Andrés Luque y Samuel Martín charlan con nosotros sobre «Tiempo sin aire». Los personajes o el punto de vista son algunos de los muchos temas que hablamos.
Tras el éxito de «Agallas», el dueto formado por los directores Samuel Martín y Andrés Luque ha estrenado su segunda película: «Tiempo sin aire»; una historia de venganza ambientada en Colombia y en Tenerife sobre una madre que quiere encontrar a uno de los supuestos asesinos de su hija. La película se estrenó el pasado 30 de abril y se presentó en el festival de Málaga. Sus directores se encuentran en plena promoción de su película y han sacado un hueco para hablar con la familia Videodromo. ¡Y nosotros se lo agradecemos!.
“Tiempo sin aire” es vuestra segunda película tras la exitosa “Agallas”. Tengo la sensación que en «Tiempo sin aire» habéis querido ser más ambiciosos tanto en historia como a nivel de producción. ¿Qué diferencias habéis tenido a la hora de abordar este proyecto y qué os ha motivado para sacarlo adelante?
Samuel Martín: Queríamos dar un paso más. Con “Agallas” creemos que hicimos un ejercicio de género, era una historia que era un thriller. Una historia de pequeños mafiosos del mundo de la droga en Galicia y con un componente de humor negro en el thriller. Aquí hemos ido a una historia más ambiciosa en el sentido de querer abarcar a un mayor número de personas, y que fuera una historia más universal. No abandonamos del todo el thriller pero queda muy por debajo porque vamos más al terreno del drama; y algo que se nos quedó más colgado en “Agallas”, que son los personajes. Aquí vamos más a ello; queremos entrar más en la profundidad del alma humana, en la venganza, en la mentira, en la violencia, pero también en el amor incondicional, en la entrega sin fisuras. Queríamos contar una historia más de seres humanos, una historia que fuera transversal en el tiempo y en el espacio y que pudiera suceder en cualquier parte del mundo y en cualquier momento de la historia porque tiene que ver con un conflicto bélico que hiere y daña las almas.
Y hablando de esa globalidad, “Tiempo sin aire” se ambienta en Tenerife, pero gran parte de la historia se desarrolla en Colombia, con un conflicto que apenas conocemos en España. Lo dice hasta el propio personaje que interpreta Carmelo Gómez. ¿Por qué ubicasteis gran parte del conflicto ahí? ¿Tenéis alguna relación con Colombia?
Andrés Luque: Tenemos alguna relación con el país, sí. Aunque nosotros desarrollamos el conflicto en Colombia, lo que tenemos claro es que hubiera podido desarrollarse en cualquier otro país y en cualquier otro momento. Nosotros ambientamos el conflicto en Colombia como hubiéramos podido ambientarlo en Siria, Irak o en África. Colombia tiene unos elementos de producción muy interesantes, hablan la misma lengua que nosotros con lo cual eso facilitaba el interés y la atención por parte de los espectadores. Además tiene muchas ventajas desde el punto de vista de producción, y entre Colombia y España hay muchos vínculos. Aunque el conflicto no se conoce mucho en estos momentos, es un conflicto que lleva más de 50 años. En otra época se conoció más; los informativos prestaron más atención a este conflicto. Y ahora afortunadamente tiene solución. Por esos motivos ya merecía ambientar la historia en Colombia, pero además yo durante muchos años trabajé en un programa de información internacional en Televisión Española que se llamaba “En portada”, y he tenido ocasión de cubrir, desde el punto de vista informativo, Colombia. Y de conocer de primera mano lo que son los paramilitares, la guerrilla, y los diferentes elementos que juegan en el conflicto de puertas que existe en Colombia. Pero sobre todo y lo más importante es que hemos tenido ocasión de conocer la voz de las víctimas. El caso de María no es un caso real pero podría serlo. Hemos visto a muchas madres que han sufrido la violencia en su familia, que han sufrido la violencia gestual en ellas mismas. A nosotros nos interesaba centrar la mirada en eso.
Cada personaje de la película tiene un conflicto enorme y su correspondiente desarrollo. Y son todos bastante ambiguos. De hecho hay una frase pronunciada por Gonzalo (personaje interpretado por Carmelo Gómez) que sintetiza muy bien todos los conflictos de los personajes: “por algo no nos pusieron ojos en la espalda”. Mi pregunta es, ¿no teníais miedo a ser demasiado intensos a nivel dramático, ni a que el espectador se perdiera entre tanta trama?
S. M. : Quizá es un peligro que se pudiera correr. Es verdad que hemos ido a darles profundidad y complejidad a los personajes. A acercarnos de verdad a las personas y a los seres humanos; darles la carne, el alma y las contradicciones que todos los seres humanos tenemos. Es una película adulta, en la que uno tiene que estar participando como espectador y tiene que estar metido en ella. No creemos que sea del todo compleja, la hemos intentado contar visualmente en cuanto a estructura de una manera entendible para el espectador actual. El lenguaje cinematográfico va cambiando y creemos que el espectador actual de cine puede perfectamente dar saltos en el tiempo sin perderse por ello. Y creemos que damos claves suficientes en esa estructura como para no perderse. Entonces es cierto que es una película adulta en lo emocional. Son personajes poliédricos, nada planos, pero creemos que también hay espectadores para eso; espectadores más exigentes que ven el cine como algo más que una simple trama y un mero entretenimiento. Nosotros hemos hecho una película con la intención de que la gente salga del cine habiéndole tocado la fibra y con ganas de reflexionar, con la idea de que si vas acompañado tengas que compartir y debatir con la persona con la que ibas al cine lo que ha sucedido dentro de la película y confrontarlo.
Hemos ido a darles profundidad y complejidad a los personajes; a acercarnos de verdad a las personas y a los seres humanos. A darles la carne, el alma y las contradicciones que todos los seres humanos tenemos.
Sí, de hecho el nivel estético también lo cuidáis para que la gente no se pierda con los flashbacks. Eso también lo habéis trabajado mucho a nivel de dirección de foto.
A. L. : Ahí hay un trabajo excelente de Juan Carlos Gómez, el director de fotografía. Desde el principio hablamos mucho de cómo queríamos abordar la propuesta estética. La parte Colombiana del pasado tiene un código de cámara en movimiento, un código de texturas más selváticas, más, incluso, deformadas, con esa aparente carencia de calidad que tiene las imágenes de los informativos con un montaje mucho más agresivo. Y la parte de Tenerife más luminosa y con más colores. Más vinculada a esa tierra que está llena de propuestas. Desde siempre tuvimos claro que para que el espectador no se perdiera sobre todo con los flashbacks que vuelven atrás, hubiera una propuesta estética entre un momento y otro.
María, la protagonista del film, está obsesionada con encontrar a Iván y vengarse. No hace ni caso a Gonzalo por estar tan centrada en su propósito. ¿Pensasteis en algún momento la posibilidad de que el personaje de María cruzara una línea en la cual el espectador la condenara y no empatizara con ella? ¿Os pusisteis límites a la hora de escribir sobre el personaje?
S. M. : Sí, totalmente de acuerdo. Ese miedo lo tuvimos. Y ese debate a la hora de escribir el guión lo tuvimos. De hecho fíjate que a la hora del rodaje fuimos modificando en la dirección de humanizar al personaje de María por el miedo que tuvimos de que el espectador no empatizara con ella. No queríamos en absoluto convertirla en una asesina en serie…
Claro, ni tampoco Uma Thurman en “Kill Bill”.
S. M. : Claro, nos estamos manejando en otros códigos. No queríamos eso. Volviendo a la idea de personajes poliédricos, María es una mujer claramente obsesionada con un punto de frialdad por el dolor que arrastra. En algún momento de la escritura, con una posición inconsciente e involuntaria más distante hacia su hijo. Todo eso lo fuimos modificando e la línea para humanizar al personaje, para hacerlo más real. Y por otro lado con la intención de que el espectador pudiera empatizar. Si no, hay momentos en los que el espectador se distancia, porque hay momentos en los que no atiende a su hijo, o no hace caso de las muestras de amor de Gonzalo, incluso por el propio hecho de la venganza.
Hay un momento hacia el final de la película en el que cambiáis completamente el punto de vista de la historia y la enfocáis en Iván (Féliz Gómez) y Vero (Adriana Ugarte). ¿Desde el principio teníais claro dar voz al “malo” de la historia?
A. L. : Sí lo teníamos claro. Y fíjate, la película al principio nació como algo mucho más desestructurado. Nace como lo que era la mirada o la percepción de cada uno de los personajes en el mismo hecho. Y solo el espectador, después de conocer la versión de cada uno de los personajes constituía lo que verdaderamente pasó. Esa era una opción demasiado radical y fue evolucionando a lo que finalmente hicimos. Siempre tuvimos un debate, y al final tomamos la decisión de presentar a Iván y a Vero al principio, luego la abandonamos, volvemos a toda la narración de María, y luego la volvemos a recuperar. Y después transformamos la relación Vero-Iván en la relación Vero-María. Es una decisión que teníamos clara. Es una propuesta arriesgada de guión y de narración, pero a nosotros nos gustan los riesgos. Y fíjate si nos gustan los riesgos que tenemos un falso “flashback” en un momento determinado…
S.M. : Eso no debemos desvelarlo….
A. L. : No podemos desvelarlo pero bueno, hablando contigo que has hecho un análisis muy bueno de la película, lo decimos. Nos la jugamos con ese flashback y hay unos críticos que dicen “qué de puta madre” y hay otros puristas que dicen “Hitchcock hizo eso y le dieron caña”. Pero a nosotros nos gusta apostar.
S. M. : En nuestro caso está justificado ese flashback porque el personaje está contando su propia versión.
Claro. Está completamente justificado. Me interesaba mucho el tema del punto de vista porque en todos los manuales de guión se dice que hay que respetar el punto de vista. Pero yo aquí lo vi y no me chirrió en ningún momento que saltarais de repente a la historia de Iván y Vero. Por ese sentido os felicito.
S. M. : Te agradecemos el esfuerzo de verlo y compartir tu sensación con nosotros. Porque para nosotros siempre es una duda. Tú haces tu trabajo y lo muestras pero no sabes si va a ser entendido, así que te agradecemos muchísimo que lo compartas.
Fuisteis cuatro personas los guionistas de esta película. ¿Cómo fue el proceso de escritura del guión? ¿Os peleasteis mucho? ¿Cuál fue vuestro mayor desafío a la hora de escribirlo?
S. M. : Hablamos mucho y sí, claro que hubo peleas. Fue un proceso muy grato. Difícil porque dos de los guionistas son vascos y nosotros vivimos en Madrid y ellos en Bilbao. Algunas veces quedábamos en Lerma y otras veces íbamos a Bilbao y pasábamos los fines de semana ahí. Nosotros trabajamos en TVE y no podíamos quedar entre semana. La idea salió en una cena. Ellos fueron los guionistas de “Agallas”, y en una cena nos presentaron un guión que nada tenía que ver con este. Era un thriller en la misma dirección y le dijimos que queríamos escribir algo nosotros conjuntamente, porque creíamos que podíamos trabajar muy a gusto, pero pensando en la historia como hemos dicho al principio de la entrevista: más ambiciosa, dando más profundidad a los personajes, menos enmarcado en un género, etc. A partir de ahí Andrés había tenido experiencia como periodista en lugares de conflicto como en Colombia, y teníamos claro que queríamos a una mujer como protagonista después de hacer “Agallas”, donde todos los protagonistas eran masculinos. Hicimos un tratamiento de lo que sucede y luego había discusiones sobre cómo tenían que ser los personajes. Pero fue un proceso lógico cuando uno no escribe solo, y desde luego muy enriquecedor porque cuatro cabezas piensan mejor que una.
A. L. : Yo complemento lo que dice Samuel. No nos peleamos, pero fueron muy enriquecedoras las discusiones. Hay ocasiones en las que uno defiende, como es lógico, su punto de vista. Pero al final no se tomaba una decisión si no estábamos todos convencidos. Aunque es doloroso termina enriqueciendo mucho el trabajo final. Y nosotros personalmente pensamos que de esto se ha beneficiado el guión.
Y a nivel de rodaje, ¿cómo fue la experiencia? He leído que rodasteis en 48 localizaciones diferentes. Una burrada.
S. M. : Ha sido una muy buena experiencia, pero teníamos mucho miedo. Había que cumplir el plan de trabajo porque ahora no está el cine español para decir “oye, necesito una semana más para rodar”. Los productores ya no quieren arriesgar mucho, y sabíamos que teníamos que cumplir con el plan de rodaje cada día sí o sí. Para esto hay secretos o fórmulas. Por un lado ensayar mucho con los actores, tener muy claro con ellos la puesta en escena. Compartirlo también con el director de fotografía, que en este caso ha estado muy pegado a nosotros en la planificación, Juan Carlos Gómez. Y luego, además de contar con un buen profesional como Juan Carlos, tener también a un gran equipo de eléctricos, y a un equipo que está a favor de obra. Y luego llevar siempre un plan A y un plan B. Llevar una propuesta arriesgada de realización y si luego no da tiempo y nos hemos pillado los dedos con algo pues ir al plan B, porque uno tiene que traerse los planos necesarios a la mesa de montaje para poder contar la historia que queremos contar.
Había que cumplir el plan de trabajo porque ahora no está el cine español para decir “oye, necesito una semana más para rodar”.
Vamos, que planificasteis dos veces.
S. M. : Claro, tienes un plan de rodaje más ambicioso, y cuando vas más justo tiras del máster y de un plano-contraplano en lugar de un travelling para irme de un personaje a otro. Por poner un ejemplo. Muchas veces vas resolviendo sobre la marcha, porque hasta que no llegas al lugar exacto de la localización, que está claro que has visto antes, pero siempre hay una circunstancia inesperada y tienes que improvisar. Hay que estar preparado para eso. Pero improvisar implica precisamente haber ensayado mucho y tener muy claro qué quieres contar y cómo quieres hacerlo.
¿Y en cuánto tiempo rodasteis?
A. L. : Nosotros rodamos en siete semanas. Primero organizamos en Colombia. Finalmente no pudimos rodar ahí y fue una lástima porque teníamos unos escenarios naturales brutales y unos actores colombianos que nos encajaban perfectamente. Finalmente no se pudo rodar en Colombia por una serie de circunstancias que no vienen al caso, y tuvimos que hacerlo todo en Tenerife. Rodamos siete semanas en Tenerife, correspondiendo la Colombia que aparece en la película en escenarios naturales y con la ayuda de arte. Todo en siete semanas. La verdad es que es un tiempo prudencial para el que suele manejar el cine español en estos tiempos. De hecho algún día había dos o tres cambios de localización en la misma jornada. Iba engrasadísimo el equipo de producción.
Y en ese sentido, ¿habéis notado diferencias con respecto al rodaje de “Agallas”? Me refiero al peso de la crisis tanto a la hora de sacar el proyecto adelante como a la hora de rodarlo.
S. M. : Sí. “Agallas” era una película menos ambiciosa y también fueron siete semanas de rodaje. “Tiempo sin aire” es nuestra segunda película. Han pasado unos años, y es una película más exigente y más ambiciosa. Seguramente hubiera exigido un presupuesto mayor, pero el esfuerzo de producción sin duda se ha hecho. Y hemos contado con unos mimbres más limitados, por no hablar del salario del equipo técnico, que han ido ajustándose como todos los salarios en este país a lo largo de estos años. Pero la verdad es que el amor por la profesión, la entrega y el estar a favor de obra ha sido igual que en “Agallas”.
Muy bien. Esta ha sido toda la entrevista. Muchísimas gracias por atendernos y mucha suerte en taquilla.
S. M. y A. L.: Muchas gracias a ti. Un abrazo.