños amantes de la saga: Rey, Kylo Ren, Finn, Poe Dameron y BB-8. A ellos hay que sumarles personajes tan queridos de la trilogía original como Luke y Leia y otros secundarios de excepción como Chewbacca, C-3PO o R2-D2, aunque J.J. Abrams fue incapaz de mezclar homogéneamente viejas y nuevas glorias en un todo indivisible. Un coctel perfecto que, sumado al talento demostrado de Johnson, pronosticaba una muy buena película donde veríamos como estos personajes interactuaban y evolucionaban en una cinta más pausada y sombría.
Desgraciadamente, estas cábalas no podían estar más lejos de la realidad. Todos los esquemas que podíamos tener se rompen por completo sin significar algo bueno precisamente. Rey, la que creíamos protagonista indiscutible en esta nueva trilogía, se convierte en una caricatura de sí misma y sin mostrar ningún atisbo de evolución de su personaje ya que únicamente sirve como recurso narrativo para el desarrollo de los verdaderos protagonistas de la cinta, Kylo Ren y Luke Skywalker. Sin embargo, mientras que el personaje de Kylo Ren, al que Abrams le infirió una dualidad y profundidad inaudita en la saga, evoluciona exponencialmente convirtiéndose ya en una leyenda de Star Wars (tanto al personaje como al actor que lo interpreta, Adam Driver), el personaje de Luke es maltratado sin piedad y, aunque al menos vemos una evolución en su personaje, es maniqueo, poco profundo y deja al héroe clásico a la altura del betún. Los otro personaje que salen airosos de la cinta son Poe Dameron, quien recibe un inesperado protagonismo y cuya evolución es tan destacable como la de Kylo Ren, y la almirante Holdo, interpretada por una estupenda Laura Dern.
Por otro lado, a Rey se unen los casos de Leia y Finn. Mientras que la presencia de la princesa es casi tan anecdótica como la de Luke en el episodio VII, el caso de Finn es más flagrante todavía. Toda la chispa que Boyega desprendía en la película anterior, aquí desaparece para protagonizar junto a Rose (un personaje totalmente fallido) y al personaje interpretado por Benicio del Toro (con mucho potencial pero que sabe a poco) una subtrama aburrida y prescindible hasta tal punto que destroza el ritmo de la película y hace que el resto de historias pierdan fuerza e interés. Además, aquella distancia entre los personajes nuevos y viejos pone una galaxia de por medio reiterando hasta la extenuación que esta trilogía no va de Luke y Leia, sino de Rey y Kylo Ren.
Esta nula evolución se contagia también a la historia. Sabíamos que una revelación como el “yo soy tu padre” de “Star Wars V: El imperio contraataca” era imposible de igualar, pero lo mínimo que se le exigía al episodio VII es que al final de la película nos encontráramos en un punto diferente al de partida. Sin embargo, la cinta da vueltas sobre sí misma abusando del recurso manido de buscar el drama en cosas que van a pasar y no pasan y aconteciendo sucesos que más que encender nuestras ganas por el episodio IX, lo apaga. Además, aquellos interrogantes que nos dejó Abrams, no solo no encontramos respuesta sino que el interés se desvanece por completo.
Demasiado consciente de sí misma
No hay mayor mal de todo artista, ya sea actor, director, cantante o escritor que ser consciente de sí mismo, de su obra, de su alcance y de su repercusión. Una enfermedad que, de un tiempo a esta parte, ha contagiado a las películas como si de entes humanos ególatras se tratase. Mientras la trilogía original solo buscaba hacerse un hueco en la historia como obra cinematográfica y sociológica, las precuelas ya adquirieron cierta consciencia del hito cultural que era y la búsqueda de calidad pasó a un segundo plano eclipsado por la necesidad de tener una entidad propia con respecto a las películas anteriores. 15 años después, el alcance de Star Wars no tiene límites al igual que su prepotencia. En manos de Disney, Star Wars se ha convertido en producto de consumo rápido que busca sentirse más listo que la horda de fans que le sigue y, sabiéndose creador de expectación, juega con nuestros sentimientos para acabar vendiéndonos humo. Al igual que todo hijo de vecino, Disney tiene internet y puede acceder a los intereses de su fandom. ¿Es Rey una Kenobi o Skywalker? ¿Es Snoke un Jar Jar Binks deforme? ¿Empuñará Luke el sable de luz verde? ¿Será el episodio VIII una copia del V? Disney y Johnson son conscientes de ello y se dedican a perder el tiempo jugando con estos conceptos sin un guion sólido detrás ni con un rumbo fijo. El resultado, además de una cinta muy irregular, es también una película fruto del momento condenada a no perdurar. Decenas de (perdónenme la expresión) sacadas de chorra del director para juguetear con el espectador no se entenderán en 5 años y solo quedará el resto, nada.
Pero no todo es oscuro en “Star Wars VII: El despertar de la fuerza”. También tenemos luz en este equilibrio de la fuerza. Johnson maneja como nadie la puesta en escena y la fotografía dejándonos los planos mas bellos de la saga. Y junto a su apartado visual, 2 o 3 escenas ciertamente memorables que te mantienen con el corazón en un puño y que por su genialidad duele más ver que quedan como pequeñas estrellas en un universo oscuro.
Quizá no sea demasiado objetivo dada mi exacerbada pasión por Star Wars. Quizá el maltrato hacia los personajes de Luke y Leia nuble mi vista. Quizá la nula presencia de Chewbacca o R2-D2 me irriten demasiado. Quizá la tomadura de pelo en la que se ha convertido Rey y el maravilloso tratamiento de Kylo Ren me estén llevando al lado oscuro. Pero tras ver 8 películas de Star Wars que, a pesar de sus fallos, me han hecho soñar con galaxias lejanas, por primera vez no he podido despegar. Y eso es real.
Que la fuerza os acompañe. Sobretodo a J.J. Abrams para poder desenredar semejante entuerto que le han dejado.
Frases destacadas:
- Luke Skywalker: “No, la resistencia no ha muerto, la guerra solo acaba de empezar y yo, yo no voy a ser el ultimo Jedi.”
- Capitán Phasma: “Siempre has sido escoria.”
- Snoke: “Tu no eres Vader. Eres un niño con una máscara.”
- Poe Dameron: “Somos la chispa que encenderá el fuego que acabará con la Primera Orden.”
Hola. Enhorabuena por tu excelente crítica con la que coincido plenamente. Has acertado de lleno y compartimos mismas impresiones. Soy de la primera y original generación de La guerra de las galaxias, he visto todas las trilogías y esto me lo veía venir. Pero no abundaré ni añadiré ni una coma a tus palabras. Eso sí, cuidado con esas «cávalas» porque son con b. Cuando dudes de alguna cosilla al escribir, consulta el diccionario. Por lo demás, lo dicho, mi enhorabuena.
Para mi esta es la única película buena de Star Wars desde EL RETORNO DEL JEDI en 1983. JJ Abrahams director de la maravillosa Super 8 solo logro realizar un refrito con la anterior. Esta me pareció realmente buena. Viniendo de Rian Johnson no es de extrañar, aunque fui al cine sin expectativas. Bueno, Rogue One también me gustó, al igual que esta, contra todo pronóstico.