El último trabajo del director James Gray se centra en la empresa real que llevó a cabo en la selva de Brasil el militar y explorador Percy Fawcett.
A finales del siglo XIX, el que acabaría siendo futuro teniente coronel Percival Harrison Fawcett servía en África, donde estudió topografía. En 1906, debido a estos conocimientos, fue enviado por la Royal Geographical Society por primera vez a Sudamérica, para cartografíar un área que se encontraba entre Bolivia y Brasil. A partir de entonces comenzó a realizar expediciones regulares allí (que en la película que nos ocupa se resumen en tres), convencido, tras el encuentro en la selva de estatuillas, objetos y utensilios domésticos, de que hubo una civilización prehistórica que ocupó una ciudad perdida a la que puso el nombre de Z. Sus teorías fueron rechazadas y ridiculizadas en un ambiente eurocéntrico que se negaba en rotundo a plantearse que pudiera haber existido otra sociedad evolucionada en un continente considerado como subdesarrollado. Pero Fawcett no se rindió y, tras sufrir graves lesiones físicas durante la I Guerra Mundial, aún llevó a cabo un último viaje en 1925, acompañado de su hijo, para demostrar de una vez por todas que sus hipótesis eran reales.
El fracaso y la obsesión
No es de extrañar que James Gray se interesara por un personaje como Percy Fawcett, ya que su personalidad comparte algunas características con los protagonistas de sus filmes: el terror al fracaso, y la obstinación como modo de enfrentarse al mismo, a pesar de las consecuencias negativas que ello pueda generar. Fawcett, traumatizado por su falta de reconocimiento profesional, y temeroso de no poder rescatar el nombre de sus antepasados, el cual quedó denostado por su propio padre, se embarca en una aventura que le separará de todo lo que conoce y ama. Esto entronca con otros temas habituales del realizador, como «la fuerza de las relaciones familiares, y la lucha por salir adelante en la vida, con la consecuente frustración que genera el progresivo desvanecimiento de las fantasías».[1]. Pero en ese nuevo entorno natural, Fawcett conocerá también un mundo que ni podía imaginar. Una inmensidad que le llevará la enagenación, algo que encuentra su principal relación con «Aguirre. La colera de Dios» (1972); pero al contrario que en el trabajo de Herzog, el interés de los protagonistas de «Z. La ciudad perdida» es antropológico, no económico, ni tampoco comercial o religioso, como se veía en «El abrazo de la serpiente» (Ciro Guerra, 2015). De este modo se establecerá también otro de los comunes tríos sentimentales del cine de Gray, solo que en este caso, Fawcett se debate entre su mujer y sus hijos, y el lugar del que se ha enamorado.
El clasicismo de Gray
Si por algo se caracteriza el cine de Gray es por su adaptación a la actualidad de un clasicismo preciosista, que llevó a su máxima expresión en «El sueño de Ellis» (2013), y que aquí recupera con una ambientación minuciosa del estilo de «Barry Lyndon» (1975, incluso hay alguna referencia más a Kubrick, con la visión conclusiva de Fawcett en la que se ve a sí mismo, revisitación quizás del final de «2001. Una odisea del espacio» 1968). Ciertas transiciones sin embargo enlazan la película con una modernidad matizada (o más bien, una atemporalidad que caracteriza a Gray), incluida la nada complaciente banda sonora de su habitual Christopher Spelman, que solo en su tramo final introduce algunos temas más melódicos que podrían parecer desfasados, pero que, contrariamente, armonizan con el tono general; ese al que contribuye de una manera fundamental la fotografía de Darius Khondji, que le imprime un carácter poético a todo el conjunto. Además, hay que tener en cuenta que la cinta abarca en su interior un buen número de géneros, como es el bélico, con una estupenda secuencia que haría sonrojarse al Mel Gibson de «Hasta el último hombre» (2016). Quizás los momentos personales están más sujetos a los tópicos (como las conversaciones con la mujer), pero el dulcificamiento es necesario para llegar a un final desolador, tan propio del director.
Argumentalmente, «Z. La ciudad perdida» no ofrece mucha novedad, aunque muestra un contexto histórico de lo más interesante a partir de la obsesión de un sujeto individual y su relación con los demás. Más que una épica aventura, se trata de un drama de cierta intimidad, sobre el encuentro y la reconciliación de un hombre consigo mismo y con su entorno, que acaba conquistando gracias a la solidez visual y a la personalidad de Gray, algo nada fácil de conseguir en un proyecto de estas características.
[1] PÉREZ DELGADO, Sofia Representar la tristeza, crítica de “El sueño de Ellis” en http://www.lallaveazul.es/?p=5246
Frases destacadas:
- Percy Fawcett: ¡Esta es nuestra última oportunidad!
- Nina Fawcet: Soy una mujer independiente.
- Henry Costin: Somos demasiado ingleses para esta jungla.
- Percy Fawcett: ¿Qué clase de idiota soy, que dejé a mi familia por este lugar?
- Percy Fawcett: Tengo que volver.
Pensando en ir al cine a ver esta película, he buscado la crítica en vuestra wed y me ha parecido cuando menos interesante el proyecto. Así que me he decidido a gastar los 4E de la butaca. Gracias