David Marqués nos habla de «Dioses y perros», cinta que protagonizan, con gran acierto, Hugo Silva y Megan Montaner y con la que parece dará que hablar.
Nos encontramos en los cines Kinepolis, allí da comienzo lo que será una intensa semana en la que tanto director como actores darán a conocer su gran hacer en el filme “Dioses y Perros”. La suerte está echada, el próximo 10 de octubre sabremos si el público se engancha o no con esta historia de barrio, tan natural como la vida misma. Su director, David Marqués, una persona cercana y muy agradable, se sienta a compartir con nosotros los secretos de su último trabajo.
En primer lugar cuéntanos cómo ha sido el rodaje, ¿duro, fluido…?
Ha sido el rodaje más relajante que he tenido en mi vida después de “Aislados”, que también fue muy fácil. Realmente muy sencillo, quizás porque ya desde el guion sabía el tiempo y dinero que teníamos, entonces me adapté a eso a la hora de ponerlo en marcha. Había días que acabábamos incluso una o dos horas antes.
Ya trabajaste con Hugo Silva en la película “En fuera de juego”, ¿cómo ha sido el reencuentro con el actor?
Una gozada, por aquel entonces fue todo muy rápido, apenas trabajamos juntos, tan solo una primera toma de contacto y luego dos días de rodaje. En “Dioses y perros” prácticamente a los dos días de leer el guion y aceptar el papel ya estábamos metidos en ensayos. El hecho de que salga en la mayoría de las escenas hizo que compartiéramos mucho tiempo, fue algo muy intenso, una gozada trabajar así.
«Espero hacer más cosas con Hugo, en la cinta está increíble».
En los diálogos podemos ver mucha naturalidad, espontaneidad, ¿esto lleva un trabajo detrás o ha habido margen a la improvisación?
Escribir diálogos es lo que me resulta más fácil, siempre trato de ser natural, escribir como hablan las personas en su día a día y sobre todo como hablan con otros de su entorno. Si son dos hermanos o dos amigos de toda la vida no hablan igual que si lo hacen con alguien que acaban de conocer, he intentado que no tuvieran esa autocensura. Me gusta involucrar al espectador, que conozcan a los personajes tal y como son, es decir, si tu estás hablando con un amigo y estáis solos te da igual que tus palabras puedan parecer machistas o racistas porque sabéis perfectamente que no lo sois, podéis hablar en confianza, sin juzgaros.
Esto es algo que trabajo mucho con los actores porque no es solo que el texto esté escrito de manera natural sino que además tiene que sonar natural, hay veces que los intérpretes se sienten más cómodos diciéndolo de otra modo, y por supuesto se tiene en cuenta. En los ensayos sí jugamos a eso, pero cuando vamos a rodar está todo cerradísimo, el 90% es texto escrito previamente.
También es cierto que me gusta que improvisen, por ejemplo hay una escena en la película en la que Hugo y Megan se encuentran en una cafetería, están hablando y, de repente, vemos una elipsis. Cuando ya contaba con las dos secuencias, les propuse que jugaran con sus personajes, que improvisaran esos 15 minutos que se tardan en tomar unas copas. De eso hay parte en la cinta, me encantó su trabajo, me quedé embelesado viéndolos, es maravilloso ver como los personajes crecen.
Encontramos una mezcla de géneros bastante compensada, no tenemos un drama excesivo ni un humor pasado de tuerca, ¿se partía de esta idea? o por el contrario, ¿era una historia más dramática?
El guion original era un drama absoluto, mi idea era dotarlo de cierto sentido del humor, aportar a la historia un toque de optimismo. Necesitaba que no fuera algo tan deprimente porque bastante lo era ya el mundo en el que ellos están viviendo, el mundo en el que muchos de nosotros estamos viviendo. Fue todo un reto el ir saltando de género a género, de una secuencia dramática a una comedia con diálogos absurdos, a una comedia romántica, al cine negro… Al principio lo medité bastante pero al final pensé, ¡la vida es así, te levantas llorando y a los diez minutos estás riéndote!
El telón de fondo de estos personajes es la crisis, tema que no he querido tratar frívolamente, he intentado ser muy cuidadoso con esto, ya que no quería que pareciese que me estaba tomando a cachondeo una cosa tan seria. Además, encontramos esa crisis personal por la que atraviesa Pasca.
© Pipo Fernández
Sobre todo estás recibiendo muchas críticas por el final del filme…
Yo tenía muy claro lo que quería, y el final no iba a ser menos. A mí uno de los finales que más me gusta es el de “Los soprano” y sé que tuvo muchas críticas. Sabía que podía enfrentarme a que mucha gente quisiera ver más, pero, al final, todo lo que viene después ya lo sabes, te lo ha estado diciendo durante toda la película.
Háblanos del título, “Dioses y perros”, ¿tiene alguna metáfora detrás o se refiere solo al tema de la pelea clandestina? ¿Son esos perros los personajes de la cinta?
Cuando me llegó el guion el título ya estaba puesto, se estuvo planteando cambiarlo pero yo opté porque no, me gustaba. Refleja muy bien lo que es la película, lo que quiere contar y sobre todo lo que es la sociedad hoy día. Existen unos dioses y unos perros y la línea que nos separa cada vez es más grande, pese a esto cada vez hay más perros y al final habrá una jauría que acabará comiéndose a esos dioses. Pasca, como perro, despierta y acaba tumbando a un Dios, si rascas un poquito puedes hacer una lectura de lo que es realmente la sociedad hoy día.
El tema de la música, ¿por qué esa elección? Me imagino que contento por haber podido contar con esos temas…
Para mí ha sido un sueño. Había un tema de Tylas en su etapa en Dogs D’Amour, Comfort Of The Devil, que me gustaba mucho y que creo era perfecto para la película, por lo que decidí escribirle un mail para pedirle la canción. Le expliqué un poco de qué iba la historia, y le hice saber que su música era muy acorde a lo que estaba contando, una cinta de perdedores, de gente con problemas…
Fue a mitad de rodaje cuando me contestó indicándome que ese single en concreto era de Sony o Warner, no recuerdo bien, pero que podía elegir de entre toda su discografía en solitario.
Tuve la suerte de bucear entre sus discos y, de hecho, algunos temas me los propuso él directamente, había uno que estaba componiendo en ese momento y que consideraba podía ir muy bien.
Estoy muy feliz, porque cuando puedes utilizar cosas de alguien a quien has estado siguiendo desde hace tanto tiempo, ¡imagínate! Ha sido todo un placer y creo que dota a la película de una atmósfera diferente, internacionaliza el drama, es una situación que se puede estar viviendo en cualquier parte del mundo.
Estamos asistiendo, por decirlo de algún modo, al resurgir del cine español. Encontramos numerosos éxitos en taquilla , ¿qué esperas de “Dioses y perros”?, ¿crees que se situará en las más vistas?
Nosotros jugamos en otra liga, es muy difícil alcanzar los primeros puestos sin una cadena privada detrás que aporte ese marketing brutal que estamos conociendo ahora. No estoy quitando mérito ni mucho menos a las películas, pero sí es cierto que importa y mucho la forma de vender el producto. Siempre se han hecho buenas y malas cintas en este país, el problema estaba en que no sabíamos venderlas. Sin esa maquinaria detrás… yo puedo acompañar al filme, moverle, pero no puedo estar en prime time poniendo promoción durante dos meses antes del estreno.
Pese a esto, yo estoy muy satisfecho con mi trabajo y espero que si lleno una sala con 500 personas al menos la mayoría salga contenta, deseo que lo pasen bien, que les llegue la historia.
«Entiendo que no puede gustarle a todo el mundo pero confío en que cautive al mayor número de personas posible».
¿Futuros proyectos?
Lo más inmediato es que esta semana estreno en el Teatro Lara “Espacio”, una adaptación de la película que iba a rodar antes de “Dioses y perros”. Tengo mucha ilusión con este proyecto, espero que funcione. Cuando pasen estos días de locura me centraré en otros trabajos, porque sí que tengo cosillas.