Mar. Mar 19th, 2024
Crítica de "Yo, Daniel Blake"

La segunda Palma de Oro de Ken Loach, un retrato social con temas necesarios y sucesos involuntariamente ridículos

imagen de "Yo, Daniel Blake"

El veterano director británico Ken Loach se alzó de nuevo con la Palma de Oro en el Festival de Cannes tras ganar dicho reconocimiento hace justo diez años con “El viento que agita la cebada”. Tan aplaudida como criticada, lo cierto es que “Yo, Daniel Blake” se convierte en una obra de compleja discusión. Como en la mayor parte de la carrera de Loach (sin olvidar al guionista Paul Laverty) el cine de carácter social toma la palabra para formar esta trama mediante el arquetipo argumental de David contra Goliat, en este caso, ciudadano contra estado. En ella, un hombre maduro, Daniel Blake (Dave Johns), intenta pedir la ayuda por incapacidad laboral tras sufrir un infarto. Tras ser rechazado por no llegar al nivel de incapacidad suficiente, intentará mantenerse en la prestación por desempleo fingiendo, por obligación, buscar un trabajo que no puede llevar a cabo según su médico. A su vez, el señor Blake acogerá bajo su protección a Katie (Hayley Squires), una madre soltera con dos niños en una situación de pobreza aún más desesperante y con la que coincide en la oficina social.

La pertinente trama de “Yo, Daniel Blake”

Así, Loach crea un retrato que avanza cambiante entre la denuncia explicita y la pretendida distancia y espontaneidad. Filmando a sus personajes desde lejos y recreándose en las pequeñas cosas, asistimos al laberinto burocrático que tiene que afrontar Daniel Blake con desesperación y con cierto humor socarrón (las escenas del ordenador, la sintonía de la atención telefónica, etc). Junto con el retrato de Daniel Blake, simpático, honrado, encantadoramente cascarrabias y algo angelical (como sacado de una feel good movie), el relato se adentra en terrenos más negros mediante Katie y su tan azarosa como forzada íntima unión con su ángel de la guarda, Mr. Blake. Es ella la que afronta las escenas más dramáticas y oscuras de la película, destacando la del banco de alimentos (donde el hambre se postula como la mejor respuesta al discutible concepto de la dignidad) cuya escena supone el mejor momento dramático de la película.

imagen de "Yo, Daniel Blake"

Un desarrollo final incomprensible

Pese a las intenciones, siempre admirables, del discurso de denuncia social y de defensa de los que necesitan que se les defienda, hay que decir que la película de Loach es una obra fallida, caduca, torpe y algo ridícula. Todos estos adjetivos, duros y debatibles, se confirman junto con el avance de la historia hacia un final cuyos sucesos son cada vez más sobrecargados, melodramáticos y sucedidos siempre entorno a los lugares comunes más deplorablemente típicos, resultones y artificiosos de este tipo de relatos. De esta forma, Loach parece desvariar entre el retrato social pretendidamente dinámico, realista, espontaneo y cercano a un dramón sentimental cuyo tono relajado no trasmite más que desconcierto y poca empatía. De esta forma, avanzamos mediante unos cada vez más horribles fundidos sin sentido hasta un final que parece un descarte del montaje o incluso de guion, como las otras tres escenas que le preceden. Pocas veces se ha cristalizado mejor la noción literal de anticlímax que en esta película, donde todo el relato, como su probable pertinencia, se contradice con el desarrollo de todos los personajes. El humor y el realismo se abandona en prostitución y muerte; la rebeldía y la defensa de la dignidad se defiende de forma absurda en la escena donde el protagonista hace el grafiti que justifica el título de la película mientras es ridículamente alentado por un borracho y unas jóvenes ataviadas de despedida de soltera; al final, solo nos queda el retrato de un estado aislado de sus propios ciudadanos en un mar de burocracia donde el tacto humano es cada vez más escaso y el cliente se diluye entre la masa, convirtiéndose en un número más de la seguridad social figurante en alguna que otra base de datos.

imagen de "Yo, Daniel Blake"

El gran premio de Cannes y el premio del público conseguido en San Sebastián amparan esta obra con lo dicho anteriormente como única justificación. El retrato de la lejanía del estado y los que lo conforman siempre es pertinente, esa no es la discusión. La manera de narrar, lo que en realidad es la película, sin embargo, no aporta nada a la maraña global del cine social que la haga efectiva o estimulante, original o (hablamos del cómo y no del qué) necesaria.

Al final, ¿qué nos queda?

imagen de "Yo, Daniel Blake"

Podemos, como espectadores y por tanto personas, reconocernos en los problemas que sufren los protagonistas, en perder la prestación por llegar tarde, en esperar la atención al cliente durante horas escuchando la sintonía, en no encajar en ninguna prestación estándar pero necesitar y merecer una. Podemos entender también la desesperación y el hambre, la amistad y el cariño. Podemos, en definitiva, entender “Yo, Daniel Blake”. El problema no está en la comprensión, sino en la forma total del relato. Su apariencia realista mezclada con sus sucesos melodramáticos e injustificados, tanto por la historia como por su ritmo y tono, convierte a los grandes temas que aborda en una crítica llena de lugares comunes y a sus personajes, en los que cualquiera podría verse reflejado sobre el papel, en una serie de caricaturas (especialmente la escena del grafiti y la del piso de citas crean esta sensación) del drama social cuyo final consigue la tan increíble como involuntaria hazaña de unificar al público en un lloro común, unos de lastima por los personajes, otros por la película.

Frases destacadas de «Yo, Daniel Blake»

  • Daniel Blake – “Sufrí un infarto, la doctora me ha dicho que no puedo trabajar”.
  • Funcionaria – “Tiene que seguir buscando trabajo o dejarán de darle el subsidio”.
  • Daniel Blake – “Soy carpintero, no sé utilizar un ordenador”.
  • Daniel Blake – “Dios santo, ¿quién es el primero de la cola?”.
  • Anónimo – “Soy yo”.
  • Daniel Blake – “Te importa que atiendan antes a esta joven”.
  • Anónimo – “No, en absoluto”.
  • Guarda de seguridad – “Señor, usted no debería inmiscuirse, son las reglas”.
  • Daniel Blake – “No has hecho nada malo, estas cuidando a dos hijos sola, lo estás haciendo genial”.
  • Daniel Blake – “No voy a rendirme, si no te respetas ni a ti mismo, mejor dejarlo”.

Trailer de «Yo, Daniel Blake»

Por Rafael S. Casademont

Graduado en Comunicación audiovisual. Estudiante de postgrado con camino doctoral, estudios en cine. Cortometrajista a veces, más cinéfilo que cineasta. Loco del cine checo, amante del cine japonés, de Charlie Chaplin y de todo lo que me haga disfrutar y sufrir en una sala de cine.

Un comentario en ««Yo, Daniel Blake» Una Palma de Oro increíble»
  1. Discrepo practicamente en todo lo que has dicho. Es una obra maestra del cine social.
    «El problema no está en la comprensión, sino en la forma total del relato. Su apariencia realista mezclada con sus sucesos melodramáticos e injustificados, tanto por la historia como por su ritmo y tono, convierte a los grandes temas que aborda en una crítica llena de lugares comunes»

    La apariencia realista casa perfectamente con los sucesos melodramaticos que son tambien desgraciadamente realistas, así como con la historia que es rematadamente realista y el tono y ritmo que es como la vida misma de un jubilado que vive solo, un mar lento y aburrido de cotidianidad con picos altísimos de dura sentimentalidad.
    Claro que los lugares comunes abundan , es cine social , realista, desgraciadamente y viviendo en un país diferente los lugares que describe el film son de sobra conocidos por cualquier ciudadano, es más son peligrosamente frecuentes en la vida diaria

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.