Charlamos con Nacho Ruipérez, uno de los seis directores de la sanferminera “Blue Lips”, que se estrena hoy, 7 de noviembre.
Nacho Ruipérez nos espera en los Cines Girona. Siempre tiene algo de especial hacer las entrevistas en una sala de cine, y él también parece sentirlo. Ya ha dado unas pocas entrevistas antes de que nosotros lleguemos, y le quedan al menos un par más después, pero contesta a todas las preguntas con interés y emoción. A fin de cuentas, «Blue Lips« es su ópera prima.
A ti se te escogió por internet para dirigir la sexta historia. ¿Podrías contarnos cómo fue el proceso?
Nacho Ruipérez: “Leí la convocatoria por internet en un momento en el que acababa de finalizar el rodaje del corto “La Victoria de Úrsula” y pensaba que podía haber algo que no fuera de género. Me veía bien el proyecto, lo veía interesante, lo veía atractivo, y también lo veía raro, sobre todo el hecho de que hicieran un concurso para un largometraje… así que me animé y me presenté. La primera selección la hacían las propias productoras, Candela y Maitena de Cronopia Films, y básicamente era un video en el que explicabas quien eras y qué habías hecho hasta la fecha. Recibieron un montón de videos. De ahí eligieron siete finalistas y nos pidieron que rodáramos un fragmento con los medios que tuviéramos disponibles. Y nada. Lo más curioso es que yo ya contacté con Mariana Cordero cuando conocí el personaje y le dije que la veía perfecta para el papel y que si ganaba le prometía luchar para que nos dejaran trabajar juntos. Y así fue.”
«La historia venía ya muy dada por la propuesta, en el concurso entendí qué tipo de personaje se tenía que retratar»
¿Y cómo fue trabajar con Mariana Cordero?
N.R.: “Increíble. Es una de las actrices que más se entrega. Bueno, que tampoco es que haya trabajado con todas las actrices de España, pero sí con unas cuantas y la verdad es que es una persona que se entrega, y es muy gentil. Digo se entrega y es en todos los sentidos, se entrega a lo que le pide el personaje y la historia, pero también se entrega como vínculo personal. Entre director y actor creo que es importante contar con ese vínculo, y a veces no hay tiempo, pero los protagonistas tienen un viaje muy largo y creo que necesitan esa implicación. Mariana se abre de una forma impresionante, ahora somos muy íntimos, no solo yo sino con todos los directores y el equipo. Entendió que estábamos en un rodaje de guerrilla, lo asumió y se sumó al proyecto, y eso es algo que tenemos que agradecerle.”
¿Cómo surge la historia de Sagrario? ¿Qué es lo que buscabas mostrar?
N.R.: “La historia venía ya muy dada por la propuesta, en el concurso entendí qué tipo de personaje se tenía que retratar, y entendí que tenía que ser el alma. Bueno, tal vez el alma no, tal vez la madre, el personaje que representa a Pamplona y los Sanfermines. Cuando ya leí el guion antes de trabajar vi que el tema iba más allá, su relación con Sanfermines era dramática porque su marido había sido corredor, también estaba la cuadrilla… y claro, ella asociaba Sanfermines con su marido y lo había intentado alejar, pero ahora lo tiene delante y tiene que hacerle frente de algún modo.”
Este es tu primer largometraje como director pero a su vez es una historia breve dentro de un conjunto, ¿cómo lo has encarado?
N.R.: “Lo considero como un largo, porque no es una película construida a base de cortometrajes. Siento que las líneas narrativas, aunque si nos ponemos en plan matemáticos sí que son cortos por el tiempo de metraje, son parte de una historia. Yo siento que he participado en toda la historia. Los directores hemos trabajado conjuntamente, nos hemos metido en las historias de los demás, hemos opinado, participado, sugerido ideas… y claro, al final es una película colectiva, no una suma de cortos. Es mi ópera prima.”
«Es una película sobre circunstancias pasajeras y íntimas»
Tu historia se cruza con la de los directores Daniela de Carlo (Oliver) y con la de Nobuo Shima (Kalani). ¿Cómo os pusisteis de acuerdo para avanzar?
N.R.: “No hubo tanta discusión como pueda parecer, porque el guion no lo has escrito tú y esto te exige un compromiso. Esto no quiere decir que no se haya trabajado con los guionistas, pero tú sabes que es algo que no nace de ti, es casi como un encargo. Además, las dos productores siempre lo observaban todo a vista de pájaro, como un dios, no ya tanto para tomar decisiones directivas sino para guiarnos. Como unas maestras Yoda, vaya. Así que resultó fácil, realmente porque todos estábamos ahí por la misma causa, entendíamos y defendíamos esta propuesta. Alguna discusión hubo, claro, ¿pero en qué película no las hay? A ver, yo he trabajado en otras áreas de cine, y la verdad es que solo existen discusiones diminutas, mínimas. Estoy acostumbrado a compartir créditos y me interesa ver el cine como un trabajo en equipo.”
¿Cuál crees que sería el punto más importante en la historia de Sagrario?
N.R.: “Lo importante de la historia de Sagrario es que es peculiar, porque nada más iniciarse la película toma conciencia de su problema y desde ahí en adelante se mantiene. No tiene una evolución de menos a más, no hay momentos de flaqueza, y eso es lo interesante. En una película que fuera solo sobre el personaje de Sagrario probablemente esto no hubiera podido funcionar, pero en una historia como esta, donde se entrecruzan otras vidas, su historia lineal sirve de ancla. Toma una decisión al principio y a partir de ahí es la lucha interna de enfrentarse a los recuerdos y de asegurarse de que ha tomado la decisión correcta. Necesita sentir que ha hecho lo correcto.”
«Al final es una película colectiva, no una suma de cortos»
Ya que se menciona en un fragmento de la historia de Sagrario, ¿por qué el título «Blue Lips«?
N.R.: “Blue Lips, labios azules, habla del color que se te queda en los labios cuando bebes vino tinto. Es una cosa como muy anecdótica y pienso que está bien que sea así. No es una película que dé recetas sobre la vida, es una película sobre circunstancias pasajeras y íntimas, y por lo tanto tampoco se pretendía buscar un título que fuera demasiado grande. Tenía que ser una cosa simple pero que a la vez evocara algo complejo. Se buscó una anécdota que fuera importante en el contexto de los Sanfermines, donde se bebe mucho vino. Cuando bebes vino te desinhibes. Cuando te desinhibes sacas de tu interior esas cosas que probablemente no hubieras compartido de otra forma… Es ese concepto de dejarse llevar, no solo con la bebida, también con la muchedumbre… es abrirse a otro.”
Una de las cosas que más se mencionaba durante el rodaje era la locura que había significado rodar durante Sanfermines, y sin embargo tu historia resulta como más tranquila, ocurre en casa…
N.R.: “Yo tuve más interiores, eso es cierto, pero no significa que me salvara del caos, porque uno acababa de rodar y no se iba al hotel a descansar. Estábamos continuamente ayudándonos. De hecho, todos íbamos vestidos de Sanfermines, de blanco con el pañuelo, para así crear una muralla mientras grabábamos. Esto era importante, porque por ejemplo en el Txupinazo estaba todo muy bien preparado, teníamos cuatro o cinco cámaras, pero nunca sabes qué va a pasar, es en directo, los actores están intentando pasar desapercibidos entre la gente. Es un caos controlado, pero puede pasar cualquier cosa. Protegíamos la cámara, básicamente. Lo mejor era que el director de fotografía era como muy aventurero, no veía el peligro y solo pensaba en rodar, porque si te paras a pensarlo es una locura. También una cosa histórica, pero es una locura.”
Y para terminar, ¿alguna anécdota concreta que recuerdes del rodaje?
N.R.: “La verdad es que muchas. Recuerdo la tensión de ir grabando con steadycam, a la gente le llamaba la atención y siempre te preguntabas cómo iban a reaccionar… pero creo que la mayor anécdota, lo que a mí más me gusta recordar, es que nos sentíamos parte de todo aquello mientras grabábamos, y eso es una sensación irrepetible.”