Vuelve uno de los grandes autores en activo del cine norteamericano con una obra que sin duda dará que hablar.
Con “Vida oculta” (2019) mucho se ha comentado de la vuelta de Terrence Malick a un cine narrativamente más tradicional. Tras la monumental “El árbol de la vida” (2011), el normalmente poco prolífico director había encadenado con bastante rapidez una trilogía de trabajos basados en la improvisación a través de la cuál hablar algunos de los traumas de su interior. Sin embargo, estos experimentos no terminaron de convencer, y ahora vuelve con una película sin duda más planificada aunque por supuesto nadie puede esperar ya que Malick realice un giro drástico en su muy personal visión cinematográfica.
Entre dos mundos
La historia que nos cuenta “Vida oculta” se encuentra basada en unos interesantes hechos reales: la historia de Franz Jägerstätter, granjero austriaco que se mostró abiertamente contrario al régimen nazi, negándose a servir en el ejercito al ser llamado a filas. Malick aprovecha esta premisa no solo como reivindicación de una mirada clara ante sucesos turbulentos, un tema de rabiosa actualidad, sino también para reflexionar sobre las relaciones entre los hombres y sobre todo la esencia del amor, encarnado aquí por la familia del protagonista, en especial su mujer. Así, la esplendida fotografía, obra esta vez de Jörg Widmer en vez del habitual colaborador Lubezki, encuadra perfectamente la idílica tranquilidad del protagonista con esos absolutamente hermosos paisajes de su pueblo natal Radegund (rodados en el sur tirolés) y la frialdad de las cárceles y edificios, paisajes de cemento gris en el que viven todas aquellas ideas que envenenaron al mundo durante la Segunda Guerra Mundial en esas regiones europeas.
Esplendidos trabajos de los dos protagonistas, August Diehl y Valerie Pachner, como ese matrimonio que ve como la ideología a su alrededor va infectando su en principio bucólica relación. Como en todos los trabajos de Malick, reinan más las secuencias de hechos cotidianos y voces interiores que escenas concretas de diálogos y aún así, ambos son capaces de expresar con sus gestos y movimientos todo el viaje interior de sus personajes. A esto ayuda que muchas de esas voces en off no sean pedantes monólogos malickianos sino las cartas reales que el matrimonio se escribió a lo largo de los años. Esta construcción es la que añade al final el peso emotivo de una película que en ningún momento se hace pesada a pesar de las tres horas justas de metraje y la reiteración de algunos momentos. Una historia de amor tan bonita como triste y dura, algo que refleja a la perfección la maravillosa partitura de James Newton Howard, que al igual que ya hizo en “El bosque” (2004, M. Night Shyamalan) rememora el romanticismo folk de Ralph Vaughan Williams para componer uno de los mejores trabajos de su dilatada carrera.
Una mirada demasiado consciente
Sin embargo la película dista de ser perfecta y se ve lastrada por varios aspectos. El más notorio es cierta impostación a la hora de exponer la situación de aquella época, pues la mirada que da Malick es completamente actual. Por lo tanto hay una autoconsciencia que se ve reflejada en el personaje de Bruno Ganz como un nazi tan autoconsciente de sus actos que parece arrepentirse a la par que los realiza. Algo que tampoco ayuda a la inmersión en sus maravillosas imágenes es el extraño juego idiomático de la cinta, en la que se realiza un paralelismo de incomprensión de posturas en el que aquellos que concuerdan con el protagonista hablan en inglés mientras que los que se oponen tajantemente tanto a él como a su familia es expresan en alemán. Es interesante el intento de diferenciación pero no resulta demasiado acertado el modo de abordarlo. Tampoco ayuda el blanqueamiento al que Malick expone tanto a la iglesia, que es escudada en la cobardía para justificar su pasividad, así como a Dios, ya que en vez de afrontar preguntas complejas en una revisión divina ante hechos atroces, lo justifica con un misticismo insondable ante el que no hay posibilidad de debate.
Nos encontramos ante un trabajo que posee una belleza innata y un interés necesario en el mundo de hoy, y aunque sea el mejor trabajo de su director en años, sigue siendo un trabajo autoral lleno de imperfecciones en cuanto a rotundidad y contemplación. Se siente así como una obra inmensa y a la vez un intento desperdiciado de crear algo realmente memorable de una historia que bien lo merecía.
Frases destacadas
- «Es mejor sufrir injusticias que realizarlas.»
- «Eres peor que ellos, porque ellos son el enemigo, pero tú eres un traidor..»
- «Decidas lo que decidas, estaré contigo siempre. «