La enésima adaptación de la novela de Mary Shelley resulta tan imperfecta como entretenida, rebosante de encanto y frescor y carente de complejos.
Que un personaje concebido hace prácticamente doscientos años —la publicación de Frankenstein, o el moderno Prometeo data de 1818— continúe recibiendo adaptaciones cinematográficas a día de hoy, dice mucho sobre la genialidad del material original y la atemporalidad de sus temáticas y espíritu romántico. Desde su primera traslación al celuloide en 1910 con un cortometraje mudo homónimo, hasta la duramente criticada versión dirigida y protagonizada por Kenneth Branagh en 1994, pasando por los delirios cómicos de Charles Barton y Mel Brooks con sus “Abbot y Costello contra los fantasmas” (1948) y “El jovencito Frankenstein” (1974), se antojan incontables las diferentes aproximaciones al mito gótico que seguirán permaneciendo a la sombra del eterno Boris Karloff que personificó al monstruo en los imperecederos filmes de la Universal.
La última muestra de esta inmensa variedad de puntos de vista que la obra cumbre de Mary Shelley es proclive a recibir, “Victor Frankenstein” —nótese el nombre de pila—, huye de la propuesta contemporánea, casi futurista y volcada en la ciencia ficción, que Bernard Rose dio a su “Frankenstein” el pasado 2015; y lo hace para volver a un siglo XVIII generado por ordenador que comparte código genético con el Sherlock Holmes de Guy Ritchie en cuanto a forma y tono, y que enmarca una aventura tan efímera y olvidable una vez finaliza la proyección, como tremendamente entretenida y rebosante de un refrescante estilo propio que el guionista Max Landis y el director Paul McGuigan han sabido estampar sobre su creación.
Resulta sorprendente, y es muy de agradecer, el tratamiento libre y repleto de licencias que Landis da en su libreto al clásico. Optando por contar la historia a través del prisma de Igor para evitar problemas de empatía con un Victor Frankenstein representado por un James McAvoy desatado que parece estar disfrutando en todo momento de su constante recital de excesos interpretativos, el guión cimienta la trama sobre la dinámica entre los dos personajes principales, alejando la cinta del espíritu de terror victoriano que se asocia al relato y convirtiéndola en una suerte de buddy-movie con despuntes de humor marca de la casa, acción, y espectáculo sin ningún tipo de ínfulas, en la que el monstruo es lo menos importante.
Si el sello y las filias del controvertido escritor de “Mr. Right” (Paco Cabezas, 2015) transpiran en cada escena, los tics formales presentes en los episodios de la catódica “Sherlock” dirigidos por McGuigan también hacen acto de presencia, reforzando el despliegue audiovisual de primerísima categoría que atesora “Victor Frankenstein”, y transformándola en un auténtico carrusel que parece reducir sus 110 minutos de duración a un pestañeo gracias a su maravilloso ritmo, su dinámico montaje, y una belleza plástica que hace olvidar por momentos su vacuidad narrativa y lo insulso y poco sorprendente de su manida historia.
“Victor Frankenstein”, sin duda, hará que los puristas se lleven las manos a la cabeza e intenten dilapidar, del mismo modo que los temerosos a los avances de la ciencia trataron de hacer con el doctor que da nombre al largometraje, esta adaptación, casi autoral, que nos brindan Landis y McGuigan. Donde unos alegarán una profanación a la novela de Mary Shelley, personalmente, y ante la falta de expectativas previas a la proyección, no puedo menos que aplaudir este imperfecto, aunque fresco y sobradamente satisfactorio, divertimento de usar y tirar.
Frases destacadas
- Victor Von Frankenstein: Igor, you and I shall be at the heart of a scientific enterprise that will change the world. We shall create life out of death!
- Victor Von Frankenstein: There is no Satan. No God. Only Humanity. Only ME!
- Inspector Turpin: You’ll burn in hell for what you’ve done.
- Lorelei: I looked into it’s eyes and there was nothing there.
- Igor: It’s alive.