Jia Zhang-ke se inmerge en el desconocido terreno del sanguinario cine de acción para criticar, una vez más, el devenir moderno de la sociedad china.
El nuevo manifiesto de Jia Zhang-ke
Desde sus inicios, el máximo representante de la sexta generación de cineastas chinos ha querido evidenciar las nuevas fórmulas capitalistas que los habitantes de su tierra natal han integrado en su cotidianidad; entendiendo ‘capitalismo’ como sinónimo de conducta más liberal e individualista que la comunista. La imposible convivencia entre la tradición milenaria, el comunismo forzado y una atractiva cultura occidental de escasa accesibilidad, desconcierta gravemente a la sociedad. El contradictorio espíritu de globalización que persigue tanto el gobierno de la República Popular China como su población, alcanza su clímax en “The world”. En este largometraje Jia Zhang-ke se centra en la precaria vida de unos trabajadores de un parque temático sumido en un universo de prosperidad. La quimérica China primermundista en la que transitan durante su horario laboral dista mucho de la realidad fuera de las inmensas hectáreas del parque. La doble vida involuntaria que llevan les impide crear lazos entre iguales, fuera y dentro de la infraestructura. En este sentido, los personajes de la filmografía de Jia Zhang-ke siempre se ven inmersos en las vicisitudes de un fallido contexto político, económico o social, que aplasta sus anhelos individualistas. El choque entre el sujeto librepensador y la poderosa institución superior que lo aliena es el tema principal de toda la obra de Jia Zhang-ke. No obstante, con la realización de “Un toque de violencia”, el director ha derribado los estrictos esquemas cinematográficos que él mismo se había impuesto. Si las obras precedentes están protagonizadas por hombres pasivos que se dejan arrastrar por la corriente, en “Un toque de violencia” nadie acepta su desdicha, más bien se opta por una atávica rebeldía contra ésta, planteada como única vía de evasión.
La Modernidad engendra violencia
‘No estamos hechos para el mundo moderno porque somos unos nostálgicos’, dictamina el personaje obsesionado con las películas de acción chinas frente al protagonista de “Naturaleza muerta”. Esta célebre cita extraída de uno de los films en que actuaba Chow Yun-fat, resume el manifiesto de la obra anterior de Jia Zhang-ke. El mundo moderno ha traído a la República Popular el desempleo, la prostitución, la corrupción burocrática, el SIDA y la drogadicción, y Jia Zhang-ke siempre ha estado allí para demostrarlo. Sin embargo, la existencia sumida en dicho caos se hace tan insufrible en el presente que los afligidos ahora reaccionan de manera violenta, no con impasibilidad como antaño. En “Un toque de violencia” se narran cuatro historias delictivas que exponen un conflicto irresoluble de forma políticamente correcta. Presenciamos cuatro crímenes provocados por el vertiginoso devenir de la nueva era moderna: Dahai (Jiang Wu) se toma la justicia por su mano para erradicar la corrupción de su pueblo, San’er (Baoqiang Wang) gana dinero a base de asaltos peligrosos con su arma automática, Xiao Yu (Tao Zhao) trabaja de recepcionista en un club de masajes soportando el descaro y la grosería de los clientes de sus compañeras, y el joven Xiao Hui (Lanshan Luo) se enamora con locura de Vivien Li (Li Meng), una prostituta budista.
Sangre coreografiada
Las escenas sanguinarias del largometraje de Jia Zhang-ke están filmadas con tal delicadeza que evocan las coreografías de las artes marciales del género wuxia. El maestro del plano secuencia propone una violencia estilizada. La belleza de la sangre danzando sobre los rostros y los atavíos de los personajes de “Un toque de violencia” aleja el film del sinsentido visual y ético de la contemporánea nueva ola de cine griego. Aunque el terrorismo de las escenas de “Luton” (Michalis Konstantatos) exponga una crítica social similar a la de “Un toque de violencia”, Jia Zhang-ke elabora un discurso más rico que la anarquía sensorial del realizador griego. Por otro lado, a diferencia de Konstantatos, Jia Zhang-ke reflexiona sobre la naturaleza maligna de esa violencia. Dicha procedencia ha sido relacionada con la noción de pecado cristiano puesto que el mismo título original (“A touch of sin”) lleva integrado el concepto. La contraposición entre el zen de la religión budista y la moral judeocristiana traslada la ficción al punto de partida ya comentado: el choque entre culturas genera malestar y, en consecuencia, violencia.
Frases destacadas de «Un toque de violencia»:
– Dahai: “Dime cuánto cobras tú y el jefe del pueblo por no hablar”.
– Dahai: “Págame el viaje en avión a Pequín para poder denunciarte”.
– Contable Lu: “Dispárame, no tienes agallas para matarme”.
– Dahai: “Voy a cazar animales”.
– Esposa de San’er: “Ya no quiero tu dinero”.
– San’er: “Hago una ofrenda a los fantasmas”
– San’er: “Los dioses tuvieron la culpa”
– Esposa de San’er: “¿No puedes quedarte en el pueblo con nosotros?”.
– San’er: “Disparar armas de fuego me divierte”.
– San’er: “Los móviles son más peligrosos que las armas automáticas”.
– Xiao Yu: “Quiero un hijo tuyo”.
– Xiao Yu: “Si te quedas con tu esposa habremos terminado”.
– Cliente: “Te ahogaré con mi dinero”.
– Xiao Yu: “¿Sabías que los animales también se suicidan?”.
– Vivien Li: “En cantonés llaman ‘comercio ilegal’ a nuestro trabajo”.
– Xiao Hui: “Sólo sé decir una frase en cantonés ‘me gustas mucho’”.
– Vivien Li: “Nuestras acciones son para el perdón de la próxima vida”.
– Vivien Li: “Las profesionales del sexo no amamos”
– Comediante: ¿Entiendes tu violencia?