Nacho Vigalondo estrena «Open Windows». Dispuesto a superarse película a película, el director cántabro nos mete un entorno tan familiar como es la interfaz de un ordenador pero nos arrebata el teclado y el ratón para hacernos navegar a su ritmo. «Esto es como en cualquier película, que hay cosas que quieres ver y el cabrón del director no te deja», explica en el interior de la librería Ocho y medio de Madrid en plena promoción de su último trabajo.
Aunque es obvio que quien manda en la cinta es él, «Open Windows» no es cualquier película. El ejercicio formal que propone es tan arriesgado como suena, con toda la acción transcurriendo en tiempo real en el escritorio de un PC. Las ventanas se abren, se desplazan para dejar ver el fondo de pantalla y se cierran para abrir una pestaña del navegador. Los pop-ups emergen, las capturas de pantalla se guardan y el chorro de información golpea a la audiencia como el agua a presión en una manifestación que se retransmite por streaming y que estás viendo mientras tuiteas y miras el correo electrónico. A toda hostia.
Dentro de la(s) pantalla(s), Elijah Wood, Sasha Grey y Neil Maskell son los protagonistas de un thriller que refleja su momento, donde se plantean temas como la privacidad en tiempos del selfie subido a Instagram, la explotación de la imagen en la era de la Marca Personal o los límites del delito informático cuando el ADSL nos permite bajarnos megas y megas de vídeos porno caseros robados a sus protagonistas.
Temáticamente, hay un hilo conductor que puede seguirse en la obra de Vigalondo y que aparece tanto en «Los Cronocrímenes» como en «Extraterrestre», «7:35 de la mañana», «Domingo» o más recientemente «Carlota«: los personajes masculinos son patosos, por decirlo suavemente, en el amor y no saben demostrar lo que sienten a las mujeres a las que quieren o desean. Como la vida misma, pero en el universo cinematográfico de Vigalondo todo esto ocurre entre momias rosas, musicales forzosos, platillos volantes y, a partir de «Open Windows», criminales que operan en la red.
P. Nick (Elijah Wood), el protagonista de Open Windows, es un personaje problemático. Es un tío que está enamorado de la actriz Jill Goddard (Sasha Grey) pero al mismo tiempo es el webmaster de una página donde se publican fotos robadas o ‘pilladas’ de esa chica sin que ella lo sepa o haya dado permiso.
Lo que siente no es enamoramiento sino atracción. Vamos a llamarlo atracción para no complicar la cosa. O fascinación. Obsesión, quizás… Vamos a dejarlo en atracción.
P. ¿Cómo se te ocurre elegir un personaje tan turbio para que sea el protagonista?
En realidad, convivimos con esas debilidades constantemente. Piensa que todos tenemos claros los límites del delito, de qué es un delito y qué no lo es, algo que nunca querremos que nos pase a nosotros. Sin embargo, hay páginas web, y no están precisamente escondidas, cuyos banners nos anuncian con letras parpadeantes que vamos a poder ver fotos privadas o robadas, fotos que han distribuido exnovios rencorosos de sus exnovias desnudas.
En este caso, el elemento criminal no es una cosa que nos cuelen por debajo de la puerta. No es como si nos pasasen droga de tapadillo. No. Es un banner de promociones, son unas letras de neón. Y eso es inquietante y muy interesante. Nos da la posibilidad de que identifiquemos el delito y además participemos de él pero hacernos sentir delincuentes.
A mí lo que me interesaba era empezar la historia planteando una situación de debilidad en la que algunos nos sentimos extraños. La clave de estos banners y de lo que le pasa a Nick es que tiene la posibilidad de ver sin ser visto. ¿Quién no se siente atraido por esa posibilidad que, por otro lado, es tan criticable?
P. Al margen de la ciencia ficción o el tema del presupuesto, hay un patrón en tu carrera que se repite: los personajes masculinos no saben relacionarse con mujeres. Esto vuelve a ocurrir en «Open Windows», como dejan claras las contradicciones de Nick.
Hay cosas que agradezco del paso del tiempo y una es que vas cambiando como persona. Hay cosas de tu obra a las que le tienes cariño y hay cosas en las que no te ves reflejado años después. Agradezco el regalo que me he dado a mí mismo: nunca he hecho un discurso complaciente sobre el amor y con el tiempo hasta me he radicalizado.
A mí eso de que el amor en términos positivos sea el tema central de tantas películas me produce cierto resquemor. Todo el mundo está de acuerdo con lo bonito que es estar enamorado o el placer que es que se enamoren de uno mismo, del amor correspondido. Es un discurso universal y a la vez también es un discurso muy perezoso. Desde el momento en el que ese sentimiento nos comprende a todos pero no nos compromete a nada, creo que hay que ponerlo un poco en cuarentena. En ese sentido, yo desconfío un poco del amor en las películas, aunque evidentemente hay muchísimas películas románticas que me chiflan. Pero me gusta no haber caído en eso y que incluso en «Extraterrestre», que aparentemente es una comedia romántica, la cosa sea diferente.
P. Precisamente «Extraterrestre» va de un tipo que no se da cuenta de que no le quieren.
Lo que me gustaba mucho de esa película era cambiar de sitio al protagonista y al secundario. El protagonista lógico es el personaje de Raúl Cimas, que es el tío duro, y de repente resulta que el protagonista es quien no debe y nos centramos en ese otro personaje que, más adelante, se percata de que en realidad es el secundario de la película. Es una película sobre cómo alguien se da cuenta de que no pinta nada en una situación amorosa y tiene que apartarse. Yo creo que es un mensaje importante que hay que dar de vez en cuando a los tíos.
P. También el malo de «Open Windows», interpretado por Neil Maskell, le llega a decir a Nick que la culpa siempre es de ellas. En un momento dado, cuando Jill le ha hecho un feo a Nick, el malo le suelta algo así como ‘son las mujeres como ella las que tratan mal a los chicos buenos como tú’.
Eso lo escribí en el 2008. Hay temas que se han concretado con el paso del tiempo. Yo creo que si el guion lo escribiese ahora, sería mucho más específico con estas cuestiones. Igual había algo que flotaba en el ambiente, que siempre ha estado ahí, y que de un tiempo a esta parte tiene nombre y apellidos.
P. ¿Nombre y apellidos?
Men’s Rights Activicts, los activistas por los derechos de los hombres o los Pick Up Artists, los seductores científicos y todo eso. Toda esta ideología siempre ha estado flotando en el ambiente y de repente ya están ahí, ya son totalmente visibles.
Lo que yo quería es que el personaje de Sasha Grey fuese un ‘no-personaje’ en el sentido de que no hubiese sitio para ella, que ella estuviese tan definida por la relación con todos los tíos que la rodean, con todas las personas que la están zarandeando de aquí para allá, que llegase al punto de que no hubiese hueco para ser ella misma. Realmente, no sabemos cómo es durante un buen tramo de la película porque no tiene ningún tipo de margen de maniobra.
P. Pero intenta encontrar ese hueco para ser ella misma y desde el principio tiene iniciativa.
La idea es que ella fuese un ‘no-personaje’ al principio pero que poco a poco tuviese más margen de maniobra y que al final fuese ella el único personaje de la película. Hay un momento en el que el protagonista se difumina por completo y el personaje es ella realmente. Al final, es ella quien tiene un arco dramático real. Todos los demás son como fantasías.
Es curioso, a medida que iba escribiendo el guion también había casos reales de la actualidad que de algún modo se colaron en la película. Pasó con Kristen Stewart, que parecía que había tenido un affair con el director de «Blancanieves y la leyenda del cazador» y de pronto ocurre algo muy relevante y es que ella publica una carta en un medio escrito pidiendo disculpas. Y aparentemente no hay contradicción ni hay alarma con el hecho de que una tía se vea obligada a pedir disculpas en público por este tema, algo que es medieval.
Me acuerdo mucho también del caso de Olvido Hormigos, que me hizo sentir como el protagonista de «La invasión de los ultracuerpos». Me topé con gente muy cercana a mí que tenía la necesidad de opinar y que de alguna manera también la culpaban a ella de lo que pasó. Se culpaba a Hormigos de que hubiese sido víctima de un delito como es que se filtrase en internet algo privado sin permiso. Cuestionaban que ella pudiese ser concejala e incluso mezclaban el crimen con el trasfondo de ella. Decían algo así como que si ella había hecho ese vídeo para alguien que no era su marido, en cierta manera merecía que le hubiese pasado eso. Yo miraba a mi alrededor y decía «nos hemos vuelto locos». Solo había sucedido una cosa y es que alguien había cometido un delito y el delito no lo había cometido ella. Punto y final. Todo lo demás eran especulaciones de portal, cacareos, no había nada más que discutir ahí. [Nota: no hubo delito según el juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1 de Orgaz porque «el delito que protege la intimidad exige el robo o la apropiación ilícita de los datos íntimos. Algo que, en este caso, no se produjo» pero es evidente la contradicción de culparla a ella por este tema.]
P. Es interesante la conexión entre la actriz Sasha Grey y su personaje en la película, Jill Goddard.
No pensé en Sasha Grey en un primer momento, no cometí la locura de escribir un guion pensando en ella. Llegó después y se ajustó como un guante. Si la película habla sobre la explotación, que es otro de los temas, qué mejor identidad que la de Grey. Ella viene de trabajar en el cine adulto y, cuando decide dejarlo, genera una reacción, una resistencia, incluso una cierta agresividad. No hay más que ver los comentarios que deja la gente al respecto. Puedes irte al foro más cinéfilo y ver en qué términos se habla de ella. Te hablo del tipo de foro en el que en un hilo están hablando de los grandes temas de «El Padrino» y en el siguiente están hablando de esta película y de repente ves que el nivel desciende en picado. Dicen cosas que se parecen mucho a «¿Cómo se atreve a hacer algo, a triunfar en la vida, cuando ha sido la musa de mis pajas?» o «¿Cómo se atreve a trascender, a ser más de lo que es?».
Te puedes meter en una web porno y leer los comentarios que hay y encuentras un grado de desprecio y de odio hacia la gente que hace los vídeos que no entiendo. ¿De dónde surge ese odio cuando solamente estás recibiendo algo que se supone que te da placer? No tengo la menor idea, es una cosa que me parece interesantísima. Quizás es la frustración de estar disfrutando de algo representado que no está en tu propia vida. Resulta muy fácil pensar que la frustración sexual es el origen de todo pero esa es también la respuesta más fácil.
P. En tu carrera como cineasta no criminalizas, criticas o afeas la actitud de la mujer sino que pones el foco en la actitud del hombre y en sus contradicciones.
Ese es un tema muy atractivo que a mí siempre me ha divertido mucho. La película que he escrito ahora es la primera abiertamente femenina, porque también hay que cambiar, pero a mí siempre me han gustado las películas en las que el punto de vista es masculino pero es crítica con ese punto de vista. Ahora mismo me viene a la mente «Yo vigilo el camino« de John Frankenheimer, una de mis películas favoritas, «La noche de la iguana» de John Houston o «Beowulf» de Robert Zemeckis.
«Beowulf» me parece una película interesantísima sobre la destrucción del macho alfa. Él es el arquetipo, el hombre que pelea desnudo contra el demonio… a quien después destruimos casi célula a célula a manos de un demonio femenino. A mí eso me atrae muchísimo. Me atrae el desmontar al hombre, me gusta mucho esa idea. Bromeaba mucho en «Extraterrestre» con Julián Villagrán porque él lo que tenía que componer era un ‘macho alfalfa’. El macho alfa está dibujado por Raúl Cimas en esa película y él tenía que ser el alfalfa definitivo, el hombre que se esconde ante la adversidad, la rata de alcantarilla.
P. Esa reflexión sobre el hombre, que lleva a la deconstrucción, la llevas haciendo en tu cine desde hace años.
Yo creo que el mecanismo por el que el cual un hombre accede al feminismo es tan sencillo como el cuestionamiento de uno mismo. Un hombre podrá ser o no feminista en la medida en la que es crítico consigo mismo o con su propia identidad y un hombre que no se cuestione lo que hace o lo que dice lo tiene muy difícil.
El problema que tiene es que si lo abrazas tienes que plantearte la posibilidad de que has estado mucho tiempo haciendo el idiota o no siendo tan inteligente y tan autoconsciente como pensabas. En determinadas circunstancias eso puede ser muy doloroso y a medida que yo me aproximo al feminismo lo primero de lo que me doy cuenta es de que no me he cuestionado cosas que estaban todo el tiempo delante de mis narices. Y eso, también como director de cine, plantea unas cuestiones bastante delicadas y profundas.
P. «Open Windows» es una película que se desarrolla en la pantalla de un ordenador en una época en la que, gracias a plataformas como Filmin o aparatos como las Smart TV, es también uno de los aparatos que nos permite verla.
Sin plantearlo, es verdad que la película hace un viaje. «Open Windows» empieza en una sala de cine donde se proyecta una película en formato panorámico y poco a poco la cámara se echa atrás y se revela la pantalla del ordenador, se revela que ya es otra época posterior. Marca un poco el fin de una era de la que yo, por otra parte, no tengo nada en contra.
Yo soy muy partidario del VOD, que nos trae una cosa impagable y es el reencuentro con el cine independiente. Ha habido una época donde la clase media del cine se ha diluido, se ha evaporado y ahora mismo el VOD tiene una salud excelente y trae cine que no hubiésemos visto en otras circunstancias. Por fin la tecnología no solo quita sino da, devuelve a los autores pequeños la posibilidad del encuentro con el público, cosa que sucedía a una escala maravillosa en los noventa por ejemplo. Yo quiero que eso vuelva con toda la potencia del mundo.
Más allá de la nostalgia, la sala de cine tiene algo que no tiene el consumo en casa y es la experiencia colectiva. Hay un par de géneros como son la comedia y el terror que, el día en el que dejen de verse en salas definitivamente, harán que tengamos que explicar a nuestros descendientes cómo era eso de que toda la sala se estuviese riendo cuando había un chiste o que toda la sala gritase cuando había un susto. Esa sensación es irrepetible.
Open Windows se estrena el 4 de julio en España.