Sally Potter diseña un teatro filmado donde sus peculiares personajes se tendrán que enfrentar a sus secretos en un ambiente cada vez más ácido y hóstil
«The Party», el nuevo trabajo de la realizadora británica Sally Potter, se abre de una manera tan abrupta como directa. Una de las protagonistas de la función, y decimos función porque la película bebería de la tradición del teatro filmado, nos mira directamente mientras nos apunta amenazante con su pistola. Se aplica en este prólogo el principio del arma de Chéjov, donde el dramaturgo ruso indicaba que cuando un elemento aparece en escena es porque tendrá relevancia en el desarrollo del relato. En este caso, si se nos presenta de forma frontal un arma de fuego, será porque ésta deberá ser utilizada. Nos crea pues Potter en sus primeros segundos de metraje esta situación extrema, que no solo sirve para generar tensión dramática, sino que se antoja como un recurso metafórico de sus intenciones. Este plano, que nos interpela e introduce en la materia fílmica como el que abre y cierra «Asalto y robo a un tren» (Edwin S. Porter, 1903), juega un papel político y social que interroga con el espectador. Y es que cuando Janet nos apunta, lo que hace en realidad es dispararnos los dardos envenenados que cubren la esencia del filme. Es la propia realizadora quien utiliza este recurso para señalarnos sin pudor antes de empezar su obra, para avisarnos de que la denuncia de los convencionalismos sociales modernos que aborda su trabajo no mueren en una obra de ficción, sino que es a través de esta representación cómo se llega a calar en la esencia de nuestro propio comportamiento.
El filme, salvo su inspirada primera secuencia, se mueve a continuación bajo preámbulos muchas veces ya explorados. Se nos tantea con una presentación de personajes que van llegando a una casa, donde se celebra una fiesta, la The Party del título, que es a su vez un juego de palabras con el motivo de dicha reunión, que es el progreso de una de sus miembros dentro del partido político al que pertenecen. Estos personajes se mueven dentro de la clase alta, algo sobre lo que posteriormente se generará un conflicto sobre quien antepone el saber académico y quien prefiere el mundo de las finanzas. En sus inicios se presenta sus personalidades, los clichés que representan, quizás en un ritmo algo parmonioso. Se tejen los primeros enredos y conversaciones en parejas o trios antes de entrar en la gran catarsis grupal, para después separarse de nuevo y abrir aun más la las rencillas personales que nutren el conflicto. A partir de primeros planos en blanco y negro, silencios y motivaciones individuales, los protagonistas irán mostrando los males que arrastran evidenciándolos tanto ante a los demás como al espectador. Potter nos dispara sus críticas, quizás más efectistas que elaboradas, a la distorsión del feminismo que odia a todos los hombres de manera prejuiciosa, a la medicina alternativa basada en la superchería o en las mentiras que arrastra un matrimonio consolidado durante años. Nos ofrece una muestra de ciertas miserias humanas de la sociedad moderna para finalizar la función del mismo modo que se abre, interaccionando con el espectador, acusándole de ser partícipe de un mundo donde los seres humanos somos incapaces de comprendernos los unos a los otros.
Frases destacadas:
- «No todos los hombres son violadores»
- «Ambos tenéis en común el amor por Marianne»
- «Visto esto creo que nuestra relación es sana»