Muchos debates se están abriendo, aunque más bien celebraciones, por el triunfo en los Oscar de «Parásitos», pero, ¿por qué ha sucedido?
El triunfo aplastante de «Parásitos» en la pasada edición de los premios Oscar ha sido todo un terremoto. Lo ha sido venciendo a su competidora más directa, «1917», película que se hizo con el Globo de Oro a mejor filme dramático y cuyo premio a mejor director para Sam Mendes parecía más que cantado. De hecho, el rostro del cineasta británico fue incapaz de disimular lo inesperado de la entrega del premio para el surcoreano Bong Joon-ho. Y fue a raíz de ganar director y película que se ha originado un éxtasis colectivo dentro del mundo de la crítica de cine que ha llegado hasta límites absurdos tratando de reivindicar quién le ha descubierto antes y ha hecho más por su difusión en España antes de que fuera galardonado en la gala de premios cinematográficos más famosa del planeta. Debate estéril dentro del mundo endogámico en el que nos encontramos quienes escribimos sobre cine, conocedores del buen estado de salud de la cinematografía del país asiático desde hace por lo menos 20 años. Y es que, realmente, hay cuestiones más interesantes que abordar por este hecho histórico más allá de la condescendencia de mirar por encima del hombro a quien acaba de descubrir al oscarizado realizador o insistir en aquello tan trillado de «yo ya le conocía cuando era underground«.
El consenso colectivo
Voy a advertir que, para esta entrada, vamos a abusar de generalizaciones. Es decir, puede que el lector sea crítico con la opinión generalizada, pero si por algo ha llegado a donde lo ha hecho «Parásitos», es por el consenso colectivo del que ha gozado. Y aquí llega la primera reflexión que nos gustaría tratar acerca del fenómeno. O quizás reflexión única, porque es el punto de unión entre mundos totalmente antagónicos. Y es que la primera proyección de la película se disfrutó en Cannes, el festival de clase A más prestigioso del mundo. Participó en una edición donde todas las quinielas daban como vencedora a «Retrato de una mujer en llamas» de Céline Sciamma o «Dolor y gloria» de Pedro Almodóvar. Sin embargo, pese a la sorpresa de la Palma de Oro para la película que hoy nos atañe, la opinión generalizada de la prensa especializada que cubrió el evento, fue darle el beneplácito al jurado capitaneado por Alejandro González Iñárritu. Es decir, una crítica que en líneas generales tuvo una buena impresión de la cinta, aunque quizás no fuera su favorita, aprobó la resolución de un jurado que encontró el consenso en este filme. Y es que, en definitiva, estamos ante un proyecto que no tiene apenas detractores.
Finalizada su aventura festivalera, la cinta, corrió ( y sigue corriendo) en España una vida comercial sorprendentemente longeva. La Aventura Audiovisual, pequeña distribuidora de cine independiente, se hizo con el filme consiguiendo un éxito inaudito para el tipo de cine que suele comercializar. Es aquí donde nace el verdadero poder del fenómeno, el hecho que ha conseguido que a día de hoy la película se conozca en todo el planeta. Y es que estamos resignados al eterno conflicto entre crítica y público. Es una constante que los estrenos con peores reseñas sean siempre de los más taquilleros. Ahí tenemos la saga «Cincuenta sombras de Grey», «Las aventuras del Doctor Dolittle» o en menor medida «Bohemian Rhapsody». Si bien las dos primeras han sido también castigadas por el público aunque llenando las salas en su estreno, quizás la tercera sea un ejemplo más claro que lo que busco comentar. Mientras los críticos disfrutamos de ella pero sin evitar señalar las costuras que muestra un biopic poco convincente de Freddy Mercury, el respetable salió encantado del homenaje a Queen que supone una cinta de estas características. Y sin embargo, el divorcio entre prensa y público no estaba del todo materializado, pues una sorpresa como supone «Parásitos» parece que vuelve a situarnos a todos dentro de la misma onda.
He aquí la cuestión, ¿qué tiene «Parásitos» para que se efectue esta sintonía entre dos mundos tan recelosos uno del otro? No nos engañemos, hemos escrito y defendido con pasión este trabajo. Lo hemos llegado a situar en el número uno de muchas listas de lo mejor del año, como ha sido incluso el caso del mismo Videodromo. Otro ejemplo más del consenso de criterios que comentábamos unas líneas más arriba. Pero lo que ha ayudado, más allá de las nominaciones en los premios anteriores a los Oscar, es sin duda el boca a boca. Personas que desconocían a Bong Joon-ho, y que fruto de la recomendación de sus allegados, han llenado las salas. Y es por eso que, cinco meses después de su estreno comercial, e incluso antes de ganar el Oscar, la película ya había conseguido en España más de 400.000 espectadores. Bien es cierto que hace unos años, la taquilla siempre respaldaba a la Palma de Oro, reuniendo en el patio de butacas a los fieles seguidores del cine de festivales. No obstante, el éxito de «Parásitos» no viene avalado por este galardón. Lo hace como hemos mencionado, por recomendaciones de un público ajeno a estos eventos. Y lo hace porque la cinta coreana es ante todo un filme universal. Una película que mantiene un discurso cargado de pequeños matices, que puede involucrar personalmente al espectador, que invita contantemente a la reflexión, pero que a su vez, gracias a la maestría de Bong Joon-ho, se vive desde el entretenimiento gracias a un dispositivo formal y narrativo que abarca diferentes géneros cinematográficos. Hablamos de una película con enjundia, que puede satisfacer a los críticos por su mecanismo interno y su genialidad a la hora de fusionar forma y contenido, y que a su vez, entiende el lenguaje del gran público, consigue llegar a ellos sin provocar rechazo, apatía o distanciamiento.
Y es este paso que acabamos de comentar, lo que ha conseguido que una Palma de Oro se convierta en un Premio Oscar. El respaldo del público, la perfecta comunión entre director y espectadores, la han situado hasta el olimpo de Los Ángeles. Una situación que no se daba desde el año 1955, cuando «Marty» de Delbert Mann también se hizo con el doblete. No buscamos con este párrafo reivindicar esta unidad de consenso alegando que esta película es mejor que otras palmas de oro. Tan solo queremos evidenciar que, por muy satisfactorias que puedan resultarnos a muchos críticos otras ganadoras del certámen francés como «El árbol de la vida» (Terrence Malick, 2011) o «Tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas» (Apichatpong Weerasethakul, 2010), solo una película que conecte con el gran público podría conseguir algo como lo que ha hecho «Parásitos».
Y el Oscar es para…
Pero, ya sabiendo del éxito de la cinta a nivel internacional, otra de las grandes cuestiones es: ¿qué lleva a la Academia a premiarla como mejor película? Estamos hablando de unos premios, los Oscar, que llevan 92 años celebrando su propia industria. Una gala ensimismada en el mismo Hollywood. No estamos ante el primer caso de cinta de habla no inglesa que se cuela entre las nominadas a mejor película, y, al menos desde la bancada de los críticos, muchas veces las nominadas a mejor película extranjera son mejores que las que optan al premio gordo. ¿A qué se debe este cambio de paradigma? Ya el año pasado, sonaba en muchas quinielas «Roma» de Alfonso Cuarón como posible ganadora. Quizás al ser un filme en español, segunda lengua más hablada en Estados Unidos, y estar dirigida por un miembro de pleno derecho del star-sistem hollywwodiense, podría ser menos impactante que lo de este año. Si bien es cierto que Bong Joon-ho ya ha trabajado con actores angloparlantes en sus filmes anteriores «Snowpiercer» (2013) y «Okja» (2017). Aun así, se trata de una película que no tiene nada que ver con la industria estadounidense, siendo completamente surcoreana y sin un solo actor occidental. Las respuestas que se nos pueden ocurrir a esta anomalía son varias. Por un lado, si nos fijamos en los índices de audencia, advertiremos que el año 2019 fue el año con menos audiencia de la gala. Solo 26 millones de personas siguieron una cita anual que antaño contaba con muchos más telespectadores. Y de hecho, en 2020, los índices de audiencia siguen cayendo, hasta llegar a los poco más de 23 millones de televidentes en esta última edición. ¿Existe miedo por parte de esta poderosa industria a perder la influencia que siempre ha tenido? ¿Se abre a no lucrarse tan solo con el producto nacional sino también con la exhibición de cine en lengua no inglesa? ¿Puede que ese mensaje que nos dejó Bong Joon-ho al recoger su Globo de Oro, reivindicando que por culpa de no leer subtítulos, la gente se está perdiendo auténticas obras maestras del séptimo arte, sea visto también como una posibilidad de extender el negocio? ¿Se está conviertiendo una película de carácter claramente anticapitalista como un engranaje más para seguir expandiéndo este sistema? La otra opción que se le ocurre a quien escribe estas letras sobre el triunfo de «Parásitos» es que, realmente, la Academia, al igual que el jurado de Cannes, que los críticos cinematográficos y que el público que se ha volcado en las salas, la considera la mejor cinta del año. ¿El motivo final? Veo complicado que algún día lo sepamos, pero por el momento, lo único que podemos hacer es preguntarnos el por qué y conjeturar diferentes opciones. Como espectadores, esta abertura a nuevas miras quizás nos vengan bien y el cine fuera de occidente empezará a ser visto con distintos ojos. Será bueno quedarse con eso.