Naomi Kawase se aleja de la tendencia de sus dos últimos filmes para regresar a sus orígenes abordando nuevas formas
Poco o nada hay en «Viaje a Nara» de la tendencia que tomó la filmografía de Naomi Kawase a raíz de sus dos anteriores filmes. Tras «Aguas tranquilas», obra de madurez autoral dentro de su tendencia en la ficción hasta el momento, se decidió por abrazar una corriente más accesible al gran público. Así pues, su obra posterior «Una pastelería de Tokio», consiguió un éxito considerable al acercar sus temáticas recurrentes a un lenguaje mucho más complaciente y, por qué no decirlo, insulso de cara a quienes habían disfrutado con su marcado estilo anterior. Mucho más decepcionante fue «Hikari», producto artificioso y manufacturado donde la propia cineasta se equivoca a la hora de guiar y obligar al espectador a seguir la estela marcada desde los inicios del filme. Así pues, llegando «Viaje a Nara» a la sección oficial de San Sebastián, dejando a la directora nipona fuera de Cannes, donde ya era una habitual, las expectativas no eran demasiado altas. Nada más lejos de la realidad. Y es que con este nuevo largometraje, la cineasta no solo se aleja de sus últimos derroteros, sino que vuelve a apostar por la originalidad y la esencia personal en su obra originando un nuevo lenguaje, un estilo casi más críptico que sus primeras películas y que demuestra que Naomi Kawase aun tiene mucho por decir y aun más por innovar dentro de las distintas vías que permite la experimentación fílmica.
«Viaje a Nara» reincide en el peso emocional que deja la muerte de un ser querido en la existencia de quienes siguen en vida. Y lo hace fusionando la sensibilidad humana con la esencia salvaje de las pasiones y el papel que juega el espacio, en este caso la naturaleza, como catalizador de los sentimientos de los protagonistas. Es por ello que el filme se abre con un cazador asesinando a un animal, secuencia que tan solo se recupera hacia finales del metraje, demostrando ser un corte metafórico, que nos invita a reflexionar sobre la pérdida, el comportamiento errático y el papel que juega el hombre como dueño y señor del universo que le es dado. Y sobre esta premisa se nos presenta la compleja relación entre una mujer que busca desde la tristeza la esotérica y legendaria respuesta a su búsqueda de acabar con el dolor y un hombre recluido con graves problemas para abrirse a los demás. Algo tomentoso y que encuentra su comunicación en la fisicidad y lo corpóreo en unas escenas donde Naomi Kawase logra impregnar de poética y belleza los cuerpos y sentimientos reales de sus personajes, a quienes dan vida el constante Masatoshi Nagase y una excelsa Juliette Binoche. Pero lejos de contentarse con esta conexión, Kawase explora la necesidad existente de acabar con el mal que concome a su personaje principal, y lo hace mediante el flashback y la ensoñación. También sobre la duplicidad y la sustitución. El deseo y la realidad se funden finalmente en un tormentoso devenir narrativo que puede resultar difícil de acceder y que esconde una profunda sensibilidad que deviene en una catarsis visual donde el fuego purificador parece aplacar una heridad del pasado muy difíciles de purificar.
Desde luego que la apuesta de Kawase no es difícil de digerir. Además, la violencia con la que expone el trágico y doloroso trato de las emociones humanas puede sacudir por su impacto al espectador. No obstante, la deriva que toma la segunda parte del filme entre la ensoñación el recuerdo y el deseo, no podría estar mejor sintetizado que su coherente secuencia final, plagado de filosofía y carácter genuinamente atribuible a su única directora. Un nuevo trabajo que abraza nuevas vías y que nos invita a seguir creyendo en la cineasta.
Frases destacadas de «Viaje a Nara»
- «¿Eres ciega?»
- «Yo veo con el corazón»
Tráiler de «Viaje a Nara»: