Avalon nos trae la historia de Maryan, una joven iraní de 22 años que será juzgada en vivo y directo delante de todo su pueblo tras asesinar a su marido, Nasser.
El perdón (no) justifica las acciones de una mujer viuda
Flamante ganadora del Gran Premio del Jurado en la edición del 2020 del festival de Sundance, «Yalda, la noche del perdón» comienza con una secuencia bastante prometedora. Maryan (Sadaf Asgari) acude esposada a unos estudios de televisión pública. Pasando por el control fuerzan a separarla de su acompañante (una mujer desbordada) que suplica (sabiendo guardar un secreto ocultado) a su hija hacer un ejercicio de humildad. La madre (Fereshten Sadre Orafaee) tiene (en más de una ocasión) caídas emocionales al darse cuenta de que el legado de su hija pende de un hilo. Mona (Behnaz Jafari) aún no ha hecho su aparición en escena. Es la hija de Nasser, un poderoso magnate, y (aceptando el trato de la Dirección) ha venido al programa dispuesta a (no) perdonar a Maryan. Los porcentajes de audiencia arden.
Una secuencia de inicio en la que Massoud Bakhshi («A Respectable Family») no se avergüenza de meter el dedo en la llaga, de introducirnos dentro de la institución publica de un país machista y misógino. Un país en el que las mujeres aceptan un contrato (sigheh) por medio del cual los hombres pueden tener más de una esposa (a partir de la primera), siempre y cuando sean viudas, con tal de recibir la suma económica (acordada previamente) y que se encarguen ellas mismas de sus hijos. De esta forma Bakhshi toma el relevo de Panahi y Farhadi en lo que a cine político/social se refiere.
La noche más larga del año
Existe una celebración en Medio Oriente que coincide con el solsticio de invierno (21 de diciembre). La palabra Yalda proviene del arameo y significa “nacimiento”. En la cultura iraní se entiende “Yalda” como el nacimiento de la luz, es decir, del dios del sol “Mithra”. En la noche de Yalda se juntan amigos y familia en casa de sus mayores y la celebran juntos. Con el Diván, consultan al oráculo y obtienen una predicción a través de los poemas. Además, encienden un fuego muy grande, que representa luz y esperanza. La gente se alegra del renacimiento de la luz y de su imposición sobre la oscuridad. A partir de esta noche, los días se van alargando.
Panem et circenses
Uno de los personajes más destacados del filme es Ayat (Babak Karimi) un productor jefe de una suerte de court tv show (o espectáculo de juicios) iraní. Siguiendo los dictados del lema romano «pan y circo» al pie de la letra. Es más, es una suerte de Paolo Vasile, que ha atormentado a audiencias con programas tan zafios como «Forum» o «De buena ley«. El gran objetivo de los presentadores de este tipo de reality shows es atraer a la gran audiencia para darle emociones a precio de saldo. La intervención (sin ningún tipo de tapujos) de Omid (Arman Darvish), el presentador, es de traca, sin importarle los sentimientos de la invitada, Maryam, obligándola a «desnudarse» sentimentalmente, exponerla a pedir disculpas públicamente y declararse culpable de la muerte de su marido, Nasser, foco de la acción en plató.
«Yalda, la noche del perdón» es un drama judicial que invita a reflexionar. Por eso todo aquel que se precie de tener ojo crítico debería adentrar en este filme de noventa minutos no como el usuario pasivo que ve contenidos en la televisión pública, sino como un espectador crítico que está dispuesto a luchar por la justicia social y determinar los estigmas que plantea Bakhshi en su obra. Aún queda recorrido para visualizar un tema como es el delito de «ser mujer» en la sociedad iraní, pues concienciar es un derecho que tienen todos los medios de comunicación y académicos del sector deben tomar conciencia de ello. Massoud Bakhshi deja claras sus intenciones. Su objetivo es luchar por una sociedad más justa, con mayor equidad e igualitaria para todo el mundo.
Trailer de «Yalda, la noche del perdón»