Yvan Attal coge “Intocable” y, a golpe de incorrección política, la transforma en lo que debería haber sido: una buena película.
Viejo francés cascarrabias conoce a joven inmigrante de segunda generación. Esa es la premisa “Una razón brillante”, la última cinta del francés de origen israelí Yvan Attal, idéntica a la de la sobrevalorada “Intocable” (Olivier Nakache y Éric Toledano, 2012), ya convertida en un clásico del cine contemporáneo para los cinéfilos esporádicos. Presentando una trama tan semejante, es muy improbable que Attal haya decidido realizar este filme sin ser consciente de las inevitables comparaciones. De hecho, da la impresión de que sus intenciones sean esas mismas. Consciente del potencial que tiene la premisa y lo desaprovechado que está en “Intocable”, Attal se la lleva a su terreno para exprimirle hasta la última gota en un filme incorrecto, hostil y astuto pero con mucho corazón. No tiene miedo a acercarse al problema racial de forma objetiva. Sin edulcorarlo ni victimizarlo. Además, se atreve a postular una alternativa impopular para enfrentarse al racismo: asimilarlo. No tomárselo como algo personal, sino como un mal intrínseco en la sociedad actual y saber que, para llegar a un mismo punto, va a costar el doble solo por no pertenecer a la raza predominante. Acertado o no, al menos Attal no busca la complacencia que exuda el cine de Nakache y Toledano y nos expone sus principios a través de una cinta fluida y eficaz que combina perfectamente el retratar la sociedad francesa actual, con la reivindicación personal y el cine de entretenimiento.
En la figura de viejo cascarrabias tenemos a Pierre Mazard, un profesor de derecho romano en la facultad de derecho de la Universidad de Paris interpretado magníficamente por el veterano actor francés Daniel Auteuil. Durante el primer día de clase, una joven de origen musulman, Neïla Salah (Camélia Jordana), llega tarde a su clase y él le reprocha su impuntualidad con comentarios desafortunados. Este enfrentamiento es grabado por varios móviles en el aula y pronto se hace viral. Para poder limpiar su nombre y mantener su plaza de profesor, Pierre deberá entrenar a Neïla para el campeonato de debate.
Francia en el punto de mira
Si bien “Una razón brillante” es una gran película de principio a fin, es en su primeros 15 minutos, es donde la cinta brilla más. En un ejercicio perfecto de síntesis narrativa, nos presenta a los 2 protagonistas, la tesis de la película, el marco sociocultural en el que viven y critica sin compasión y con un cinismo sagaz la prepotencia y condescendencia francesa. De un plumazo arremete contra toda forma de racismo en los que ha derivado en la actualidad con tanta solvencia e ingenio como en la reciente “Déjame salir” (Jordan Peele, 2017). Dentro de este inicio, destaca un plano maravilloso donde Neïla va en metro y vemos como el paisaje va transformándose de un centro de París opulento a una barriada del extrarradio. Una secuencia que divide dos mundos. Mientras el primero es hostil con alguien como Neïla, el segundo es aquel donde ella se siente a salvo, se siente en casa. Una sensación diametralmente opuesta a la que tendríamos muchos de nosotros si nos fuésemos al extrarradio de una gran ciudad. La delicadeza con la que Attal nos transmite esta sensación es abrumadora.
Todo esto y la cinta no ha hecho más que empezar. Quizá demasiado fuerte como para poder mantener el ritmo. Sin embargo, la química entre Auteuil y Jordana es mágico. Y los diálogos entre ellos mordaces. Herederos de las mejores screwballs americanas. Gracias a estos dos factores, toda esa riqueza y densidad del comienzo del filme que se va perdiendo al focalizarse en los personajes principales, no arrastra consigo el interés y la potencia de la cinta. Poco a poco, “Una razón brillante” va desembocando en una película de competiciones y superación más típica, pero la elección de tomar este camino parece la natural respecto a la idea que nos intenta presentar. Pero, incluso en el último tercio donde el filme ya se ha convertido en una película de manual, Attal sigue dirigiendo con garra evitando que el filme pierda fuerza o fluidez. Tampoco los diálogos, donde se reserva para el clímax los mejores cartuchos.
Aprendiz y maestro
Aunque el tema principal de “Una razón brillante” es el racismo en nuestros tiempos, con Neïla y Pierre tenemos también cine de confrontación entre generaciones y de maestro y alumno. Attal sitúa a sus personajes a mitad camino entre “My fair Lady” (Goerge Cukor, 1964) y “Whiplash” (Damien Chazelle, 2014). Ni Pierre es tan inhumano como el Terence Fletcher de J.K. Simmons, ni Neïla es tan ordinaria como la Eliza Doolittle de Audrey Hepburn, pero son varios los guiños a dichos personajes a lo largo de la cinta. Este equilibrio entre los protagonistas, es el caldo de cultivo perfecto para que el realizador francés de rienda suelta a la comedia apoyada única y exclusivamente en los diálogos. Además, por primera vez en una película basada en una competición de debate, el espectador puede aprender algo de valor, como las diferentes técnicas para realizar una buena defensa de cualquier tema, por muy loco que sea. Un pequeño detalle que enriquece más todavía un guión soberbio.
En una carrera con altibajos, el actor y director Yvan Attal, cuya dirección más conocida quizá sea el maravilloso fragmento “Anna” de la cinta coral “New York, I love you” (VV. AA., 2009) y protagonizado por Robin Wright, alcanza con “Una razón brillante” su cima cinematográfica. Una comedia punzante, profunda y fluida que permite ser disfrutada en todas sus capas. Un maravilloso ejemplo de lo que “Intocable” debería haber sido y que, el hecho de el éxito de aquella sea incomparable a la poca visibilidad que está teniendo esta, solo se puede explicar a través del gusto por la mediocridad complaciente del público general.
Frases destacadas:
- Neïla: “Pimpollo, menuda mierda de insulto.”
- Pierre: “Es mas cómodo no intentar nada y ser una victima el resto de su vida.”
- Pierre: “Ya que no lleva burka podría vestirse bien, ¿no?”
- Neïla: “Van a hablar sobre una Tarjeta Naranja, un Taburete y un Abderramán, ¿no?”
- Neïla: “Pierre Mazard es cínico en el sentido más frio y deplorable de la palabra.”