Ópera prima del director Jake Schreirer que narra de una manera un tanto manida la amistad entre un robot y un anciano de vejez solitaria.
Cuando François Truffaut creó en 1966 la obra de ciencia ficción Farenheit 451, una estremecedora distopía basada en el libro de Ray Bradbury que seguía los pasos de un bombero cuyo cometido era el de quemar los libros prohibidos por el gobierno, el francés no contaba con los medios adecuados, en relación sobre todo a los efectos especiales, para llevar a cabo la tarea de ilustrar un futuro no muy lejano en el que la sociedad había involucionado peligrosamente. Es por ello que la película, a pesar de retratar con fidelidad el espíritu de la novela, tiene una serie de escenas encabezadas por las chapuceras maquetas de coches de bomberos futuristas que no le han sobrevivido al tiempo. Funciona, eso sí, como fábula demoledora y retrato de las ambiciones más bajas del ser humano apoltronado en el poder.
Los problemas de Un amigo para Frank, debut en la dirección de Jake Schreirer, son dos en esencia. El primero, que se trata de un proyecto independiente de bajo presupuesto y visualmente no está a la altura del argumento que propone. El segundo, y en este caso transcendental, es que al margen de su bienintencionado desarrollo, no deja de relatar una vejez complicada intentando apoyarse en el planteamiento de una serie de interrogantes metafísicos que transforman lo que podía haber sido un entretenimiento simpático en una marabunta de lugares comunes sobradamente explorados.
La película comienza con un anciano cuya lucidez conoció tiempos mejores recibiendo de sus hijos, ya distanciados de él, un robot que le sirva como ayuda y compañía. Es aquí cuando Un amigo para Frank entronca con la habitual fase de negación de su protagonista que no cree necesario semejante artilugio para el desarrollo de sus rutinas habituales. Como no podía ser de otra manera, finalmente el aparato acaba seduciendo a su dueño no se sabe muy bien si por la soledad en la vejez o por su utilidad como compañero de fechorías y el director nos catapulta hacia una especie de comedia de enredo con melodías nostálgicas que en seguida se queda sin resuello.
Entretanto, algunos guiños a las leyes de la robótica enunciadas por Asimov y el omnipresente recuerdo de otras películas similares en su planteamiento como Yo Robot o El hombre bicentenario. Un giro de guión final con el que supongo que el productor se relamía amparado en la posibilidad de que el respetable no tuviese otro remedio que sujetar sus mandíbulas ante la inesperada sorpresa pero que no tiene otro efecto que el de asentir tediosamente con ese gesto que se traduce como: «si ya me lo imaginaba», cierran un film agradable pero lejano a permanecer en la memoria.
La presencia de Frank Langella sirve como aliciente pero, aunque cumple en su papel de cascarrabias senil con buen corazón, está lejos de emerger como ese actor magnético que resultaba antaño. No se puede decir lo mismo de la actuación de una Susan Sarandon que lleva muchos años lejos de sus cotas interpretativas y no deja de mostrarse tan anodina como el conjunto de imágenes que aparecen en la pantalla
Sin temor diré que me enamoré de esta historia, pues aborda un tema muy delicado al que actualmente le mostramos tanta indiferencia: la vejez. La película es preciosa y a pesar de ser sencilla es muy cautivadora. Esta es una de las ventajas de ver filmes online pues te encuentras con cada película muy hermosa como ésta.
A mi me encantó esta película, mira
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Tenemos dos críticas de esta película