Mar. Mar 19th, 2024

Veinte años después de empezar a descubrir qué es vivir con «Trainspotting», Boyle y compañía regresan para enseñarnos qué significa eso de hacerse mayores.

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Dijo el bueno de Jorge Manrique allá por el siglo XV que «cualquier tiempo pasado fue mejor». A día de hoy soy incapaz de discernir si esta sentencia se encuentra en lo cierto o no, pero, aparentemente, la industria cinematográfica actual está dándole la razón al poeta palentino con los ojos cerrados. Casos como el —delicioso— refrito “Star Wars: El despertar de la Fuerza” (“Star Wars: The Force Awakens”, J.J. Abrams, 2015) o el retorno a la gran pantalla de personajes como Indiana Jones, John Rambo o Rocky Balboa con extra de arrugas y experiencia vital a sus espaldas son sólo la confirmación de una suerte de revival nostálgico que parece apelar al recuerdo pervertido del cinéfilo desencantado para atraerle de nuevo a las salas de cine.

Con “T2: Trainspotting” (2017), secuela tardía de la película de culto de 1996, el oscarizado Danny Boyle se sube al carro de esta nueva tendencia —o modelo de negocio—, y lo hace huyendo por completo del aura de artificio sacacuartos que impregna a este tipo de producciones para integrar, con una inteligencia más que demostrada en su trayectoria, su discurso como autor dentro de un reclamo publicitario que termina diluyéndose a favor de la historia y sus protagonistas. Porque en estas últimas dos décadas no sólo han crecido Renton, Sick Boy y el resto de entrañables yonquis de Edimburgo; junto a ellos también lo han hecho el propio Boyle y su perspectiva sobre la vida, quienes tomando como base la novela “Porno” —continuación de “Trainspotting” escrita por Irvine Welsh—, nos reúnen de nuevo con estos viejos conocidos amantes del caballo para hablarnos del paso del tiempo, sus efectos, y las crisis existenciales que todos padeceremos tarde o temprano.

Ambas partes de la ahora bilogía “Trainspotting” podrían abordarse, en cuanto a temáticas y subtexto se refiere, aludiendo a algunas de las locuciones latinas más populares y utilizadas. Siguiendo esta línea se llegaría a la conclusión de que la primera entrega corresponde al carpe diem y los peligros, a priori ocultos, que conlleva un estilo de vida centrado en la búsqueda del placer inmediato sin concesiones propio de la juventud. “T2: Trainspotting”, por otro lado, nos conduce de lleno hasta el tempus fugit, recuperando en su narrativa la comedia salvaje de la original e hibridándola con el drama más amargo y decadente para recordarnos en un alegato existencialista tan asfixiante como divertido que el tiempo no se detiene ni espera por nadie, que no cura nada y, por supuesto, que no nos ayuda a cambiar en absoluto.

T2-Trainspotting 1

En esta habilidad para mezclar tonos y géneros de forma tan efectiva y orgánica es donde radica la principal virtud de “T2: Trainspotting”; en una inusitada capacidad para demoler tus muros y machacar los puntos débiles inherentes a cualquier ser humano —el pánico a envejecer, a perder nuestro lugar en el mundo, a estar condenados a repetir los mismos errores una y otra vez…— y, a su vez, hacerte abandonar el patio de butacas con una sonrisa cómplice y gigantesca, dibujada en medio del desazón. Parte de la culpa de esto la tiene esa realización y montaje espídicos marca de la casa Boyle, sugestivos e hipnóticos como la mejor dosis de psico-estimulantes que pueda sintetizarse pero que sin unos personajes tan redondos y mimados como Spud, Begbie y compañía reduciría al largometraje a la mera floritura formal.

Son ellos quienes dan identidad a la película, quienes impregnan de carisma cada fragmento del caótico y desquiciado relato, y es el vínculo con ellos de quienes disfrutamos “Trainspotting” en el momento adecuado de nuestra vida —en el caso de quien suscribe, en plena adolescencia— el que termina de conseguir que esta “T2: Trainspotting” te toque el corazón como pocas. Esto queda reflejado en uno de los pasajes del filme, cuando Sick Boy le dice a otro de los personajes, trascendiendo a la pantalla y refiriéndose al espectador en una no tan sutil ruptura de la cuarta pared, “estás aquí por la nostalgia”. Muchos encontrarán en este empleo de la añoranza un señuelo deshonesto, pero, si prometen tantas emociones a flor de piel y una conexión tan vibrante con sus protagónicos, no puedo esperar a que el equipo vuelva a reunirse otros veinte años más tarde para cerrar una trilogía con el memento mori como leitmotiv.

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Videocrítica de «T2 Trainspotting»:

Por Víctor López G.

Sociópata altamente funcional. Ex-gordo. Ex-ESCAC. Superhéroe a tiempo parcial y cinéfilo a tiempo completo

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